El Acta de Restricción de Hombres Lobo

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Había un aire otoñal, iniciando la tarde, el sol se estaba poniendo en el cielo occidental, tornando las nubes dorado y rojo fuerte. En las sombras de los arboles, en lo más alto de una pequeña aldea, se encontraba una cabaña, y la familia que en ella vivía estaba disfrutando de la noche. Unas cuantas hojas habían caído, manchando el patio con explosivos colores aquí y allá, iluminadas por la débil luz del atardecer y las luciérnagas que volaban alrededor, tras ellas se encontraba un niño que las perseguía, cargando consigo un envase vacio de mermelada. El niño iba gritando alegremente mientras corría, en su cara una expresión feliz, sin una sola línea de preocupación en ella.

Los padres del niño lo observaban correr desde el porche de la cabaña, sentados uno junto al otro en una mecedora de dos puestos. Hope, su madre, estaba tejiendo una bufanda al niño para el invierno mientras Lyall, el padre del niño, estaba leyendo el diario El Profeta, el periódico del mundo mágico. En la primera plana, el articulo que estaba revisando era la exclusiva del proyecto que él mismo había estaba supervisando en su trabajo en el Ministerio de Magia. Lyall y varios de sus colegas habían sido seleccionados para estar a cargo del Departamento de Bienestar de la Comunidad Mágica y de la Oficina de Alianza Entre Especies y proponer un nuevo decreto que trabajaría para proteger a las personas de ataques de hombres lobo, por la cual estaba creciendo la preocupación debido a que la licantropía repentinamente había florecido muy salvajemente a través de Gran Bretaña al final de la década de los 50. El Acta de Restricción de los Hombres Lobo de 1963 había sido sugerido hacía solo una semana, y el diario El Profeta ya estaba reportando la gran resistencia de los hombres lobo a los cuales no les había gustado los puntos específicos del Acta de Restricción (como el tener que registrase y ceder a estar en cuarentena por varios días cada ciclo hasta que la luna llena haya pasado). Algunos de los hombres lobo estaban revelándose, tratando de cancelar el Acta, pero había demasiados a favor que protestaban en contra de ellos. El Acta seguramente sería aceptada y los hombres lobos tendrían que ser forzados a tolerar las leyes que Lyall, como cabecilla del comité, había creado para proteger a las personas.

El cielo estaba comenzando a tornarse morado al fin, y Hope se levantó, su hermoso cabello rubio rizado caía sobre sus hombros mientras ella colocaba su set de tejido dentro de una bolsa a sus pies. Ella era una mujer muggle con una cara hermosa que una vez dijeron debía esta en películas, pero se había enamorado de Lyall y no quiso dejar Reino Unido por el brillo y el glamur de Hollywood. Ella estaba bastante alegre incluso cuando, luego de casarse con él, Lyall le revelara que era un mago. Su vida había cambiado, dando un cambio brusco al principio, pero luego estuvo bastante feliz con su vida junto a Lyall y no podía imaginarse haber escogido alguna otra cosa. Especialmente luego de haber tenido a Remus. Él era el orgullo y dicha de sus padres.

Nunca un niño había sido más amado que Remus John Lupin.

-Remus -llamó Hope, su voz corriendo a través del patio. –Es hora de ir adentro.

Remus estaba ocupado, acorralando a una rana en el rincón de un tronco, y no la escuchó.

Hope comenzó a bajar los escalones del porche y estaba tomando el primer paso hacia Remus cuando paró en seco y exclamó: 

-Lyall –chilló el nombre.

Lyall Lupin se estaba levantando por su propia cuenta, habiendo plegado y tirado el periódico en la mecedora. Se movió rápidamente, bajando las escaleras del porche y se paró frente a su esposa de manera protectora mientras el cerrojo de la reja estaba siendo levantada y crujida para abrir y el máss terrorífico desconocido caminó dentro de los confines del terreno.

Remus levantó la vista desde el árbol y fue instantáneamente asustado por la apariencia del extraño. El hombre no era demasiado alto, su cabello era desastroso y sucio... incluso greñudo. Su cara tenia una andrajosa y áspera barba que formaba su mandíbula y viajaba hasta su garganta, saliéndose por debajo del cuello en V de su camisa. Mientras caminaba, su largo abrigo se movía en el aire y una esencia como metal sucio lo perseguía, el olor a sangre.

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora