PRÓLOGO.
Mis padres me habían convencido. Debía ir. No por ellos, sino por mí. Pero solo el pensar en aquel horrible internado me parecía una idea escalofriante. Era viejo, poco cuidado, y demasiado grande para mi gusto. Yo hubiera preferido ir a la academia militar, si me hubieran dado la opción. Sin embargo, era la residencia más exquisita de toda Nueva York. No podía quejarme. Iba a compartir clases con la élite. Aunque no me cayeran lo que se dice "bien" la gente creída, debía de reconocer que era un honor sentirme una más de ellos, porque hasta ahora mi condición de nacimiento y vivienda en Brooklyn no daban para mucho.
Seleccione mi ropa para meter en la maleta; dos faldas, tres camisetas, un abrigo, dos pantalones, un vestido, y, ¡oh!, el uniforme azul claro del internado. Aún me parecía mentira que a estas alturas, con casi diecisiete años, nos hicieran llevar el conjunto formado por la camisa, la falda y el polo. Además, eran feísimos. Tanto azul no era una buena combinación.
Miré los zapatos; y escogí un par de tacón, unas zapatillas, y unos zapatos normales. Los reglamentarios ya me los había puesto mi madre. Zapatos negros; y de ante. Lo único que me preguntaba es cuánto habían debido de costar. Seguro que mucho, quizás demasiado.
Estaba sola en casa, pero pronto me vendría a recoger el taxi, al que había llamado mi padre, minutos antes de irse. Tenía poco tiempo. Lo justo como para decidir si me llevaba o no el maletín de maquillaje. Decidí que allí tendrían, pero me lo llevé por si acaso. Siempre se dice que es mejor prevenir que curar, ¿no? Además, que ya estaba acostumbrada a llevarlo siempre encima.
Me puse delante del espejo mientras me vestía con unas sandalias, una camiseta de tirantes, y unos pantalones cortos. Hacía un calor abrasador en ese tiempo del año. No me había hecho aún a la idea de que me iba a un sitio donde te obligaban a llevar medias, durante todo el año. Excepto en los ratos libres, pero estos eran más bien pocos.
Sabía que en cuanto cruzara la puerta, me arrepentiria de haber aceptado en su momento. Iba a dejar atras muchas cosas; mi familia, mis amigos, mi instituto, mi casa... Demasiadas cosas. Lo único que se salvaba es que podría seguir estando en contacto mediante el ordenador y el teléfono.
Cogí la maleta, y, tras suspirar un par de veces, mirando atras, salí por la puerta principal. Me esperaba un largo camino. Empezar de cero. Tratar de encajar. Hacer amigos. No, salir cuanto antes. Esas eran mis prioridades. Solo un año. No paraba de repetirmelo.
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Solo un paso.
Romance¿Es cierto que solo hay un paso del amor al odio? Si es así, a Bianca no le resulta tan sencillo. Carlos es el chico popular, cínico, psicópata manipulador, maleducado; aunque tiene dos grandes virtudes bajo esa fachada: es leal, y tiene un coraz...