Le escribió más de diez mensajes que sólo tuvieron la autorización de su orgullo para llegar a la bandeja de borradores. Piero lo había tranquilizado, casi en piloto automático volvieron a casa por una cerveza haciendo un check list de las cosas importantes ha saber para descartar la idea de ser padre. Nunca antes estuvo esperando ante la pantalla del móvil un mensaje de texto, ni siquiera cuando Tessa y él estaban juntos.
Por su puesto que también quería saber de Lillith, pero la idea de arruinarle la vida con un embarazo a su edad, no dejaba de incomodarlo.
Piero estaba más relajado, mientras él googleaba en vano en el diccionario médico las mil causas de la labilidad emocional de Lena, el rubio se encargó de corregir su última tanda de interrogaciones escritas sobre William Blake.
–Tus alumnos son más idiotas que yo en instituto–dijo sosteniendo en pinza dos hojas en blanco arrugando el ceño con asco– En último año ya no puedes escribir tan mal
–Piero, repetiste último año dos veces.
–Y es por eso que hoy en día tengo mas vida social que tú, Dave.
Lenner no respondió más al diálogo, tenía el labio inferior enrrojecido de tanto fregarlo contra su pulgar. El síndrome de la pierna inquieta se activó con su ansiedad y desesperó la calma de Piero con la frecuencia del chocar de su zapato contra el piso.
–Dios, ¿Por qué simplemente no llamas a la cría?
David cerró la computadora a golpe, bebió otro sorbo de cerveza y se puso de pie con las manos a la cadera.
–En qué lío me metí, Piero.
Piero se puso de pie, por un momento David lo observó con envidia. Estaba cesante, con aspecto desaliñado, camisa negra sucia, jeans demasiado juveniles para su edad y zapatillas deportivas, pero aun así, la vida para él pasaba como algo que más tarde podía hacer. Claro que ayudaba la fortuna que le esperaba cuando su padrastro muriese dejándole una de las editoriales más exitosas de todo Chicago, quizás nunca había tenido miedo de perderlo todo.
–Me fascina decir que te lo dije porque usualmente suelo joder todo más que tu Dav, así que, te lo dije.
–¿No pensaste en ser psicólogo?–respondió David a la defensiva. Piero se echó a reir y le dio leves palmaditas en la espalda. La tensión de David emanaba por todos los poros de su cuerpo y chocó en la palma de Piero-
–Tienes que relajarte, puede que sólo sea el estrés, la cría va en último año.
–El estrés no hace que explotes sin motivo, Piero.
Piero balanceó su cabeza y se afirmó en la isla de mármol.
–Pues cuando es patológico, sí. Mi madre también tomaba Olanzapina cuando se divorció de su tercer esposo.
David arrugó el ceño.
–¿Olanzapina?
Piero asintió y terminando su cerveza de un trago se apresuró en correr en busca de algo al sofá. Sin entender nada David se aceró de brazos cruzados lleno de curiosidad, Piero botó al suelo su chaqueta de tela y el abrigo de David. De pronto dejó al descubierto el bolso de Lena abierto sobre su sofá. El rubio introdujo su mano y antes de David poder detenerlo por parecerle una completa falta de respeto contra la caoba, brilló de su mano un brillante frasquito de medicinas.
–La cría se medica.
David se acercó sin poder asimilar aun la afirmación. Tomó entre sus manos como si quisiese comprobar que el frasco era real. Sí lo era, estaba helado y repelto de capsulas azules y blancas.

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Estimado Señor
Mystery / ThrillerMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.