Lily yacía en su cama, las mantas cubriéndola hasta la barbilla, mirando la fotografía mágica en su mesita de noche. Era de Alice y Derek y el resto de la familia Bell, parados en una pequeña escalera con pijamas de navidad iguales, saludando con la mano y sonriéndole. La foto había llegado, junto con una carta de Alice deseándole a Lily una feliz navidad, por lechuza el día anterior, para el deleite de sus padres. Los Evans no dejaban de impresionarse nunca de lo brillante que era tener una hija bruja. Le hacían preguntas constantemente, encantados con las respuestas mientras sus imaginaciones trabajaban en la forma en la que funcionaba el mundo mágico. Cada palabra que salía de los labios de Lily hacía que Petunia la mirara con cada vez más enfado. Lily intentó evitar el tema, con la esperanza de que aliviara el enfado de Tuney hacia ella, pero sin importar que tanto intentara no hablar sobre Hogwarts, parecía que sus padres no se aburrían nunca de sacar el tema a relucir.
Ahora era navidad, y normalmente para entonces las chicas estarían levantadas y despertando a sus padres, emocionadas por los regalos de San Nicolás y ansiosas de empezar con las festividades. Un año antes, recordó Lily, había despertado a su hermana justo a esa hora con un muñeco de nieve en la habitación. Ese fue el último momento de risas que compartieron, e incluso eso se había convertido en algo tenso al final. Abrazó las sabanas con más fuerza y luchó para no derramar ninguna lágrima mientras el sol se colaba por la ventana de su habitación.
En su cama, Petunia también estaba despierta, escuchando la respiración de Lily, sabiendo que su hermana estaba despierta también. Estaba indecisa entre disculparse o no volver a hablarle nunca más. No era justo, después de todo, que sólo una de las gemelas fuese bendecida con los poderes y, como la hermana mayor así fuese por unos segundos, debió haber sido ella quien los tuviese. ¿No tenía ella el derecho de nacimiento como la primera en nacer, de tener el poder?
Pero no era culpa de Lily que así lo hiciera la naturaleza, pensó Petunia. Gemelas fraternales, después de todo, no era lo mismo que gemelas idénticas. Sólo habían crecido juntas, eso era todo, pero de diferentes bolsas en el vientre de su madre. Una bolsa había sido mágica y la otra no. Eso era todo. Y fue la biología, no Lily, quien lo hizo de esa forma.
No era culpa de Lily que sus padres no pudieran dejar de hablar todo el tiempo sobre lo encantador que era tener una bruja en la familia, incluso cuando Lily no estaba, era de lo único que hablaban.
Tampoco era culpa de Lily que ese hombre horrible llamado Dumbledore que dirigía esa asquerosa escuela a la que ella asistía le hubiese dicho que no a las suplicas de Petunia para que la aceptaran para aprender magia también. Si tan sólo él la hubiese dejado aprender, ella también podría ser una bruja. Ella también podría llegar a casa con historias brillantes sobre Hogwarts y sus juegos, clases y fantasmas. Pero Dumbledore la había llamado una muggle, la cual era una palabra que sonaba terriblemente ofensiva para Petunia, incluso cuando sus padres estaban muy felices de ser clasificados como tales. Petunia lo odiaba. Sonaba sucio y ordinario y ella no quería ser sucia ni ordinaria. Ella quería ser especial también.
Así que las chicas que quedaron en sus camas, cada una mirando en su propia dirección, cada una dándole la espalda a la otra, deseando que las cosas fueran diferentes.
-Niñas –sonó la voz de la señora Evans desde el otro lado de la puerta- ¿Están despiertas?
-Sí, madre –dijo Petunia.
Lily sintió una punzada de tristeza al saber que Petunia estuvo despierta todo ese tiempo y ni siquiera le dijo "Feliz Navidad"
-¿Van a bajar? Su padre y yo nos adelantamos... Hay regalos –añadió esperanzada. La señora Evans había sentido la desconexión entre sus hijas, pero no tenía idea de que lo había causado, demasiado enamorada de la magia de Lily para pensar por incluso un segundo que Petunia no estaba igual de emocionada.
-Ya vamos, madre –respondió Lily, esperando malvadamente que Petunia sintiera la misma punzada de tristeza que ella había sentido cuando descubriera que ella también estuvo despierta todo ese tiempo.
Continuaron en sus camas hasta que escucharon los pasos de la señora Evans alejarse de la puerta, y luego Lily escuchó a Petunia levantarse, así que ella también lo hizo, cubriéndose con la bata de baño y atándola a su cintura antes de deslizar sus pies dentro de sus pantuflas. Se dio la vuelta para decirle algo a Petunia, pero su hermana ya estaba abriendo la puerta y saliendo de la habitación sin decir una palabra. Lily frunció el ceño y sacó su cabello de debajo de la bata, el rojo brillante cayendo sobre sus hombros.
Esa noche, después de un incómodo día de navidad lleno de sus padres hablando sobre el viaje al Callejón Diagon para comprar el regalo de navidad para Lily, Petunia estaba incluso más enojada con ella de lo que había estado en la mañana.
Cuando fue hora de irse a la cama, llevaron sus regalos a su habitación y Petunia depositó su pequeña pila en su escritorio y fue directo a la cama, subiendo sus mantas hasta su cabeza.
-Tuney –intentó Lily- Lo siento por como hablan sobre Hogwarts, en serio lo siento. Me encantaría escuchar sobre tu escuela, ¿por qué no me cuentas sobre ella?
Petunia no respondió. Ni siquiera se movió.
Lily suspiró y colocó su nueva copia de Historia de Hogwarts, Primera Edición dentro de su baúl, junto con su nuevo kit de pociones. Se dio la vuelta hacia su cama, donde varias de sus nuevas túnicas estaban dobladas cuidadosamente, con una hermosa mochila nueva, y el regalo principal: Su propia escoba. Corrió sus pulgares por la elegante placa del mango. No sabía nada sobre escobas, si era una buena o no. Petunia tuvo una nueva bicicleta: Rosada, el color favorito de Petunia; y Lily había recibido esa nueva escoba modelo Estrella Fugaz. Se veía mucho mejor que las que estaban en Hogwarts, pero tendría que preguntarle a alguien que tan impresionante era el modelo. No tuvo corazón para decirle a sus padres que no tenía permitido llevar escobas a la escuela aún, ya que estaba en su primer año, así que guardó cuidadosamente la Estrella Fugaz en el closet detrás de su ropa muggle para mantenerla segura hasta el próximo año.
Tal vez, pensó ella, podría preguntarle a James sobre eso en el Expreso de Hogwarts. El pensamiento de James Potter la hizo sentir una extraña mezcla de cosas desde que habían dejado Hogwarts para las vacaciones. Se sentía igual de emocionada por verlo, así como asqueada por el mismo motivo, y eso la hacía sentir una emoción extraña que no sabía describir.
Lily se sentó en su cama y miró su regazo fijamente, deseando estar ya en Hogwarts, ya que las vacaciones no habían sido ni un poco alegres y brillantes como se suponía que tenían que ser. Pero de nuevo, se recordó a sí misma, las cosas habían sido muy estresantes en los últimos días en Hogwarts también, y se preguntó por Severus y si su navidad en el castillo había sido mejor que la suya en casa.
Como respuesta, hubo un repentino toqueteo en la ventana y Lily alzó la mirada para ver a una lechuza de aspecto cansada, golpeando el vidrio con su pico. Pequeños copos de nieve se posaban en sus plumas, y una fría ráfaga de viento entró a la habitación cuando Lily dejó al pájaro entrar. Petunia soltó un sonido frustrado y se cubrió más fuerte con sus mantas.
-¿Tenías que abrir la estúpida ventana? –demandó molesta.
-Me llegó una lechuza –respondió Lily.
Petunia hizo otro sonido frustrado pero no dijo nada.
Lily desató con apuro la nota de la pata de la lechuza y buscó entre su baúl para sacar un knut de su monedero. La lechuza ululó y voló de vuelta a la noche cubierta de nieve. Lily la observó desaparecer entre los copos de nieve mientras cerraba la ventana antes de volver al pergamino enrollado en su mano. Lo desenrolló y encontró la caligrafía desaliñada de Severus.
Feliz Navidad, decía. Espero que estés teniendo una buena celebración muggle en casa. Te extraño. Lo siento por como actué y si te avergoncé en la fiesta de Slughorn. Con amor, Sev.
Lily miró fijamente las palabras, con lágrimas amenazando de salir de sus ojos. Abrazó el pergamino contra su pecho. Deseó no haber dejado ir la lechuza antes de leer la carta y así poder escribir una de vuelta a Severus, pero ya era muy tarde. Necesitaba una lechuza para ella para poder escribirle a sus amigos mientras estaba en casa, y pensó que debía mencionárselo a su mamá al día siguiente, antes de volver a Hogwarts.
Lily se quedó dormida esa noche, soñando con volver a Hogwarts.
ESTÁS LEYENDO
Los Merodeadores: Primer Año
RandomLunático. Colagusano. Canuto. Cornamenta. Sus aventuras fueron leyenda en Hogwarts. Pero también hay historias no contadas, historias que sólo ellos conocen. Acompáñalos y descubre la verdadera historia de Los Merodeadores de Hogwarts. ...