Una Cena Exclusiva

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No fue un reto para James hacer que Peter Pettigrew aceptara sus disculpas por sus insultos. No tomó más de un minuto para que los cuatro chicos de Gryffindor volvieran a la normalidad el día después del incidente con la snitch, incluso cuando James continuó insistiendo que había algo extraño en la forma en la que la snitch se había comportado mientras otros mantuvieron que no había ningún problema con la snitch, solo había un problema con el ego de James.

La mayor preocupación era comenzar a trabajar en el mapa, el cual James y Sirius presentaron en un tono mucho más serio una vez que los chicos estaban en términos de amistad de nuevo. Sirius sugirió que trabajaran juntos durante los periodos libres en caminar alrededor del castillo, un piso a la vez, y marcando todos los diferentes cruces y corredores que se encontraran. Con lo que ellos no contaban era con la abundante cantidad de tiempo que caminar un piso entero tomaría. Pasaron horas el primer día y ni siquiera cubrieron el primer piso completo antes de tener que ir al Gran Comedor a cenar.

-Caramba –había murmurado James cuando se sentaron en las bancas de la mesa de Gryffindor- A este paso habremos terminado nuestro séptimo año antes de que terminemos el mapa.

-Es una lástima que no podamos salir de noche –comentó Sirius- Sería mucho más fácil terminar las cosas sin ser constantemente interrumpidos por todo el mundo –era cierto que habían sido detenidos varias veces mientras paseaban por los estudiantes de Gryffindor mayores que querían saludar a James, quien aún era una celebridad gracias a su atrapada de la goma de mascar.

-Seriamos atrapados y nos ganaríamos detención con Filch –dijo Remus- No se ustedes pero yo no quiero servir detención con Filch. Merlín sabrá que nos haría.

-Yo tampoco quiero –señaló Peter.

-Fregar los inodoros, probablemente –murmuró Sirius de mala gana, ignorando el comentario de Peter.

James frunció el ceño. –Que mal que no haya una forma más fácil de salir sin ser vistos.

-Tendrías que ser invisible –dijo Sirius.

Remus rió. –Buena suerte con eso, compañero, tú aún estas trabajando en lograr el wingardium leviosa, ¿o no?

-¡Wingardium leviosa! –dijo Sirius, sacudiendo su varita al tenedor de Remus, el cual se sacudió pero no levitó.

-Buen intento, al menos –dijo Peter.

El día siguiente fue lo mismo: Clases, clases, explorar el castillo, comer, tarea, comer... Y al día siguiente a ese también. Era hora del almuerzo el jueves, justo antes de las lecciones de vuelo de Gryffindor y Slytherin, que algo remotamente emocionante sucedió.

Los chicos estaban sentados en la mesa, comiendo sándwiches con papas fritas y riendo por la expresión en el rostro de la profesora McGonagall cuando se dio cuenta de que Peter había transfigurado con éxito la rama de un árbol en un lápiz, sólo para descubrir que el borrador del lápiz era más inflamable de lo que debería cuando los chicos lo prendieron en fuego por accidente. Ella casi se había cruzado completamente los ojos por el shock, una expresión que James recreó animadamente para los otros de forma un poco más exagerada de lo que McGonagall lo había hecho.

Bueno, específicamente para Remus.

-¡Buenas tardes, buenas tardes! –dijo Slughorn, sonriendo abiertamente. Posó una mano en el hombro de Remus- Señor Lupin, ¿estoy en lo correcto al asumir que es el hijo de Lyall Lupin? –preguntó.

-Eh... Sí, señor –respondió Remus confundido- ¿Por qué?

-Por mis estrellas, muchacho –contestó el profesor Slughorn- Tu padre es famoso, ¿verdad? Por haber firmado el Acta de Restricción de los Hombres Lobo.

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora