Psycho - Muse
TECLEO EL NÚMERO de Sebastian, y después de cuatro tonos él toma la llamada.
—¿Si?
—Si yo fuera tú huiría del país —le digo, apretando el teléfono a mi oído.
Y después de un largo silencio, él me dice:—¿Cuánto tiempo tengo?
—Te doy quince minutos.
—Mierda —Sebastian vuelve a maldecir mientras escucho al otro lado de la línea como gruñe y azota algunas cosas—, mierda.
Hace unos minutos Reiner salió en el Camaro, ahora Tegan y yo estamos manejando detrás de él. Después de que la bomba explotara los Wolff acribillaron a Gerald, incluso Spencer tuvo que intervenir para que Reiner no se fuera contra su padre.
Pero Gerald repetía:—Sé que es mucho lo que pido, pero esto no significa que se casarán ahora. No pueden, es contra la ley. Tendríamos que esperar a que seas mayor, lo cual es perfecto, solamente estarían unidos por palabra.
Pero Tegan, que antes estaba indignada por imaginar en volver a comprometerse con Shaw, ahora está furiosa, al saber que su hermanita estaría comprometida con él. Hasta gritó que tomaría su lugar.
Gerald le dibujó una sonrisa apretada:—Cariño, lo sé, pero no será necesario. Este compromiso durara mucho, ya que esperaríamos a la edad adecuada de K.T. Así podremos mantener por mucho tiempo nuestra unión y el apoyo de los Shaw.
Pero nadie lo escuchaba, o por lo menos los hermanos mayores, porque K.T se había quedado en blanco sobre su lugar, con los ojos bien abiertos.
—¡Es solo una niña! —chilló Tegan.
—Cumplirá catorce en unos días —recordó Gerald como si eso aplacara las aguas.
Pero sé que para Gerald también este trato le cuesta. A todos en esta familia, K.T les recuerda a Elisa, por lo tanto, todos la quieren, es el tesoro de los Wolff.
—Cariño, no te puedo obligar a esto —le decía Gerald—, así que si no estás cómoda, entonces encontraré otra manera.
Pero K.T no dijo nada, no hasta después de unos minutos, cuando preguntó pausadamente:—¿Es necesario?
Gerald la miró con inmenso amor, mientras le respondía:—Si, cariño.
K.T tragó gordo, miró a Ari, que tenía el ceño arrugado y las manos hechas puño. Entonces le tomó la mano y se volvió a Gerald.
—Está bien. Lo haré.
Fue ahí cuando Reiner salió a zancadas de la oficina, tomó las llaves del auto y se dirigió a afuera. Spencer y yo intercambiamos miradas, y rápidamente lo seguimos. Cuando pasamos por el recibidor Reiner ya estaba saliendo de la mansión.
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La Manada de los Wolff
Novela JuvenilNoah no ha dejado de correr desde el día en que unos hombres asesinaron a su padre a sangre fría enfrente de él. Desde ahí siempre supo que se las vería por sí solo. Pero todos sus planes se complican cuando un día, un hombre llamado Gerald Wolff...