Estimado Señor 31

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Aun estaba en su auto, con la ventana a medio abrir dejando salir el humo de su cigarrillo. Miró a Lena y con la cabeza indicó hacia una pareja discutiendo cerca de la entrada, debía esperar a que se fueran. Al acto del hombre apagar su cigarrillo y la mujer entrar a la delantera con los brazos cruzados y sin  buen humor, Lena caminó disimuladamente al auto del profesor finguiendo que cruzaría la vereda. Cuando ya no hubieron testigos en la escena, subió.Quizás por la escasa luz de día que quedaba, los ojos del profesor parecían sombríos y casi sin vida. Lena ni entendía que hacía ella escondiéndose a su lado, después de todo, el profesor era la visita extraña de la exposición.

Lenner encendió la calefacción esperando que los vidrios se desempañaran a rastros de Lilith hace un par de horas.Estaban ahí, quietos en el silencio cuando la pierna inquieta del profesor y la ansiedad de Lena llevaron a la pregunta del millón.

–¿Quién es Tessa?

Lo veía venir, ni se sorprendió cuando ella esperaba respuestas. Sonrió de defensa y sin mirarla apoyó la cabeza en el respaldo del asiento.

–¿Tan difícil es creer que si iba a casarme?

–Sinceramente, sí.

–¿Por qué lo crees?

–No pareces un hombre que ame.

–Pues tampoco pareces una chica que ame, Morgan.

Ante la sinceridad la noche cayó perfecta. En los próximos minutos el profesor resumiría a Lena, en un margen que no lo dejase como un idiota plantado a poco antes de casarse sin entender como, una mujer puede dejar una vida entera por un amigo de su padre por lo menos veinte años mayor, omitiendo por su puesto el detalle de que detrás de su cuerpo arrugado y flácido habían millones de dólares en su cuenta como fue que nunca logro las nupcias con Tessa. Algo así como un, "de pronto ya no queríamos estar juntos" fue lo que Lenner pudo declarar, Lilith no perdonaba faltas y mantenerla quieta en su auto ya le parecía incluso confortable.El abandono podría titularse el resto de la conversación. A ambos los habían abandonado, por un momento fue un clima huérfano de amor. Tampoco era que lo nostálgico se le diera a alguno de los dos, fue entonces cuando Lena propuso que era hora de cenar.

–No es tan tarde como para ir a un café y que no pareciera una cita– dijo Lenner.

–Sólo enciende el auto, conozco un lugar.

El profesor no se opuso, su estomago también pedía a gritos algo de alimento y sacarse de la boca el horrible sabor a atún de lata excesivamente salado lo motivaron a seguir instrucciones.

Llegar a direcciones vistas por GPS no eran el fuerte de  Lena, se adelantó dos calles y sus sentidos se confundieron antes de llegar a un local de comida rápida de autoservicio. Lenner no entendía, cuando Lena se refería a un lugar esperaba un café, una copa de vino o por lo menos una cerveza.

–¿Qué es esto, Lena?–preguntó David acoplándose a la fila de vehículos.

–Es un autoservicio, Lenner. La gente viene aca, pide comida rápi....

–Ya sé que es, astuta. Me refiero a que...no consumo...

–¿Qué come entonces, profesor?

Lena se le acercó burlándose con toda la cara de los gustos culinarios del profesor. Su vestido se subió de descuido pero al parecer solo Lenner pudo detectarlo, se sintió intimidado y antes de que Lena continuara avanzó a la ventanilla. Lena se soltó de su cinturón y se inclino a la ventana de piloto impidiendo que Lenner la frenara de sus antojos con sus gustos de hombre maduro.

–Dos hamburguesas con extra queso, unas papas grandes con kétchup y dos refrescos de naranja, por favor–ordenó.

–Eres una cría –bufó Lenner.

Pero ella sólo sonrio y se hundió de hombros. Aumentó su sonrisa cuando una chica morena y desanimada prestó a Lenner dos bolsas grandes de papel.

–Son 20.99$.

Entocnes de nuevo Lilith se le abalanzó. Mentiría si dijiese que ignoro que sus piernas rozaron las suyas de manera inapropiada y de que tuvo que contraer su cuerpo entero hacia atrás para no tocarla de manera indebida. Su vestido subió aun más y esta vez parecía ser apropósito. Dejó en la casilla un par de billetes arrugados y arrebató de las manos de Lenner las gracientas bolsas de papel.

–¿Por qué pagaste tú? Yo también comeré–parecía más bien ofendido, si no hubiese sido porque un hombre desesperado por comida no dejo de hacer sonar su bocina, hubiese seguido fulminando con la mirada a su alumna.

–¿También en tu planeta las mujeres esperan cien años a que un príncipe las rescate de su torre? Decepcionante Lenner.

–Por Dios Lena, jamás podre complacerte –respondió pero mas bien relajado. A reojo observó como Lena daba una enorme masticada a su hamburguesa manchando su mentón con kétchup. A medio mirar el camino y las inaguantables ganas de limpiar su mentón el escenario le parecía de una ternura increíble si su Lilith era la protagonista.

Lena le captó en el acto y sin importarle subió el volumen de su radio.

–¿Qué escucha el profesor?

Sin soltar su refresco y atrapando la pajilla con la boca  sintonizó en una estación local en cuanto su cerebro relaciono las notas del inicio.

–Oh por Dios, Lenner ­–­musitó subiendo el volumen– ¿Conoces esta canción?

Lenner centró su atención en las notas detrás del chicharreo. Claro que la conocía y volvió a sorprenderse de que su Llilih nuevamente no lo decepcionara, nunca pensó que de pronto tendría que escuchar a una boy band todo el camino de vuelta a la ciudad como le sucedió la primera y última vez que salió con una menor de veinte.

–¿Cigarettes?

–Por Dios, esta canción, es tan hermosa...

Si que la conocía, pero se mantenía fiel a los clásicos.

–Lena, no puede superar la versión de REO Speedwagon.

–Keep on loving you es una canción terriblemente triste para tener el ritmo de la original.

El profesor resopló riendo

–Exacto, ustedes y su afán de ponerle notas de suicidio a cada canción.

Lena lanzó una carcajada y sin importarle tener la barbilla manchada aun desafiaba al profesor.

–¿No que no era tan mayor, señor Lenner?

–Pues...–dijo mientras doblaba hacia la carretera– parece veinte años menor si tiene la barbilla manchada con kétchup, señorita Morgan.

 Aunque no pudo mirarla por adelantar a un autobús,imagino como debieron arder de vergüenza las mejillas de Lena cuando de reojo al retrovisor descubrió que todo ese coqueteo con el profesor incluyó un pequeño detalle por hambrienta. Lenner rió en su cara, sacó de su regazo sin mirar una de las hamburguesas y dio un mordisco. Hace años no se atrevía a volver a probar una hamburguesa con queso, fue tanto el placer de su cara que Lena preguntó que clase de manda pagaba al negarse a disfrutar el pequeño placer culpable antes.  

Estimado SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora