Capítulo 84

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No es como si realmente le preocupara lo que Naruto pensara de él, pero si él dejaba de hablarle y dejaba de intentar mantener su relativa "amistad", no sabía que sería lo que le haría Sai al enterarse. Era como decirle que ya no tenía control sobre él, y podría poner su vida en peligro.

Avanzó lo más rápido que pudo hasta la enfermería, donde esperaba encontrar al rubio acostado maldiciendo en cualquiera de los tantos idiomas que decía saber. Pato no se movía, como si supiera a donde era que se dirigían y con quien se encontrarían. Literalmente saltó los tres últimos escalones para llegar antes, no le importó empujar a un grupo de chicos de tercero y a dos profesores que iban sentido contrario al suyo.

-Ten más cuidado –le gritaban, pero él no hacía caso a sus llamados.

Cuando por fin llegó a la enfermería, se detuvo a pensar en la situación ¿Realmente quería ver al dobe? Quiero decir, él podía ser un mafioso ruso, de seguro había matado a más personas de lo que pudo haber hecho Hitler en alguna ocasión y tan solo tenía unos dieciséis años. ¿Realmente quería ir a ver cómo se encontraba una persona así?

Cierta parte suya pensó que lo mejor sería dar vuelta atrás y regresar por donde había venido, pero un minúsculo sentido común suyo le informó que debía abrir esa puerta y preguntar, al menos con falsa cortesía, si se encontraba bien.

Pero cuando estuvo a punto de girar la manija, esta se abrió, y sus problemas rubios aparecieron delante de él.

-¿Qué haces aquí? –le gruñó Naruto, mostrando todos los caninos.

-Kurenai sensei pregunta si estás bien –contestó, y al no escuchar respuesta, continuó-, aunque realmente no me importa si es que vives o mueres, mientras tú intentes saltarte clases, me perjudicas la nota. Así que mueve tu gordo trasero y sígueme a clases antes de que intente matarte.

-¿Y quién me ordenará eso? –Burló, jocosamente- ¿Tú, un simple civil, y quienes más?

Naruto sabía que no había nada que temer con respecto a ese azabache, lo había sabido desde el comienzo. Aunque él se intentara acercar a los enemigos, no tenía nada que informarles, y lo más seguro es que lo mataran después de darse cuenta que solo era una carga para ellos. Estar solo en la enfermería le dio tiempo para escuchar los dichosos audios de Itachi.

Y no se alegró por lo que se enteró.

-No te pongas engreído y solo ve a clases –fue una orden más que una petición.

Naruto fingió no escucharlo, pasó sus ojos de Sasuke a pato, y se quedó mirándolo. Era demasiado perfecto para ser un perro, aquel suave pelaje, su tranquilidad cuando se debía quedar tranquilo, hasta aquel color tan neutro que tenía. Si no fuera por aquella minúscula cicatriz de alguna operación que tenía en la intercostal, sería completamente perfecto.

Esperen ¿Una cicatriz?

-Dame al perro -ordenó.

Algo había pasado, lo presentía, las coincidencias no existían en su mundo. Su llegada a Japón, su furtivo encuentro con Itachi, la balacera, Sai, Kurama, alguien estaba moviendo piezas sin que se percatara y llevaba la delantera. Se estaba dirigiendo a investigar la llegada de Sai cuando Sasuke llegó. Y ahora se había percatado de algo con el perro. Pero al encontrar negativa ante su compañero, prefirió pasarlo.

-Sabes qué –murmuró, con dirección a la salida-, me largo. Me interesa un comino si es que te quieres quedar con el perro. Al final lo tendré.

El pelinegro no sabía ni a qué era lo que se refería el rubio, pero aun así lo siguió.

-¿Y a donde es que te van tan tranquilamente? No me digas –ironizó- ¿A otra misión de agente secreto de pacotillas? ¿A esa cosa donde pertenecías?

Buscado por amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora