La Capa Plateada

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La casa de los Potter estaba decorada para navidad como todas las casas muggles en su calle. Durante todo el camino desde la estación King's Cross, Charlus alardeó mientras conducía el auto muggle que tanto atesoraba, contándole a James como se había despertado a altas horas de la madrugada y encantó las luces de navidad alrededor de toda la casa.

-¡Todos los vecinos están encantados! –Dijo- ¡Recibimos comentarios todos los días!

Charlus estaba sonriendo, muy orgulloso de su logro mientras la madre de James, Dora, sonreía y reía en los momentos precisos, a pesar de ya haber escuchado la historia como unas cien mil veces por su emocionado esposo.

-Es brillante, papá –dijo James cuando el viejo carro muggle se detuvo y Charlus sacudió su varita para encender las luces para que su hijo las viera- ¡Justo como todas las casas muggles!

Charlus sonrió con orgullo.

Había estado silencioso en la casa de los Potter sin James en casa y sus padres estaban emocionados de tenerlo de vuelta. Era muy evidente por el hecho de que parecían circular alrededor de él, como planetas en orbitales alrededor del sol. James sonrió y les contó sobre el año hasta ahora en Hogwarts, contándoles todo sobre sus amigos y las cosas que había aprendido en clase, describiendo a los profesores que ellos no habían conocido cuando estuvieron en la escuela. Los mantuvo riéndose durante el banquete que Dora había preparado, contándoles de las travesuras que sucedían en los pasillos (siendo cuidadoso, claro, de dejar a un lado el hecho de que eran Sirius y él quienes habían hecho la mayoría de dichas travesuras). Aunque James estaba muy seguro de que su querido padre chocaría los cinco con él por la noticia de que su hijo causaba risas y problemas inofensivos en la escuela, no estaba muy seguro si su mamá reaccionaría de la misma forma.

Pero los ojos de Charlus brillaban mientras James hablaba, y se inclinó hacia atrás con aire nostálgico al mismo tiempo que Dora sacudió su varita, levitando los platos hacia el lavaplatos.

-Ah, Dora, amor, ¿recuerdas nuestros días en el viejo y apestoso Hogwarts? –preguntó sonriendo.

Dora sonrió. –Fueron los mejores –sonrió ella, sus ojos brillando cuando lo miraron, recordando con cariño los días pasados, la forma en la que él lucía para entonces, la forma en la que la hacía sentir...

-Que no daría por estar ahí contigo de nuevo –meditó Charlus- Volando sobre el campo, comiendo esos maravillosos biscochos que hacían los elfos domesticos, saltándonos Herbología para quedarnos en los terrenos bajo el sol en el lago, perdiéndonos por culpa de esas jodidas escaleras móviles.

Dora sonrió, volviendo al lavaplatos.

-Bueno, mis amigos y yo hemos estado trabajando en un remedio para esas benditas escaleras –comentó James- Es un mapa de la escuela y hasta ahora está saliendo bien.

Charlus parecía interesado. -¿Un mapa?

-Sí –asintió James- Caminamos por ahí y dibujamos todos los salones y escaleras, así es más fácil andar por ahí. Hemos estado trabajando en eso todo el año. Aunque nos llevará siglos a este paso. Sólo podemos trabajar en él durante los periodos libres y a esa hora los pasillos están repletos, así que es difícil seguir actualizando el mapa con los corredores tan poblados.

-Imagino que debe serlo –dijo Charlus.

-Sería mucho más fácil si pudiéramos ir cuando no hay nadie, como en la noche o algo –se lamentó James- pero el viejo Filch, el conserje, él y su gato parecen recorrer el castillo tan rápido. ¡Es como si pudieran atravesar las paredes o algo!

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora