11. Ven y mira

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*De ante mano, pido una disculpa por el trauma...

..............

―CUÉNTAME SOBRE ELLOS

La pregunta de Adam me saca de mis pensamientos. Ya es de noche y estamos de vuelta en el metro.

―¿Qué te dijo Travis cuando te llamó? ―opto por cuestionarle primero.

―Que me necesitabas.

―¿Sólo eso?

―No hizo falta más, Nick.

Curioso cómo me repele que Travis me diga Nikolai, incluso el Nicky de mi madre, pero mi nombre verdadero en los labios de Adam no me angustia.

―¿Cómo lo sabes?

―Después de la reunión en la Madriguera, papá hizo preguntas sobre ti. Ahora se sabe por qué Carmine te protege, además de ser su nieto.

―Porque conozco a sus enemigos ―asiento.

―Porque sus enemigos te aprecian.

Una idea se me viene a la cabeza.

―¿Crees que me está utilizando para llegar a ellos?

―No lo sé, ¿te ha dado motivos?

―Hasta ahora no me ha preguntado sobre sus sucios secretos o la clave de seguridad de su cuenta de banco.

―Interesante ―expresa Adam.

Suspiro y cierro los ojos. No he hablado explícitamente con alguien sobre los Wolff. Por alguna razón, siento la necesidad de compartírselo a Adam.

―Ellos... son un lío ―suelto sin más, acompañado de una risa seca.

―Tal para cual ―me pincha Adam.

―Supongo. Por eso logré pasar sus pruebas, ganármelos siendo yo mismo.

―¿Por qué querías ganártelos?

―¿Instinto de supervivencia?

No del todo.

―Al principio ―reformulo― luego solo... fue inevitable desear encajar con ellos. Quería ser parte de su extraña manada. Son muy territoriales, por cierto.

Adam se ríe.

―Ya entiendo.

Me giro a él, arqueando una ceja. Adam me imita.

―Te gusta eso. Ya sabes, que te quieran.

―¿A quién no? ―me defiendo.

―Es distinto ―Adam mira al suelo como intentando hallar las palabras en sus zapatos―. Tú lo imploras.

Se me remueve el estómago.

―¿Eso... es malo?

―¡No! ―Adam se ríe, llevando su mano a mi cabello para revolvérmelo. Lo aparto con un codazo, sin ocultar mis dientes.― Es como cuando éramos niños. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Tu padre te trajo a nuestro almacén. Yo estaba en la oficina de papá jugando con unos dinosaurios de juguete. Estabas husmeando detrás de la puerta mientras los adultos se distraían. Te tiré el juguete pensando que te había llamado la atención. Entonces lo tomaste, pero en vez de irte, fuiste a regresármelo. No querías el juguete, querías mi atención.

No puedo evitar sonreír de nostalgia ante esa imagen.

―Y claro, como a mí me gusta llamar la atención, lo tomé como un cumplido. Luego te pegaste a mí como una garrapata y ya no pude hacer más.

La Manada de los WolffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora