–Podría imaginarme absolutamente todas tus jugarretas para hacerme enfadar, Lena – soltó a su cuello.
Dio un giro sorpresivo hacia el profesor y deslizó sus manos debajo de su chaqueta.
–¿No deberías cuidar del ponche? –jugueteó con su corbatín.
Negó con la cabeza y acercó sus labios hasta la frente de Lena. Empujó su cuerpo con mesura hasta conmover su espalda al tacto de la pared de mármol en el pasillo.
–¿Por qué no me sacas de aquí?–acompañó su petición de un mohínes somnoliento. Y es que ahorrar dinero en un dj de secundaria fue en punto culmine de la vergüenza ajena que podía soportar cualquier persona que supiese sólo un poco de música. El profesor sonrió, siempre fue el plan, esta vez aconteció demasiado rápido.
No hizo objeciones a los deseos de su Lilith, de buena gana se la llevaría cargándola en su hombro delante de todos mientras cada pelo del director se cayese de la impresión, en una ola de críticas y al silencio de quienes los juzgaran, su imaginación se detuvo. Sin vacilar demasiado aprovechó el tumulto insufrible de mala música tecno y encaminó a su Lilith a la salida. No caería en clichés baratos de bailes de graduación y champange en las escaleras del gimnasio, esto a penas alcanzaría las ruinas del palacio de los sueños de Lena. No le exigía mucho mas que llevarla lejos de un lugar que jamás llamó hogar. La dirigió hacia su auto, aseguró la puerta de Lena antes de partir.
–¿Estás segura de que quieres irte de aquí?–preguntó David, con tonos de culpa al robarse a Lena de los últimos momentos como una alumna cualquiera.
Ella se acercó a besar sus labios.
– David, mi lugar favorito es donde estés tu.
Se sintió pequeño, pequeñísimo. La megalofobia ante su nobleza de amarlo lo invadió. Quiso acariciarle el corazón en otro beso recorriendo tan suave como sus yemas lo permitieron el calor de su columna, vértebra a vértebra sobresaliente de la piel de Lena fue agradecida y amada por los dedos del profesor. El olor de la cuerina de los asientos hizo juego al perfume de magnolias y las notas de pino del profesor cuando conteniendo a besar su cuello y a jugar con el fuego de su sexo se detuvo. Le penetró la mirada encendida y contuvo aire.
No tardó mucho en alejarla del penoso escenario juvenil que la despedía. Parecía sorprendido de que, quizás como una racionalización exagerada ante la culpa de raptarla, Lena pareciese mayor, una mujer universitaria o graduada que cambiaba los roles a su antojo haciendo parecer un crío sin remedio, un antiguo David. Detenía la atención al volante volteando a mirarla, le parecía por instantes que de perderla de vista alguien con un poco mas de suerte que él pudiese llevarla lejos de sus brazos, no querría hacerlo jamás. Calentó sus manos haciendo una cobija sobre Lena cuando avanzaban por la carretera norte a dirección de los pastizales de Lorry State a afueras de la ciudad. Lena comenzó a extrañarse, se asomó por la ventana sin reconocer el camino hacia donde David la llevaba.
–Pensé que iríamos a tu departamento –dijo desentendida.
–Se que estoy oxidado en temas de romanticismo moderno, pero no sería tan idiota como para arrebatarte esta noche para estar sentados en mi sofá –bromeó mientras giraba el volante– mereces incluso más de lo que puedo darte, Lena.
Con su voz víctima de ser lo demasiado terrenal como para crear un paraíso digno de su Lilith se estacionó a las afueras de una pequeña casita rústica de entrada pedrada. La arboleda dificultaba distinguirla en medio de la oscuridad, el profesor estacionó a las afuera de la entrada. Por un momento Lena pensó que dentro esperaban mas personas por ellos, las luces estaban encendidas y se veía movimiento dentro de ella. El profesor borró la sonrisa esperando la sorpresa de Lena cuando capto su rostro despavorido pegado mirando las ventanas de la casa. Cuando David percató que no estarían solos esa noche, se asustó.
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Estimado Señor
Misteri / ThrillerMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.