Capítulo 34.

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  • Dedicado a Bianca
                                    

Capítulo 34. Never kiss me like this way.

Abri un instante los ojos. Daniel seguía besándome, con paciencia infinita. Yo estaba asustada. Me asustaban mis sentimientos. O la carencia de ellos. Antes había querido que me besara, pero ahora lo único que deseaba era que parase. No sentía absolutamente nada, ni siquiera repulsión. Simplemente, no evocaba emociones en mi interior, como lo hacían los besos de Carlos.

¿Debería continuar besándole? ¿Debería decirle que parase? Algo en mi corazón me decía que era una mala idea seguir con eso, pero la otra parte decía que era lo más correcto. Que me esforzara por sentir. Porque él era sin duda mejor que Carlos, para mí. Porque Carlos era un estúpido, y Daniel era perfecto. Porque él me había consolado, donde Carlos era el causante de mis lágrimas.

Me juntó más a él con los brazos. Sus mofletes estaban muy rojos, y desprendía mucho calor a través del contacto. Me daba miedo. Me daba miedo el no sentir, porque era lo que debería hacer. Corresponderle.

Se separó un instante de mí, y me sonrió. ¿Cómo iba a fastidiarle esa preciosa sonrisa con mis sentimientos? No. no lo haría, no sería capaz. Sonreí con él, y volvió a unir sus labios con los míos. No había atracción, no había emoción, no había pasión. No había nada de nada.

-Bianca...

Deseaba que se apartase de mí. Deseaba que solo fueramos amigos. Deseaba que me abrazara, y se quedara junto conmigo, pero solo eso. No deseaba ningún otro beso. Porque él no era para mí. Eso ahora estaba muy claro.

Despegó sus labios de los míos un momento, y se tumbó bocarriba en la cama. Me arrastró con él, y de nuevo, posó sus labios sobre los míos. Esta vez, en un beso mucho más veloz. Más furioso. Mi mente me gritaba que parara, que le empujara. Que no continuara, antes de que...

La puerta se abrió de golpe. Ni siquiera llamaron. Daniel y yo nos despegamos instantaneamente, y me alegré por ello. Fuese quién fuese, me había salvado. Me había salvado de que ocurriese algo más, porque yo no era capaz de pararlo, aunque lo deseara con todas mis fuerzas.

La silueta que ví en el marco de la puerta, no era la que me esperaba. Se quedó atónito mirándonos. Y después, fue directo hacia Daniel. Era Carlos.

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