CAPÍTULO 1. ESCONDIDA.
Se abría ante mí el más inmenso internado de todos los tiempos. Mi vista no alcanzaba a verlo antero. Las vallas me tapaban la visión. Aún no estaba dentro, y ya tenía miedo. Hacía solo dos minutos, cuando el taxi me dejo en la parada, ya estaba convencida de que las cosas estaban donde debían estar. Que yo estaría mejor en el internado. Mejoraría mis notas, y podría alcanzar mi gran sueño de estudiar medicina. Mis calificaciones en el anterior colegio no eran buenas, me alegraba si quiera cuando llegaba al siete de media. Quería que eso cambiase. Y por eso vine aquí, para ver si mejoraba, y por fin conseguía buenas notas.
Estaba preocupada. Me encontraba ante un gran dilema: entrar o no entrar. Sería tan fácil dar media vuelta y dejar todo esto atras. Volver a mi casa, con mi gente, con mis cosas. No entrar en ese puñetero colegio que se alzaba para mi vista.
-¿No entras?
Me asusté. Miré para todos lados, pero no ví a nadie. Era una voz masculina, y me resultaba familiar, como si la hubeira oido en alguna otra parte. Pero nada, estaba sola. No había nadie a mi lado que hubiera podido pronunciar esas palabras. ¿Me estaría volviendo loca? Derecha. Izquierda. Dereccha. Izquierda. Nada. Solo arbustos, y arboles me rodeaban.
Me quede allí parada, pensando en lo que había sucedido. ¿Podía haber sido esa voz... víctima de mi imaginación? No. Sonaba muy real. Demasiado real. Pero para ser así, faltaba alguien que la hubiese usado.
-Normalmente, se responde cuando te hablan.
Otro susto. Las hojas se movían tras de sí, pero seguía sin haber nadie. Movimiento de hojas. Derecha. Izquierda. Derecha. Así hasta que visualice una sombra encima de una rama del árbol más alto, detrás de mí. Posiblemente me vió, porque bajó de inmediato. Tan de inmediato que casi no me da tiempo a apartarme antes de que me aplastara. Me dirigió una mirada de reproche.
-Me llamo Carlos. Aunque no parezca importarte.
Me fije mejor en él, en sus rasgos. Llevaba una camiseta blanca de manga corta, y unos pantalones vaqueros. Tenía la tez clara. ¿Ojos verdes? Sin duda lo eran, sí. Era moreno, aunque su pelo se parecía un tanto al color del Sol. Era fuerte, se le notaban los músculos por la parte de los brazos que quedaba descubierta. Quería responderle, pero no salía de mi boca ni un apice de voz. Me había quedado muda. ¿Por qué me había quedado muda? La impresión, quizás. No lo sabía. Era la primera vez que me pasaba algo así.
-Bueno, eh. Pues nada. Ya nos vemos por ahí, ¿eh?
Me miró nuevamente, y, sin parecer pensarselo apenas, se fue hasta la entrada, y se mezclo con el poco gentio que se movía dentro del jardín.
ESTÁS LEYENDO
Solo un paso.
Romance¿Es cierto que solo hay un paso del amor al odio? Si es así, a Bianca no le resulta tan sencillo. Carlos es el chico popular, cínico, psicópata manipulador, maleducado; aunque tiene dos grandes virtudes bajo esa fachada: es leal, y tiene un coraz...