Capítulo 2. Empezando.
Me sentía confusa con lo que acababa de pasar. ¿Me había quedado sin palabras? ¿Ante un chico? No entendía nada. Miré al suelo. Las maletas seguían a mi lado. Pensé un poco más, ¿Qué acaba de pasar? Era ridículo. A mí no me pasaban estas cosas. Yo no era así. Nadie me dejaba sin habla. Nadie.
Lo pensé bien... quizás solo me había quedado cortada ante lo que me había dicho. Me echaba en cara que no le saludara, cuando ni siquiera había llegado a conocerle. Se escondía en las sombras... ¿Qué clase de psicópata manipulador...? Dejalo, no importaba.
Miré al frente, y me conciencie de que tenía que tomar una decisión. No había mucha gente en el jardín, menos incluso que cuando entró ese chico... ¿Carlos? Sí, Carlos, así había dicho que se llamaba. Solo un cinco chicas jugando a las cartas y un grupo de chicos tumbados en el cesped. Me llamaba la atención que todos actuaran con normalidad, aún sabiendo que estaban encerrados. Normal, Bianca, normal; muchos de ellos han vivido aquí toda su vida, o como mínimo, llevaban un curso sin salir de allí. Sin embargo, parecían algo mayores que ella. Algunos de los chicos aparentaban tener diecinueve o veinte años. Pero eso era imposible, solo se admitían alumnos de diez, a dieciocho años. Y en su residencia únicamente podrían estar los de más de dieciseis.
Mire nuevamente hacia todos los lados. Una chica, probablemente francesa, andaba acompañada de sus padres hacia mí. Llevaba un vestido azul claro que iba a juego con sus ojos. Unas ligeras pinzadas de maquillaje se podían ver bajo sus parpados. Sonreía. Era muy del estilo del sitio. Se paró antes de llegar a mi lado, girándose y despidiendo a sus padres con un beso. Me sorprendió que no llevara maletas, ni una sola. Parecía que hubiese llegado al internado hace apenas instantes, y que se dirigía por primera vez a él.
Sus padres se alejaron de nosotras, y ella me miró y me sonrió. Tenía una sonrisa preciosa, era imposible negarlo. Y parecía simpática. Quizás me integrara bien, al fin y al cabo.
-Hola. Soy Eve.
No me dió tiempo a pronunciar palabra antes de que me diera dos besos, y tras separarse de mí, sonriera de nuevo. Yo la mire extrañada, la gente no era tan maja. Simplemente. Pero no iba a empezar con mal pie.
-Bianca.
Me dió un abrazo, y miró las maletas. Eran solo dos, pero eran muy grandes. Una, extremadamente grande. La mitad de alta que yo. No se sorprendió en absoluto, porque comprendió instantaneamente que me quedaría mucho tiempo.
-¿Entras?
Me señaló la entrada que se abría ante nosotras, y me lanzó una gran sonrisa de alegría. Sin duda ella si que quería hacerlo, lo tenía todo más claro que yo. Al ver que no me decidía, dió unos pasos hacia alante y me guiño un ojo, comprensiva. Y tome una decisión. Y entre.
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Solo un paso.
Romance¿Es cierto que solo hay un paso del amor al odio? Si es así, a Bianca no le resulta tan sencillo. Carlos es el chico popular, cínico, psicópata manipulador, maleducado; aunque tiene dos grandes virtudes bajo esa fachada: es leal, y tiene un coraz...