Capítulo 24. Not feelings.
Me cogió por las piernas, y me levantó un tanto, sujetandome con la misma pared. Yo le rodee la cintura con las piernas. Era yo misma... por una vez, me sentía libre. Mejor que nunca. No pensaba, simplemente... actuaba. Porque sí. Sin sentimientos. ¿O sí que los había? Daba igual.
Nos besabamos con furia, como si tuvieramos prisa. Él movía su mano derecha desenfrenadamente por mi espalda, mientras con la otra, seguía sujetándome. o, por mi parte, agarraba su cuello de manera completamente posesiva. No sabía el por qué de áquel comportamiento, pero me daba compelatemente igual. De repente, me miró, despegando mi slabios de los suyos.
-Eh. Deberiamos parar.
¿Qué? Yo no quería parar, no en áquellos momentos. Había perdido demasiado el sentido coherente como para siquiera pensar en dejar de besarle. No le iba a dejar que decidiera. Sabía las consecuencias, pero quería seguir besándolo. Me importaba muy poco lo que fuera a pasar después, solo me importaba el presente.
-No. Cállate.
Me junté otra vez a él, pero esta vez le di la oportunidad de dcidir si seguirme besando. Yo quería que lo hiciera, pero no sabía realmente cuál sería su reacción. Pero tardé muy poco en darme cuenta de que sus labios volvían a estar sobre los míos.
¿Y si entraba alguien en el baño? No, eso era imposible. Carlos y yo estabamos empujando la puerta para que esta no pudiera ceder en ningún momento, para que nadie nos viera. Le levanté un poco la camisa, para poder tocar su piel. Él hizo lo mismo, pero ésta vez, yo se lo permití. De todas formas, respetó los límites.
Me mordió el labio, y luego la barbilla. Se separó de mi rostro, para depositar ligerísimos besos, marcados con los dientes, en mi cuello. Me volvía loca. No entendía por qué Carlos ejercía ese gran poder devastador sobre mi cuerpo. Yo le imité, dejando una marca en el lóbulo de la oreja izquierda, y en el cuello. Una marca de posesión. Él pareció darse cuenta, pero decidió ignorarlo.
Nos alejamos un tanto de la puerta, solo para colocarme encima del lavabo. Seguiamos besándonos, y me empezaban a doler los labios. Pero no iba a parar por ello. No de momento.
-¿Qué pasa, te gusta...?
Y la puerta cedió con un sonido chirriante. Sin avisos. Simplemento lo hizó. Y yo no me di cuenta de quién había entrado hasta que lo vi mirarnos con expresión asombrada. Me aleje de Carlos, y por fin tome consciencia de lo que había pasado. Tenía mucha vergüenza. Él solo sonreía.
-¿Qué pasa, tío?
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Solo un paso.
Roman d'amour¿Es cierto que solo hay un paso del amor al odio? Si es así, a Bianca no le resulta tan sencillo. Carlos es el chico popular, cínico, psicópata manipulador, maleducado; aunque tiene dos grandes virtudes bajo esa fachada: es leal, y tiene un coraz...