Capítulo 79. ¡Como si fuera fin de año!
Marion y yo estábamos mirando ropa para ponernos por la noche, que ya no faltaba tanto. Hacia ya rato que Carlos se había despertado, y había accedido a ir a la fiesta. Él si que conocía a Isabella, al parecer.
-Coge éste, éste y esto. ¡Y este también!
Dejó cuatro de sus vestidos encima de su cama, ante mi mirada impresionada. Ya había desistido de buscar entre mi ropa... Algo que pudiera ponerme de su gusto. Bueno, y del mío, ya que estábamos. Mi ropa no era precisamente para fiestas. No brillaban como la suya.
-O si no, ponte esto. ¡Ya veras que bien te queda!
Quitó los vestidos de mi vista, y dejó unos pantalones y un chaleco negro de brillantes. A juego. Preciosos. Quizás demasiado para mí. No era justo, ella debía ponerse esa ropa. No tenía por qué dejarme nada, pero había insistido. Y yo... Supongo que me había dejado llevar por las lentejuelas. Vale, me gustaban más que los vestidos.
-Pillate la corbata, Dios. ¡Vas a estar alucinante! Ahora solo me faltan... ¡La básica! ¡Esta servirá! Y... ¡Los zapatos! Mm... ¡Estos genial!
Dios. Ya me estaba volviendo loca. Una corbata negra, unos zapatos altísimos grises... Vale, me iba a matar con eso. Y una camiseta de tirantes blanca. ¡Solo me faltaría un sombrero para parecer una stripper! ¡Pero es que era ropa tan bonita! Y parecía demasiado cara como para que yo pudiera comprármela... Así que si no la hacía caso y me lo ponía todo, no habría una segunda oportunidad.
-Tranquila. Vale. Pero vamos a cenar antes, ¿no?
No había hecho los deberes de química, no había estudiado nada... Y ya se me había pasado toda la tarde. Bueno, qué más daba. Agarré a Marion del brazo, y salimos por la puerta.
Avanzamos medio corriendo por las escaleras de la segunda y primera planta, y llegamos al comedor. No había mucha gente, así que pudimos entrar a coger la comida pronto. Solo cogí una ración de patatas cocidas, y un yogur de postre. Fuimos a sentarnos en una de las mesas, y lo comimos todo. Tampoco es que tuviera mucha hambre, pero me negaba a dejar de comer... Otra vez.
Cuando nos lo terminamos todo, volvimos a correr hacia las habitaciones. Era demasiado pronto, y lo sabía, pero Marion estaba completamente extasiada... Y me estaba contagiando un poquito su felicidad.
Abrimos la puerta del cuarto, riendo, y nos miramos un segundo, asintiendo, cómplices. Cogí la ropa de encima de la cama, y comencé a desvestirme, mientras Marion hacia lo mismo con su vestido. Ella había escogido un vestido corto, y ceñido en la parte superior, de color salmón, con transparencias y destellos. Iba a estar guapísima, deslumbrante.
Me puse los pantalones, pensando en si tendría frío después. Y luego la básica, y el chaleco. ¿Lo de la corbata no era exagerado? Iba a estar muy cargada. Me puse los tacones bastante despacio. Estaba segura de que cuando acabase la noche, no iba siquiera a poder andar... Bueno, si aguantaba toda la noche.
-La corbata, Bianca. No te olvides de la corbata.
Suspiré lentamente y me la coloqué. Luego me miré al espejo. ¿Stripper había dicho? Oh, eso era un piropo para lo que parecía. Pero mi pelo... Dios, eso me hacia bastante gracia. Estaba completamente despeinada.
-Perfecta. Ven aquí. Vamos a arreglarte el pelo.
¡Cómo si me pudiera leer el pensamiento, oiga! Me cogió de los brazos, y me sentó enfrente de ella, de regreso en mi cama. Luego empezó a toquetear mi pelo, con una especie de espuma o algo. Genial, ahora se me quedaría pegajoso. Cogió mi flequillo, y me lo echo para atrás. Oh, no. Mi flequillo no. Era lo único que me gustaba un poquito de mí.

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Solo un paso.
Lãng mạn¿Es cierto que solo hay un paso del amor al odio? Si es así, a Bianca no le resulta tan sencillo. Carlos es el chico popular, cínico, psicópata manipulador, maleducado; aunque tiene dos grandes virtudes bajo esa fachada: es leal, y tiene un coraz...