Excusas

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Remus estaba exhausto. Volvió al castillo el miércoles por la tarde, mientras los otros Gryffindors tenían su periodo libre antes de la cena. Fue cuidadoso de no ser visto mientras caminaba a través de los terrenos bajo el atardecer y cuando atravesó las puertas del vestíbulo de entrada. El profesor Dumbledore acababa de bajar las escaleras del Gran Comedor cuando Remus entró. Las gafas de media luna de Dumbledore reflejaron las velas de los candelabros.

-Bienvenido de vuelta, señor Lupin –lo saludó Dumbledore, sonriendo amablemente. Hizo señas para que Remus se uniera a él en el camino al Comedor- pero vaya, pareces cansado. Entiendo por qué, claro... -pausó en la mesa de Gryffindor y un solo plato de comida cálida apareció ante Remus. Dumbledore se inclinó- Tal vez deberías tener un poco de comida en tu estómago antes de que los demás te apaleen con preguntas, ¿no te parece?

-Gracias, señor –dijo Remus con un bostezo.

Dumbledore sonrió. –Estoy más que complacido de ayudarte –respondió. Le dio un apretón al hombro de Remus y luego continuó su camino a la mesa de profesores, donde ya se encontraban la profesora Viridi y el profesor Tutman, comiendo rollos de mantequilla mientras discutían sobre el Lazo del Diablo.

Remus comió algo de su comida, lentamente, queriendo nada más que estar en su cama en la torre de Gryffindor, y sabiendo que aún faltaba tiempo antes de poder subir y acostarse.

Las puertas del Gran Comedor se abrieron una vez más y los estudiantes comenzaron a llegar. Remus respiró profundo, preparándose para las preguntas que sabía que Sirius, James y Peter preguntaría. Para su gran sorpresa, la primera persona en acercarse a él fue Lily Evans.

-¿Dónde has estado? –susurró ella, haciendo una pausa frente a él antes de sentarse con Alice Bell como siempre.

Remus contestó: -Estaba en la en la enfermería, me enfermé.

-No según James y Sirius, no estabas enfermo –respondió ella- Ellos dijeron que fueron a visitarte y Madame Pomfrey dijo que no habías estado ahí –Lily se inclinó más cerca- Te vi salir del castillo el domingo por la noche. Sé que hay un secreto: Dumbledore me dijo. Sólo quiero saber de qué se trata.

Remus sintió su cara ponerse muy, muy caliente y roja y su cerebro buscaba desesperado algo para decir, alguna excusa para dar- No hay ningún secreto –mintió- estaba enfermo, eso es todo.

Lily lo miró fijamente. Él tuvo la impresión de que ella sabía con sólo mirarlo a los ojos que no estaba diciendo la verdad.

-Bien –dijo ella- No me digas nada –se fue furiosa a tomar su asiento.

Remus pudo sentir su interior removerse con nerviosismo. Había estado esperando preguntas, claro, pero no de Lily. Y si Sirius y James habían ido a la enfermería y descubrieron que no había estado ahí... Bueno, tendría que enfrentarse a más preguntas de las que estaba preparado. Miró con anhelo en la dirección de Dumbledore, deseando poder preguntarle que debía decirle a todos en esa situación. Dumbledore, sin embargo, estaba muy distraído en su conversación con el profesor Flitwick y estaba dándole la espalda a Remus.

-Bueno, al fin apareces –a voz de Sirius llegó por la espalda de Remus y se dio la vuelta para ver como James y Peter se sentaban al frente en la mesa y Sirius se sentaba a su lado- Estuvimos como locos preguntándonos donde has estado–añadió.

-Y no digas que con Madame Pomfrey, tratamos de visitarte –dijo James.

Peter miraba a Remus sospechosamente. –No tenías Viruela de Caldero, ¿o sí? –preguntó.

-¿Viruela de Caldero? –Exclamó Remus- ¡No! Gárgolas galopantes, ¡me vería como ese Mulciber de Slytherin si tuviera! –James rió y chocó los cinco con Remus por esa broma en contra del desagradable estudiante de Slytherin- Yo sólo... Tuve que ir a casa por un tiempo, eso es todo.

Los Merodeadores: Primer AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora