Estimado Señor 23

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-He dicho que estaba de fiesta y que volvería mañana.

-¿Entonces?

-Que dormiré acá, dos mentiras en una noche es demasiado para el corazón de Alma.

De pronto se sintió sofocado y desde sus rodillas se arrastró un imparable hormigueo que hizo conexión en el calor de su entrepierna. Junto las piernas disimuladamente y su imaginación cesó con un carraspeo fuerte y una mirada desentendida a Lena, quien ya se había acomodado en el sofá sin intenciones de moverse, al menos eso creía.

-Está claro quien dormirá en el sofá.

Ahora David estaba perdido, la señorita Morgan, la menor de ellas, había expulsado de su cama al dueño y amo de las cuatro paredes que llamaba hogar y le ordenaba, pues no era un favor, a pasar la noche en un sofá en el que la dureza había alcanzado nuevos niveles de límite. Y no es que David no fuese un caballero con las féminas que visitaban sus territorios, pero el bajo valor que le dio Lena a su palabra le parecía incluso ofensiva.

Lena pudo detectar el enfado en su rostro, y en la misma incomodida, le tomó despacio el antebrazo.

-Sólo es otra broma Lenner, he dormido en sitios peores que en un sofá –respondió y le guiñó un ojo.

Sus manos sobre su brazo, por un momento traspasaron su chaqueta y llegaron a sus vellos, era cálido pero no insufrible. Posó su mano sobre la de ella contrarrestando la fuerza que ejerció la electricidad de su tacto.

-La cumpleañera tiene privilegios.

Lena no dijo nada, se puso de pie frente a David, él permaneció sentado y levantó el rostro hacia ella.

-Sigo pensando que este cumpleaños no fue lo que esperabas Morgan, aun puedes ir de fiesta y desmentirte. –espetó casi en un suspiro.

-¿Me estas echando, Lenner?

-Por su puesto que no, no lo hago –titubeó- sólo que yo a tu edad en mis cumpleaños bebía hasta quedar tirado, en plena carretera y sólo en calzoncillos.

-Que exagerado eres –se jactó burlona de brazos cruzados.

-Quizás en pantalones –corrigió.

-Me refiero ese "a tu edad" son sólo 10 años, apostaría que alcanzamos a ver las mismas caricaturas al desayuno cuando éramos niños.

Compartieron sonrisa, pero entonces caminó lento hacia el cuarto que memorizó cuando cobró palabra de su falsa acusación ante Piero. Se desplazó lento, descalza por el frío piso flotante de Lenner protegiendo sus brazos. No dejó de observarla, quizás los diez años desaparecían en lo absoluto cuando ella abría la boca, podía ser más madura que cualquier mujer de treinta años con la que hubiese compartido copas, o cama.

Dejando escapar entre la rendija la oscuridad del cuarto se detuvo sosteniendo la manilla de la puerta y volteó a mirarlo. Lenner giró la cabeza hacia la nada, como si su mismo cuerpo rechazara la tentación de ver a Lilith reposar en sus sabanas sin su compañía.

-No salgo en mis cumpleaños, sólo como tarta y paso el día con mi abuela, siéntete libre de culpas.

Lenner volvió el rostro en su dirección.

-Buenas noches Lena –susurró.

-Buenas noches, señor.

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