Remus a penas se había montado en su cama y se había quedado dormido cuando sintió algo tocando su brazo. Abrió los ojos y encontró una criatura de pie junto a su cama, con unos enormes y redondos ojos que parecían brillar en la oscuridad y largas orejas como las de un murciélago que se levantaban casi perpendiculares. Dio un brinco y rodó, casi cayéndose de la cama por la sorpresa que le causó esa cosa.
-¿Qué diablos eres? –susurró.
-Yo lo siente, señor –dijo la criatura- Yo es un elfo domestico, llamada Libby, señor, y Libby ha sido mandada por el profesor Dumbledore, señor, para llevarlo con el profesor Dumbledore, dice que lo necesita para hablar con usted, señor.
-¿Dumbledore te envió? –preguntó Remus mientras se sentaba.
El elfo puso un dedo largo y delgado sobre sus labios.
-Shh, amo Lupin debe estar callado para no despertar a los otros chicos –la voz aguda del elfo podría lograr eso, pensó Remus, pero salió de su cama en silencio y tomó su varita de la mesita de noche. El elfo gesticuló a Remus para que lo siguiera y salieron en cuclillas fuera del dormitorio y de la sala común. Dirigió el camino por el corredor, varias escaleras zigzagueantes y otro largo pasillo hasta que estuvieron frente a una gárgola de piedra.
-Señor Lupin debe esperar aquí, señor, mientras Libby va por el profesor Dumbledore, señor –el elfo desapareció con un crack que Remus no esperaba y saltó hacia atrás por segunda vez esa noche, esta vez chocando de espalda con una de las armaduras y casi tumbándola.
-Ten cuidado con eso –dijo una voz detrás de él mientras Remus enderezaba el casco que casi tumba- Su antigüedad no tiene precio, ¿sabes? –la cara de plata de la armadura hizo un ruido metálico al cerrarse, como con indignación, casi machucando los dedos de Remus.
Se dio la vuelta y encontró a Dumbledore de pie frente a él, con una sonrisa serena, al lado de la gárgola. De donde había llegado, Remus no tenía ni la más remota idea. No había ni una sola puerta a la vista a lo largo del corredor y no había escuchado pasos.
-Ven –dijo Dumbledore- Tomemos una caminata en los terrenos y miremos algunas de las maravillosas plantas que la profesora Viridi ha plantado este año para sus clases de Herbologia, ¿sí? –sonrió y guió el camino por el corredor con Remus siguiéndole los pasos en silencio, las puntas de sus dedos unidas mientras caminaba. Era extraño, caminar con alguien del que había escuchado tanto pero sólo conoció una vez. Remus siguió robando miradas hacia él como si se preguntara si Dumbledore era algo que se estaba imaginando. Y era incluso más extraño, pensó, que Dumbledore hubiese escogido hacer eso a media noche.
Saliendo al contacto con la luz de la luna y Remus frunció el ceño. Incluso si no era la luz de la luna llena, Remus temía la manera en que la luz de la luna caía sobre su piel, y casi esperó que sus células fallaran y comenzaran a cambiar. ¿Cómo sabía su cuerpo la diferencia entre las lunas, después de todo? ¿Y qué haría Dumbledore si cambiara y lo atacase? Había escuchado rumores de que Dumbledore era el mago vivo más poderoso en todo el mundo. Seguramente, si él atacase a Dumbledore, sería reducido a polvo antes de que pudiese decir la palabra "lobo". Lo cual sería preferible, pensó, mejor que atacar con éxito y cambiar de nuevo sólo para descubrir lo que había hecho.
Ya estaban lejos de las puertas del castillo y Dumbledore llegó a un alto en medio de una loma llena de pasto que cubría Hogwarts. Ante ellos estaba un árbol alto, casi sobre el suelo. El árbol se torcía y removía, como si estuviese vivo y durmiendo. Dumbledore miró al árbol por un momento.
-¿Ese es el sauce boxeador del que hablaba en el festín, señor? –preguntó Remus.
Dumbledore asintió. –Maravilloso, ¿no te parece?
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Los Merodeadores: Primer Año
RandomLunático. Colagusano. Canuto. Cornamenta. Sus aventuras fueron leyenda en Hogwarts. Pero también hay historias no contadas, historias que sólo ellos conocen. Acompáñalos y descubre la verdadera historia de Los Merodeadores de Hogwarts. ...