Hechizo Moco-Murciélago

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James había encantado su libro para que volara alrededor de la sala común de Gryffindor, utilizando uno de los encantamientos que habían practicado como tarea. Peter le aplaudía mientras las hojas del libro encantado se agitaban, volando en círculos alrededor de su silla. Él aún tenía que aprender a dominar el encantamiento, mientras James, Sirius y Remus ya lo habían hecho, y mientras James agitaba su varita alrededor, dirigiendo los movimientos del libro, Peter arrugó su cara en concentración y murmuró el hechizo desesperadamente.

De repente, el agujero del retrato se abrió de par en par tras ellos.

-¡James Potter!

James, volteándose para ver por qué Lily Evans lo llamaba con tanto enojo, descuidó su hechizo y el libro de Encantamientos calló con un golpe seco sobre la cabeza de Peter Pettigrew.

-Lo siento, compañero –dijo él- ¿Qué sucede contigo? –preguntó, volviendo su atención a Lily.

-¿Qué le hiciste a Severus? –demandó ella, sacando su varita y apuntándola a él mientras se acercaba. Muchas personas de años superiores se voltearon para mirar, incluyendo Derek Bell, quien codeó a Bilius Weasley para llamar su atención cuando la varita de Lily se presiono contra el pecho de James.

-¡Caray! –exclamó James abriendo los ojos como platos- Yo... ¡Yo no le he hecho nada! –sacudió su mano y apartó la varita de la chica, forzándola a apuntar a cualquier otro lado- Aleja esa cosa de mi, Evans, podrías hacerme daño.

Ella la volvió a alzar. -¿Asustado de que arruine tu cabello, Potter? –Exclamó ella- Sé que estuviste hostigándolo, yo lo vi justo después de que lo hicieras.

Sirius se puso de pie.

-James ha estado con nosotros por horas –dijo defensivamente.

-Es cierto –confirmó Remus- Hemos estado estudiando desde el almuerzo.

Los ojos de Lily nunca dejaron de fulminar a James.

Bilius aclaró su garganta.

-Evans –llamó él- Baja tu varita, por favor.

De mala gana, Lily apartó la varita del pecho de James y él dejó salir un exagerado suspiro de alivio.

-Muy bien, Evans. Ambos sabemos que no tienes el estómago para hacerme nada, en realidad –dijo él, una sonrisa burlona apareciendo en su rostro. La sonrisa era tan arrogante que una oleada de ira invadió a Lily, saliendo de su pecho y corriendo hasta sus mejillas, y sin siquiera pensarlo, volvió a sacudir su varita, gritando un hechizo, y una luz salió volando, golpeando a James y volándolo lejos.

-¡Hey! –gritó Bilius Weasley, poniéndose de pie, seguido de Derek, acercándose mientras Sirius sacaba su propia varita, preparándose para defender a su amigo- ¡Expelliarmus! –gritó Bilius y tanto la varita de Sirius como la de Lily escaparon de sus manos y el prefecto las atrapó. Ambos chicos parecían igualmente sorprendidos por la desaparición de sus varitas- ¡Suficiente de esto! –dijo al mismo tiempo que los alcanzaba.

James se sentó, sorprendido y furioso, con mocos alados que salían de su nariz y atacaban su cara, sin importar que él sacudiera sus manos sobre su cabeza, tratando de alejarlos.

-¡Aléjalos! –gritó, su voz ahogada por el sonido de las burbujas verdes saliendo de sus fosas nasales- ¡Aléjalos!

Las cejas de Remus tocaban su frente, impresionado con la ferocidad con la que Lily había manejado el ataque. La sombra de una sonrisa entretenida se asomaba en el rostro de Sirius y, contra su voluntad, incluso Bilius falló en mantener una cara seria.

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora