Capítulo 94

2.4K 297 41
                                    

Se elevó algunos metros antes de tantean por la cornisa para adelante, pero no tuvo el tiempo suficiente para evitar perder parte del equilibrio y evitar que la shuriken le dañara la axila. Cayó, entonces, para la dirección contraria, y se sostuvo por los aires solo de una mano evitando morir. Su pulso estaba a mil, pero no tanto como la furia que lo rellenó al darse cuenta que no planeaban ayudarlo a subir.

-¡Te más cuidado Usuratonkachi! –gritó, contrayendo el brazo bueno para subir a terreno seguro y fijarse en el corte que le había generado a la licra. Una fina línea rojiza hizo su aparición, y chasqueó la lengua caminando a donde estaba Kurama con los ungüentos y pomadas para cubrir la herida.

-Si le dices eso a alguno de los enemigos, estarás muerto –le respondió, también acercándose a ellos junto con Gaara y Sai, quienes charlaban esperando su turno-. Creo que esto fue todo por hoy, hemos entrenado lo suficiente este mes y medio como para evitar que te mueras si coges un cuchillo, realmente me sorprenden tus avances.

Un mes y medio, había pasado un mes y medio desde que Naruto llegó a Japón y vivían entre entrenamientos y escuela juntos con Pato, aquel animal que debía ser como su hijo hasta el fin del curso. El pequeño perro logró subir las escaleras, agitando aquella colita felpuda que distraía la vista del mechón faltante de pelo en su intercostal.

-Miren a Pato, busca a su madre –exclamó Sai ante la emoción del menor, y el perro soltó un ladrido.

-O a su padre, creo que aún no encuentra la diferencia entre lo macho de uno y lo dulce del otro.

Sai sonrió antes de acariciar al pequeño, quien le gruñó antes de dejarlo tocar. Había sido así desde que volvió a casa todo endeble, parecía que se negaba a aceptar a Sai hasta que este le demostraba que solo quería darle cariño. Sasuke le había dicho que se comportaba así porque aún le tenía miedo, pero Naruto negaba el hecho ya que un perro entrenado sabe cuándo una persona es su enemigo y cuando el temor debe cambiarse a respeto.

-Solo no le gusta ser tocado por extraños, es como si alguien más aparte de Kurama o Sai me tocara la oreja, no creo que viviría para contarlo.

Ambos mencionados empezaron a reírse ante el bochorno de Sasuke, quien en un ligero rojez giró la cabeza en señal de vergüenza. Él pudo ser alguien que no viviría para contarlo si aquella noche hubiera avanzando más con el rubio, y, muy adentro de él, agradecía que Sai lo detuviera antes de no poder caminar.

-Quiero una limonada ¿Alguno de ustedes también? –preguntó Gaara, balanceando una recarga semiautomática para guardarlo donde correspondía.

-Yo quiero una Gaa-chan.

-¿Alguien más? –volvió a preguntar, giñándole el ojo a Sai mientras se daba una última estirada.

-Un poco de ramen no me vendría mal –comentó Kurama, y Naruto se unió al pedido.

Las relaciones entre ellos había mejorado mucho con el paso del tiempo, ya no había aquellas barreras que se habían creado los primeros días, se bromeaban y sabían que todo era falso. Empezaron a conocerse aún más, sabían que si le pedían cosas a Gaara cuando este se encontraba de buen humor, el pelirrojo haría todo sin rechistar.

También descubrieron que en una competencia de dibujo entre Naruto y Sai, siempre debían decir que el rubio era mejor o destruía medio baño lleno de la cólera. Había pasado dos veces y los adoquines del cuarto ya no podían ser reemplazados cada rato.

Un secreto más que encontraron en la temporada era que para Sasuke, el apellido era algo muy importante, más que el gel de cabello de extrema resistencia o aquel conejo de peluche que ocultaba en su ropero. Habían intentado fastidiarlo un día con aquello, y Sasuke había entrado en tanta cólera que llegaron a confundirlo con un pollo de Angry Bird por lo semejante que se le había parado el pelo.

Buscado por amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora