El Reflejo en el Espejo

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Los ojos de Lucius Malfoy nunca se apartaron de Remus hasta que desapareció del corredor de las mazmorras. Esperó hasta que los pasos se desvanecieron completamente antes de voltearse a mirar a Tutman por debajo de su larga nariz con fríos y calculadores ojos.

-¿Lo hiciste? –preguntó Malfoy.

Tutman asintió seco, luego dijo, a la defensiva: -No sabía que estaba siguiéndome.

-Bueno. Tuviste mucha suerte de que Severus y yo estuvimos aquí para detenerlo para que no causara demasiados problemas, ¿o no? –dijo en voz baja. Rascó su barbilla y bajó su vista hacia Severus- No descubrió más de lo que nos dijo, ¿cierto?

Severus negó con la cabeza, aunque honestamente no sabía, porque ni siquiera él mismo sabía lo que estaba sucediendo, sin mencionar ser capaz de saber que tanto descubrió Remus y qué no... Aún no había dominado enteramente la habilidad de leer mentes, después de todo, y aún era difícil a menos que pudiera descubrir lo que la otra persona estaba pensando de antemano. Y también hubo una textura curiosa en los pensamientos de Remus, como si hubiesen sido de otra raza o algo. Tal vez sólo era por lo nuevo que era en eso, pero Severus no fue capaz de leer los pensamientos de Remus cuando lo intentó.

Aunque no había forma de que le fuera a contar eso a Lucius.

Tutman miró entre Severus y Lucius, inseguro de lo que estaba pasando, luciendo nervioso, como si estuviese inseguro de si debía sentirse aliviado o no.

-Ya veremos si el Señor Tenebroso te encuentra así de suertudo –murmuró Lucius. El color desapareció del rostro de Tutman. Lucius caminó a un lado del profesor de Defensa y tomó la puerta, murmurando la contraseña- Salazar –y abrió la puerta.

Severus lo siguió dentro del baño, al igual que el profesor Tutman.

Adentro estaba oscuro, sólo alumbrado por una espeluznante luz creada por antorchas de poco fuego en las cuatro esquinas de la habitación. Los ojos de Severus pasearon alrededor, contemplando la excesiva majestuosidad del baño. El lavabo tenía forma de una serpiente gigante sosteniendo grandes grifos plateados, la forma de la serpiente continuaba alrededor de la habitación curveándose en las estatuas de mármol que se alineaban en las paredes. Una bañera en el suelo como una piscina, teñida de verde por la luz bajo el agua, llenaba la mejor parte de la habitación, burbujeando con propulsores y agua tibia. Sin embargo, la parte más impresionante del baño de prefectos era el espejo que cubría una pared entera. Era un espejo viejo, se podía decir por la forma en la que se oscurecía por las esquinas. La habitación olía a jabón y poder.

Lucius se paró frente al espejo, sus ojos absorbidos en él. Estiró una palma y tocó el vidrio, una mirada de hambre consumiendo sus expresiones.

-¿Hay un encantamiento? –preguntó.

Severus miró a Tutman, quien estaba de pie cerca de la puerta, la cual había cerrado tras él, una expresión de terror en su cara.

Tutman respondió: -No.

Volviendo al espejo, Severus estaba ansioso de ver exactamente la razón por la que estaban reunidos ahí, para aprender para qué necesitaba Lucius que fuera, cual era la parte de Tutman en todo eso. No tenía idea. Había estado comiendo calmadamente cuando Lucius se acercó a él y lo llevó consigo, prometiendo explicarle por el camino. Hasta ahora, nada había sido explicado, y Severus no se atrevía a preguntar qué sucedía, temiendo que Lucius se diera cuenta de que en realidad no tenía tanto control en la Oclumancia como había pretendido.

-¿Cómo funciona? –preguntó Lucius, mirando fijamente el espejo nebuloso.

Ahí fue cuando Severus se dio cuenta, mientras miró al espejo tratando de descubrir que tenía de especial, que no estaba mirando a un reflejo. Lucius estaba de pie frente al espejo, incluso tocándolo, pero no había ningún Lucius en el espejo. Severus tembló, era espeluznante: Mirar un espejo sin reflejo. Miró a Tutman. Lo más parecido que había visto antes era el chivatoscopio que Tutman les había enseñado en clase una vez. En la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras de Slytherin sobre los instrumentos, el chivatoscopio se había encendido instantáneamente con tantas figuras que había sido difícil para él describir exactamente lo que hacía el espejo, recordaba Severus. Pero este espejo no estaba lleno de personas, era la falta de ellas lo que lo hacía tan espeluznante, ya que no había nadie donde debía haber tres.

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora