Noah no ha dejado de correr desde el día en que unos hombres asesinaron a su padre a sangre fría enfrente de él.
Desde ahí siempre supo que se las vería por sí solo.
Pero todos sus planes se complican cuando un día, un hombre llamado Gerald Wolff...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿ESTÁN SEGUROS de esto?
Gerald Wolff mira a cada uno de sus hijos con incertidumbre. Ellos tampoco parecen querer ir. Pero sólo es cuestión de que Reiner aclare su garganta para que todos contesten a la vez.
—Si claro.
—Será divertido.
—No tengo otra cosa más que hacer.
Gerald nos estudia, estudia a Reiner, pero él no tiene la intención de explicarle nada.
—Bien, supongo que no puedo decir nada para hacerlos cambiar de idea —Gerald suelta un suspiro—. Diviértanse entonces.
Los hermanos Wolff tratan de sacar las sonrisas más creíbles posibles.
—¿Por qué no podemos ir? —K.T frunce el ceño y a su lado Ari la imita.
—Es para grandes —Spencer les aclara, aunque a como se ve, pareciera querer ser niño de nuevo.
—Además no creo que sea para ustedes divertido pasar el tiempo con Sebastian Shaw —Tegan murmura a lo bajo.
K.T se encoje de hombros dándose por rendida.
—Cualquier cosa, chicos, no duden en llamarme. —Gerald nos mira severamente a cada uno.
Todos asentimos a la vez dando por terminada la reunión. Al momento todos nos empezamos arreglar. Sebastian invitó a los chicos más pijos de St. George, por lo que la fiesta será más distinguida. Las chicas llevan vestidos de coctel y los chicos llevamos camisas de botones. Le rogué a Tegan que convenciera a Jackie de venir con nosotros en grupo, así que cuando pasamos por su casa ella espera que venga acompañado con los hermanos Wolff. No me reprocha nada, sólo se sube, saluda a todos y me da un beso.
Liz viene detrás de ella, ella me saluda susurrándome un gracias que al cabo de un rato comprendo.
Reiner tiene cara de pocos amigos mientras Liz le sonríe emocionada. Tegan me regala una mirada desde el espejo retrovisor, como si me estuviera diciendo: ¿Ves? Te lo dijimos.
El viaje es de casi media hora. Sebastian vive casi a las afueras de Oly, así que cuando llegamos, lo que nos encontramos es un palacio, no una casa.
—Y yo que pensé que los Wolff eran pomposos —Coop me susurra admirando igualmente la mansión de los Shaw.
—Voy a arrepentirme de esto —Tegan farfulla, aun así tomando de un brazo a Coop y del otro a Dallas. Cuando ve mi confusión, ella resopla—. No fue mi idea.
Entramos todos como manda hacia la mansión. Muchos compañeros ya se encuentran en el interior, con trajes más reservados, bebiendo champán y bailando vals en el centro de la enorme sala. La sala principal es más grande que la de la mansión Wolff. Tiene ventanales que llegan hasta el ras del suelo, las paredes tiene decoraciones de mármol, y varios candelabros están dispersos, colgados del techo.