Noah no ha dejado de correr desde el día en que unos hombres asesinaron a su padre a sangre fría enfrente de él.
Desde ahí siempre supo que se las vería por sí solo.
Pero todos sus planes se complican cuando un día, un hombre llamado Gerald Wolff...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—OTRA VEZNO, joder.
Rebusco entre mis bolsillos internos lo que se supone que debería tener en ellos: Dinero.
Pero como al parecer el mundo está en mi contra desde hace tres años, lo último que me falta es perder lo único que me queda para sobrevivir en este mundo hostil, despiadado y jodidamente diabólico.
Miro al hombre regordete que está enfrente de mí. Espera a que le dé el efectivo de lo que tomé en la tienda: Una caja de cigarrillos, un zumo de piña y un nuevo cepillo de dientes.
¿Qué se supone que hace un chico de diecisiete años cuando no tiene para comprar una bendita caja de cigarros, un zumo y un cepillo de dientes?
Normalmente uno dejaría las cosas y se iría de ahí. Pero aparentemente yo fui tocado por el diablo y la mala suerte siempre me acompaña.
¿Dios, donde has estado todo este tiempo? Un poco de ayuda no me vendría mal.
Tomo una bocanada de aire y contemplo el partido de futbol que se está transmitiendo en la televisión que está a espaldas del hombre.
Una idea jugosa pasa por mi mente.
Bendito seas Señor Jesús, amén.
—¿Ese es Arsenal contra Manchester? —pregunto al hombre haciéndolo girar hacia la televisión—. ¿Quién va ganando?
El hombre me contesta, o eso es lo que creo, porque en mi mente pasan un millón de pensamientos, que me aturden.
Iré al infierno por esto, ¿Qué clase de persona soy?, el hombre no parece sufrir económicamente. Es esto o trabajar en un prostíbulo, otra vez.
Con un suspiro hondo, mientras el hombre queda embobado en el partido, tomo la bolsa de plástico en donde están guardadas las cosas que compré. Y corro por mi vida.
Cuando me encuentro franqueando la puerta, el alarido del hombre me hace apretar el paso.
No me detengo hasta visualizar un autobús estacionado en la zona de espera. Subo lo antes posible yendo a mi lugar.
Mi pecho sube de arriba abajo. Trato de recuperar el aire perdido escuchando el zumbido en mis oídos.
Una vez más lo hice. Una vez más sobrevivo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.