Es un Hombre Lobo

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-Así que, ¿Qué pasó contigo y Lupin? –le preguntó James a Sirius mientras los chicos se dirigían a la clase de Herbología. Seguía mirando por encima de su hombro para asegurarse de que Remus no estuviera siguiéndolos, temiendo que sus preguntas lo molestaran- ¿Descubrirte la... eh, la verdad sobre tu sabes qué?

Sirius asintió.

-Sí. Se veía muy... nervioso.

-Bueno, digo, ¿no te sentirías igual si te preguntaran si eres un...? –James se detuvo a mitad de oración- Eh, esa cosa.

Sirius se encogió de hombros.

-Seguro. Pero no es como que fuéramos a decirle a alguien o que eso cambiara algo entre nosotros, ¿cierto? –Suspiró- Sólo me siento mal por él. Desearía que hubiera algo que pudiésemos hacer, una forma de hacerlo más fácil.

James rió.

-¿Hacer más fácil que sea un hombre lobo? ¿Estás loco? ¡Si nos acercáramos aunque sea un poco a él cuando está transformado, la única cosa que haríamos más fácil es servirle la cena sin que él tenga que cazarla!

Llegaron a los invernaderos y se unieron a Peter en la mesa junto a la ventana. Después de la clase, sólo Peter estaba sorprendido de que Remus no apareciera durante la cena o en la sala común de Gryffindor. Cuando fueron a la cama esa noche, Sirius no pudo evitar sentir un poco de culpa, acostado en su cama mirando la luna llena del otro lado de la ventana de la torre de Gryffindor. Se preguntó dónde estaba Remus y si estaba a salvo y cálido en la fría noche de invierno.

Remus estaba hecho un desastre cuando volvió dos días después, peor de lo usual. Sirius, James y Peter estaban en la sala común, junto con la mitad de la casa de Gryffindor cuando Remus trastabilló a través del agujero del retrato. Obviamente había tenido mucho cuidado en ser silencioso pero sus pasos eran torpes y casi cayó al suelo. Sirius se puso de pie de un salto para sujetarlo y estabilizarlo, al igual que James del otro lado. Mientras los otros Gryffindors miraban con ojos muy abiertos y curiosos, el par de chicos se las arreglaron para llevar a Remus al dormitorio, con Peter pisándole los talones.

Escaleras arriba, James ayudó a Sirius a ponerle la pijama a Remus.

-¿Qué pasó? –preguntó Sirius con preocupación, mirando a Remus de arriba abajo con ojos como platos.

James estaba paralizado del horror al ver las cortadas y moretones en los brazos y piernas de Remus. No había notado antes las cicatrices rojas grisáceas que cubrían la piel de Remus, pero mirándolo más de cerca como lo estaba haciendo, James se dio cuenta de que eran demasiadas. Sangre corría en hilos gruesos por la sien de Remus.

-Necesitamos llevarlo con Madame Pomfrey –dijo James.

Peter miraba fijamente, con los ojos muy abiertos, desde su cama.

-¿Hubo una pelea? –preguntó, pero ninguno de los chicos le contestó.

-Pomfrey no puede ayudar, no puede sanar heridas de hombres lobo –murmuró Remus débilmente. Descubrió que no tenía caso enmascarar el asunto. Ellos sabían lo que era, así que debía simplemente ser honesto con respecto al tema. Estaba temblando tanto que no podía abotonar la camisa de su pijama, así que Sirius rápidamente lo hizo por él.

Remus observó los dedos de Sirius moverse sobre los botones de la pijama dentro de sus agujeros. Era la cosa más amable que habían hecho por él en mucho tiempo.

-¡¿Heridas de hombre lobo?! –La voz de Peter era aguda- ¡¿Esa es una mordida de un hombre lobo?!

La voz de James se quebró.

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora