Capítulo 67.

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Capítulo 67. Es así como especial.

Le separé de mí, empujando como pude con las manos. Madre mía, todavía no sabía muy bien qué era lo que había pasado. ¿Me había besado? Sí, ¿pero qué narices le había llevado a hacerlo? Una persona que odia a otra no la besa. Excepto que seas... Ah, sí, Carlos. Mierda, Carlos.

-¿Qué coño haces?

Él hizo una mueca, pero terminó sonriendo. Yo me sentía culpable por no haber podido separarle incluso antes de cuándo lo había hecho. Dios, ¿por qué le había dejado besarme? Probablemente fuera porque no me lo había esperado.

-Vaya, parece que sí. Los nerds besan mal, me lo apunto, ¿eh Bianca?

Y salió de la habitación sin más. Jodido estúpido. ¿Cómo podía... seguir llamándome nerd? Habían pasado demasiados años ya, ya no me conocía. Y aún así, se atrevía a seguir llamandomelo. A sabiendas de que me seguía haciendo tanto o más daño que antes. Pero es que había cambiado, ya no me escondía. Tenía amigos. Tenía novio. Mi vida había cambiado por completo, y él no era nadie para negarmelo.

En ese momento, y sin ser consciente apenas de ello, mi mano se deslizó hasta el suelo, al pie de la cama, y cogió la botella de vozka. La lleve a mis piernas, para sujetarla, y la destapé. No sabría decir en qué momento exacto ésta estuvo en mi boca. Pero lo hizo. Y yo tragaba sin parar. Como si me fuese la vida en ello.

No tardé mucho en darme cuenta de lo qué estaba haciendo, sin embargo. Y paré de inmediato, pero ya era tarde. Notaba como el alcohol pasaba directamente y quemándome la garganta con cada trago que había dado. Y poco después, cómo mi cabeza empezaba a dar vueltas. Necesite tumbarme en la cama, pero eso fue peor. Todo a mi alrededor giraba sin parar, incluida la cama de Marion, y la ventana. Dios, era demasiado para mí. llevaba demasiado tiempo sin beber cómo para hacer lo que había hecho. Y el alcohol me había subido muy rápido a la cabeza. 

Intente levantarme, pero me volvi a caer. Cerré los ojos, pero no hizo ningún efecto. A lo mejor si me dormía... ¿qué estaba diciendo? ¡Jodido Humprey! Pensaba que ya no me importaba lo qué me dijeran, pero la verdad es que me seguía doliendo cómo siempre. Encima, viniendo de él... Y luego el beso, él tenía la puta culpa de todo.

Empecé a llorar. Me sentía impotente. Ni siquiera el intentar dormir daba resultado, solo empeoraba más las cosas. Mierda, mierda, mierda. Mi cabeza. Me tapé la cabeza con mi almohada, al menos para no ver cómo se movía la habitación. Ya ni siquiera podía pensar coherentemente. Y todavía era la tarde... Lo que había hecho era una soberana jilipollez.

Oí unas voces en el pasillo, cada vez más alto. Joder, ¿podían callarse de una puta vez? Parecía la voz de... mierda, no sabía de quién. ¿Me resultaba familiar? ¿Sería de...? ¿Cómo se llamaba ese chico... del internado? ¿Mi compañera de... cuarto? ¿Algún profesor? ¿Aquella chica rubia... de ojos azules? Dios, no lograba recordar el nombre de nadie, apostaría a que ni siquiera el mío.

Me pareció que llamaron a la puerta, pero no quise hacer caso a la primera. Pero siguieron llamando, insistentes. Yo no estaba en condiciones de abrir la puerta, a si que que se jodieran. Ni siquiera pensaba que pudiera levantarme en ese estado; no sin tener un grave accidente. Por favor, si ni siquiera me podía haber levantado de la cama antes, que me había vuelto a caer.

-¿Bianca? ¿Estás ahí?

Esa voz sí que la conocía. Había hablado con él... ¿ella? antes. No sabría decir cuándo, pero lo había hecho. Juraría que... Dios, ¡era Carlos!

La puerta se abrió de golpe, y yo solo escondí mi cabeza más en la almohada, intentando ocultarme de él. No quería que me viera en ese estado, aunque apenas pudiera pensar. No estaba cuerda, pero era algo consciente de la vergüenza que pasaría si me viera así.

Carlos cerró la puerta de golpe, y fue hacia mí. ¿Por qué hacía tanto ruido? Solo podía notar sus pasos aproximándose cada vez más... más... hacia mi cama. Yo no quería verle, no quería levantar la cabeza. Dios, me encontraba fatal. Quería vomitar.

-Pero... ¿qué coj...? Bianca, eh, mírame.

No sé cómo narices se dió cuenta, pero pareció arrastrar un vidrio por el suelo. Y, madre mía, hacía demasiado ruido. ¿Por qué no se iba ya? ¿O se tumbaba? Pero por favor, que parara de una vez.

Se arrodilló en el suelo, a mi lado, y me observó. No sabía cómo, pero era consciente de que estaba haciéndolo. Podía notar su mirada en la almohada, justo allí donde tenía apoyada la cabeza. Luego sentí sus manos alrededor de mi cuello, suavemente. Suspiró, y me tapé los oidos con las manos. Cada vez, lo que fuera, sonaba más y más alto. Y se me hacía insoportable.

Me levantó la cara, y quedó impresionado. No sabía qué era lo que esperaba o lo que estaba viendo en mí exactamente, pero seguro que fue algo que no le gusto en absoluto. Bueno, supongo que no se esperaba para nada verme en este estado. No sonrió, y se quedó fijo mirando mis ojos. Tuve que cerrarlos, algo me hacía daño. Y quería tumbarme de nuevo. No creía que fuera a aguantar en esa posición mucho más tiempo. ¿Qué había hecho?

-Has bebido. Joder, si solo hace una hora que te estuvimos juntos. ¿Qué narices ha pasado?

Solo un paso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora