El Expreso de Hogwarts

4.8K 402 168
                                    



Los ojos de James se abrieron a las 5:00 de la mañana, atentos, el 1ro de Septiembre. Se quedó mirando el techo, con una sensación de intensa anticipación carcomiendo su cuerpo. Ni siquiera había luz afuera, pero no había forma de que James volviese a dormir. Se sentó y tomó sus gafas de su mesita de noche, poniéndolos sobre su nariz. No era un día ordinario, después de todo. Era el primer día del año escolar: El primer día en Hogwarts. Miró su baúl, todo empacado y listo para irse. Dentro del baúl estaban sus libros, túnicas, plumas, tinta, pergaminos, ingredientes para pociones y todas las otras cosas que necesitaría para sus estudios. En la cima del baúl estaba una jaula que contenía a una quieta lechuza llamada Bubo, quien levantó la mirada con sus amplios ojos amarillos cuando James se sentó.

-Espero que seas bueno hoy, Bubo –dijo James por lo bajo- Estaremos en el Expreso de Hogwarts hoy más tarde –la lechuza ululó y se arrastró para dar la vuelta en su percha, dándole la espalda a James- Que grosero. –acusó James.

Levantándose de la cama, James se puso su ropa muggle, la cual encontraba mucho más cómoda que las túnicas. Ató sus deportivos, los cuales había hecho que su papá hechizara para que fueren de un color rojo y dorado, como los colores de Gryffindor, y corrió pasando a Bubo hasta el pasillo, con cuidado de no despertar a la malhumorada ave otra vez.

Escaleras abajo, James encontró a su madre, Dora, ya despierta y en la cocina. Ella le sonrió cuando entró a la cocina y tomó asiento en la mesa.

-Buenos días, cielo –lo saludó, sonriendo- ¿Estás emocionado?

James asintió con la cabeza eufóricamente.

Dora le dio una sonrisa cálida y agitó su varita al refrigerador y la estufa, poniendo tocineta y huevos a freír en el sartén. Se sentó en la silla opuesta a James y lo miró con ojos tristes.

-No puedo creer que ya tengas once años. Parece que fue sólo ayer cuando... que eras... eras solo un bebe... tan pequeño -lagrimas empezaron a salir de sus ojos.

-Mamá –dijo James en un tono de advertencia.

-¡No puedo evitarlo! –Dijo entre lágrimas- Ya tan crecido, casi un hombre. Pronto estarás conociendo a alguien, te casarás, allá afuera en el mundo real, convirtiéndote en alguien importante en el ministerio...

-Seré un jugador de Quidditch profesional, mamá –dijo James, incluso cuando ya lo había dicho mil veces antes- Y no voy a casarme, nunca.

-Pues claro que no piensas en eso ahora –dijo Dora- Eres solo un niño, pero espera unos cuantos años y cambiarás de opinión. Un par de años y las chicas en Hogwarts serán mucho más interesantes que el Quidditch.

-Nada es más interesante que el Quidditch, mamá –contestó James, negando con la cabeza- Excepto tal vez este tocino –añadió mientras ella servía un plato para él. Tomó un trozo de tocino y empezó a admirarlo como si fuese algo que nunca había comido antes.

Dora sonrió incluso más, observándolo comer. Se levantó, rodeó la mesa y corrió sus manos sobre su cabello desordenado, plantando un beso en su cabeza.

-Voy a extrañarte mucho, mucho, mucho –soltó un sollozo mientras hablaba.

James suspiró resignado.

-Oh vamos ya, mamá, sácalo todo aquí en casa y habrás terminado para cuando estemos en la Plataforma 9 y ¾, por favor, así los otros niños no se reirán de mi todo el año por ser un niño de mami.

-Ellos estarán muy ocupados sacudiéndose sus propios padres de encima para preocuparse por los tuyos –contestó Dora pero se voleó, tomando una respiración profunda y comenzó a ocuparse de la cocina.

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora