La Oficina de Filch

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James se despertó para descubrir que Sirius y él seguían en las sillas frente al fuego en la sala común. La cabeza de Sirius reposaba sobre el hombro de James y su cabello caía sobre sus ojos, los cuales estaban hinchados y rojos por haber llorado. El fuego estaba muriendo lentamente y afuera, le cielo estaba teñido de color púrpura, los primeros rayos de sol colándose a través de las nubes sobre el Bosque Prohibido. Aún estaba silencioso en los dormitorios de Gryffindor, pero James sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que todos se despertaran.

-Sirius –susurró, sacudiendo a su amigo- Debemos ir al dormitorio antes de que todos se despierten. Vamos, compañero.

Adormilado, Sirius siguió a James escaleras arriba hasta sus camas, donde James lo ayudó a subirse a su colchón y cuidadosamente lo acomodó. Se sentía protector con su amigo, intensamente, como si pudiera ir a la guerra y ganar contra toda una trolla si eso era lo que se debía para mantenerlo a salvo de lo que sea que lo haya asustado en la noche. Sirius volvió a quedarse dormido al momento en que su cabeza tocó la almohada y James apartó el cabello se su frente antes de volver a su propia cama y cubrirse con sus mantas hasta la barbilla.

Pareció como si sus ojos apenas habían estado cerrados un segundo cuando escuchó la voz de Remus:

-Hey, será mejor que se despierten, chicos. Llegaremos tarde a Defensa –James se quejó cuando Remus sacudió su hombro- James. Sirius. Levántese.

-Shh –susurró James, frotando sus ojos y sentándose con pesadez. Lanzó su almohada a la espalda de Peter para evitar que continuara sacudiendo a Sirius- No lo despierten. Estuvimos despiertos toda la noche. Sirius estaba... eh, enfermo...

James no sintió que tenía el derecho de decir que Sirius había estado teniendo terrores nocturnos. Estar enfermo de alguna forma sonaba mejor.

-Llegaremos tarde a clases –replicó Remus.

James tomó sus gafas de su mesita de noche y los colocó sobre su nariz.

-Vayan sin nosotros. Creo que nos saltaremos la clase para dormir.

Peter miró a Remus.

-Pero McGonagall se enterará y sabes que ella no aprueba que ustedes dos se salten las clases –dijo Remus ceñudo.

James se encogió de hombros.

-Sirius estaba enfermo. Se lo diré en cuanto ella lo escuche. Incluso iré a detención si ella tiene algún problema con eso.

-Pero...

-No es tu problema, ¿o sí? –demandó James- Vayan ustedes dos a clase y así ella no se enfadará con los cuatro, y luego cuando Tutman pregunte sólo díganle que tuvimos que llevar a Sirius con Madame Pomfrey.

Remus frunció el ceño, dudoso si escuchar los comandos de James, en parte porque no estaba seguro de querer estar sólo en clase con Tutman aún, debido a lo que, en parte, sabía del profesor, pero no podía realmente forzar a James y Sirius a ir a clase y sería estúpido pelear con James, al menos eso lo sabía, así que le hizo señas a Peter.

-Vamos, Peter. Debemos irnos.

Peter miró entre James y Remus y giró hacia Sirius, aún dormido, y siguió a Remus fuera de la habitación y escaleras abajo, lanzando su mochila sobre su cabeza mientras corría.

James miró a Sirius mientras sus pasos se alejaban y lentamente calló sobre su almohada y volvió a dormir. Fue varias horas después cuando abrió sus ojos de nuevo y la luz del sol golpeaba a través de la ventana, iluminando la habitación. Sirius ya estaba sentando en su cama, su libro de Encantamientos abierto en su regazo, sacudiendo su varita y practicando un simple hechizo silenciador. Cuando encontró los ojos abiertos de James, dijo:

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora