Capítulo 28. ¿Puedo hacerte una pregunta?
Carlos mordia delicadamente la manzana que había cogido en la mesa, pero sus ojos seguían clavados en mí mientras lo hacía. No entendía el por qué de su actuar.
-¿Qué?
Baje la mirada. Nunca había sido una chica... tan sumamente fácil. Ahora todo era más complejo que eso, con Carlos. Tenía una personalidad, que... ¿para qué mentir? Me gustaba. Me gustaba mucho. Sus besos... Era extraño que pudieran tener ese efecto en mí, pero lo tenían. Me sacaban de juicio, me convertían en otra persona.
-Carlos... ¿me dejas preguntarte algo?
Sonrió a media, e inclinó la cabeza, en señal de aprobación. Dios, me estaba volviendo loca. Y eso que sabía, porque él me lo había dejado claro, que solo era una diversión para él.
-¿Por qué tienes tanto interes en mí?
Desvié los ojos hacia cualquier otro lado, no podía creerme que hubiera dicho eso. Las chicas del grupo que había detras nuestra se estaban yendo, aunque seguían mirando a Carlos, con gestos apacibles y curiosos.
Me levantó la barbilla, obligándome a mirarle. Sonrió de nuevo, y acercó su cara a la mía. No, por favor. Otra vez más no. No aquí delante de ellos.
-¿Y por qué haces esas preguntas? Intentas buscarle una explicación a lo que no la tiene. No hay motivos. Me gustas, punto. ¿Por qué no puedes dejarte llevar simplemente? ¿Por qué eres tan distinta?
No. Mentía. No le gustaba, solo jugaba conmigo. Pero yo le dejaba seguir haciéndolo. Ya no me importaba. Sobretodo no, cuando su rostro estaba cada vez más cerca del mío... Cuando recordaba lo que había pasado antes, en el baño. Cuando recordaba lo que había pasado esa misma mañana, y lo que sucedió el día anterior. Mi vida estaba hecha un lío, pero con él, lograba evadirme de los problemas por un tiempo. Aunque después la realidad me azotará y fuera él el causante de la mayoría de ellos.
-No... no sé.
Sus labios se juntaron a los míos, pero no del todo. Quedaban unos centímetros entre nosotros. No se a qué esperaba para juntarlos, o a qué esperaba yo para separarme de él. La diferencia, que yo no quería hacerlo.
-¿Por qué no compruebas si verdaderamente algo de lo que preguntas importa?
No sabía exactamente que hacer. Me mordí el labio, haciendome daño. Le tenía tan cerca... sería muy fácil dejarme llevar, pero cada vez que lo hacía, perdía la consciencia de mí misma. Perdía el control. Ese era el efecto que ejercía sobre mí.
-Vamos. Simplemente, déjate llevar.
A cuántas chicas les habría dicho la misma frase... y cuántas habrían caído. Muchas, desde luego. Tan patéticas como yo. Pero quería hacerlo. Quería besarle de nuevo, es más, no quería dejar de besarle. Nunca.
Mis labios se juntaron a los suyos, y él reaccionó cogiéndome por la espalda, aún sentado. Me paso una mano por el hombro, y me atrajo más a él. ¿Por qué no me podía controlar? Hacia apenas horas, juraría haberle odiado, por manipularme. Y ahora era yo consciente de que le estaba besando. ¿Qué me estaba pasando? Yo no había sido así, yo no me besaba con la gente porque sí. Yo necesitaba sentimientos, y con Carlos... no creía que los hubiera. Simplemente me abandonaba y me dejaba llevar. Sí, confiaba en él en esos momentos.
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Solo un paso.
Romance¿Es cierto que solo hay un paso del amor al odio? Si es así, a Bianca no le resulta tan sencillo. Carlos es el chico popular, cínico, psicópata manipulador, maleducado; aunque tiene dos grandes virtudes bajo esa fachada: es leal, y tiene un coraz...