Capítulo 88. We are never ever getting back together.
Y así pasaron las siguientes dos o tres horas, sin ver a nadie. Aunque no derramé ni una sola lágrima más. No iba a darle ese privilegio, aunque me estuviese muriendo por dentro.
Me había tumbado en la cama, bocabajo, y había decidido no pensase en ello, pero era imposible. Por una parte, no quería creerme que fuese verdad, que solo hubiese sido un puto juego. Por otra, pensaba que algo, en la conversación que habíamos tenido, fallaba. El que se hubiese ido así, por ejemplo. Aunque me refería más a lo que me había dicho, a que, en verdad, era en eso en lo qué habíamos quedado. Porque tenía toda la razón del Mundo, aunque fuese su culpa, y su maldita norma. Pero había llegado demasiado lejos... Había estado a punto de acostarse con otra persona. Y no sabía qué parte me fastidiaba más, si que se hubiese querido acostar con ella... o que no hubiese querido acostarse conmigo. Es eso por lo que pensaba que había sido un mero entretenimiento en su vida, que en verdad no le importaba una mierda.
Marion entró por la puerta justo en aquel momento, y se sorprendió un poco. Normal, todavía tenía las mejillas hinchadas de haber llorado antes. Se quedó un instante en el marco de la puerta, y luego la cerró de golpe, para venirse rápido hacia mí.
-¿Qué ha pasado?
Se sentó en mi cama, a mi lado, y me abrazó en cuanto me incorporé. La correspondí, y, sin querer, volvieron las malditas lágrimas. Pocas, pero me que me hacían ver débil.
-Carlos... yo... Me ha engañado, Marion.
Bueno, exactamente no sabría decir si eso era cierto, pero teóricamente... Daba igual, el mero hecho de que lo había pensado era lo que importaba.
Me separé lentamente de Marion, y ella me volvió a traer hacia sí. Mierda.... sonaba peor cada vez que me atrevía a decir lo de Carlos.
-Ven aquí. Cuéntamelo, cariño.
Cerré los ojos, y respiré hondo. No sabía si estaba preparada para contarlo, pero si había empezado... tendría que terminar. Tampoco había mucho que contar, la verdad. Aunque dolía, dolía mucho.
-Es que... Le escuché cuando subía decir que... que había estado con alguien más. Luego me lo confirmo, Marion. ¡Me lo confirmó! ¿Cómo crees que me siento ahora?
Ella negó con la cabeza, como comprendiéndome. Era una sensación extraña, me sentía algo liberada después de habérselo dicho. Quizás era lo que necesitaba, desahogarme de una vez por todas.
-De ninguna manera, Bianca. No puedes sufrir por ese imbécil... Bueno, teóricamente puedes, pero no debes. Es más, quién debe sufrir es él por haberte dejado escapar. Una chica guapa, inteligente... como tú quedan pocas, ¿sabes? Así que vamos, ¡levanta la cabeza! ¡Hazle sufrir a él!
¿Qué? ¿Qué YO le hiciese sufrir a Carlos? ¡Eso era una subnormalidad! ¿Cómo iba a hacerle sufrir yo? Era una chica del montón, al contrario de lo que Marion me había dicho, y no del todo inteligente; puesto que si lo fuera jamás hubiera aceptado salir con Carlos... y por supuesto nunca me habría enamorado de él.
Levanté un poco la cabeza, y ella rió. ¡Qué buena mentirosa! No sabía cuántas veces lo había dicho ya, pero era la verdad. Una mentirosa adorable, por cierto. Pero que se equivocaba, puesto que de ninguna manera Carlos había sufrido con lo que le había dicho. Si no, al menos no hubiera abandonado la habitación de esa manera, aunque yo hubiese tratado de echarle mil veces.
-Yo... no creo que pueda.
Marion asintió con la cabeza, y hizo una mueca. Me levanté de la cama, y empecé a andar por el cuarto nerviosamente. Con ganas de morderme las uñas, aunque no lo hice porque era una costumbre que había dejado atrás hacia ya tiempo.
-Podrás, lo sé. Tranquila.
No sé si había que tener fe ciega en que pudiera vengarme, o algo parecido. porque los problemas no se solucionaban de esa manera... pero verla sonriendo me hizo sentirme un poco más segura. Terminé asintiendo, aunque no del todo convencida.
Alguien empezó a llamar a la puerta, calmadamente. ¿No iba a ser Carlos, verdad? ¿No querría hablar conmigo, no? Me levanté despacio, y, ante los ojos expectantes de Marion, fui a abrir la puerta. Ella detrás mía.
La imagen con la que me topé entonces era completamente arrebatadora. Y no por ser buena, precisamente. No me lo esperaba en absoluto, y por supuesto que no quería verle. Por mucho que nos hubiésemos besado, en el juego y solo el juego, no olvidaba lo que había pasado el lunes... ¡Maldito Lunes!
-Bianca.
Marion me dio un beso en el pelo, y salió al pasillo, dejándonos completamente solos. Delante del otro. Mirándonos, y en mi caso, sin entender una mierda. Pero él, como siempre, sonriendo. Como si nada importase realmente. ¿Para que había venido?
Entré un poco más en mi cuarto, en cuánto supe que no iba a poder decir ni una sola palabra. E intenté cerrarle la puerta en las narices, pero no dio resultado. Puso su brazo en medio, y me impidió avanzar más en lo que tenía planeado.
-No, espera. Solo un minuto, quiero decirte algo.
Le miré, y hubo algo que me llamó la atención. Había hablado con voz... Impropia de él, y ya no estaba sonriendo. De hecho, diría que podía incluso entrever algún tipo de arrepentimiento.
-Suéltalo, Humprey.
Era la primera vez que le llamaba por su apellido en voz alta, y tan seriamente como lo había hecho. Pero no iba a dejar que me alterara en un momento, aún más de lo que estaba, como solía hacer.
-Nada. Ya me voy.
Y, con la bipolaridad del chico que tenía delante, se largó como había venido por el pasillo. ¿Para qué narices...? ¡Mierda! ¡Ahora me picaba la curiosidad! ¿Para qué había venido, y había insistido en que no le cerrara la puerta?
Cerré de un golpe, casi sin pensar, y me fui rápidamente a mirar al espejo, como un impulso. Pero nada, seguía como siempre. Con el maldito pelo enredado en unos rizos más-bien-demasiado-definidos, y con las mejillas hinchadas. Y la ropa... Bueno, eso era un aparte. Tenía todo el uniforme descolocado, y no me había dado cuenta de que nada esta en su sitio. Mi falda estaba torcida, y los pliegues deshechos. Llevaba parte fuera de la camisa y parte por dentro.
Me arreglé un poco como pude, y me quité el uniforme. Menos mal que no tenía que cargar con eso todo el día. Me puse una sudadera, y unos pantalones cortos. Y luego me dirigí a la puerta, sin saber si salir o no. Porque podría ser que me viniera bien el aire.
Decidí que era lo mejor, y salí por la puerta. Parte pensando en lo que había hablado con Marion, y parte pensando en lo ridícula que había sido la situación con Humprey.
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Solo un paso.
Romance¿Es cierto que solo hay un paso del amor al odio? Si es así, a Bianca no le resulta tan sencillo. Carlos es el chico popular, cínico, psicópata manipulador, maleducado; aunque tiene dos grandes virtudes bajo esa fachada: es leal, y tiene un coraz...