Estimado Señor 44

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Un metro y medio de piernas bronceadas opacaban por completo a sus pantalones rasgados oscuros que entre roturas dejaban ver la palidez de las suyas. Una melena rubia brillante a los hombros no se dignaría a discutir con sus risos caoba opacos. Estaba frente a ella y aunque esa mujer, que escondía perfectamente sus treinta detrás de un enterito corto, un saco blanco y tacones no la conocía, ella ya la había visto antes.

Nunca imaginó tenerla de frente tan pronto, menos después de conocerla por fotografías ¿Sabría la mujer de su existencia? Quiso detectar en Tessa la misma cara de sorpresa que de seguro ella le ofreció, la mujer sólo esperaba a su respuesta sin mayor desafío.

–Sí –contestó en seco.

–Vengo por el informe de Martin Thomas, soy su tía–dijo ella.

Lena no pudo responder.

–¿Sucede algo? –insistió la mujer desentendida cruzándose de brazos– Imagino tu no eres la maestra, luces bastante joven.

Y aunque su voz sonó demasiado amable para odiarla en seguida, se forzó a recuperar su compostura. Lilith protegería a Lena en esta ocasión, podía lucir quizás mil veces menos atractiva que esa mujer en ese instante, pero conoció de ella detalles funestos que le restaban belleza. Se forzó a adaptarse a la situación recordando lo poco que sabía de ella, lucia elegante, no había duda de que en la vida le había ido mucho mejor que a David.

–Me han dejado esto para el señor Thomas–espetó alzando el sobre hacia la mujer– soy la asistente de la maestra de Martin.

Y aunque sin importancia Tessa enfrentó sus felinos ojos esmeralda a los cerceta de Lena, la caoba quiso en esos microsegundos transmitir su odio de la forma mas digna que pudo, sacar su antipatía frente a ella.

–Ya veo–contestó sin importancia. Como si Lena dispusiera de su tiempo exclusivamente par ella se detuvo a abrir el sobre y a hojear su contenido. Lena casi sin paciencia la observó, arqueaba las cejas con superioridad y bufó al final

–La redacción de esta mujer es espantosa–bufó. Lena no contestó, espero que su poca disposición a mantener el diálogo fuese la señal suficiente para que Tessa diera media vuelta en sus tacones y se retirase. Pero de pronto su necesidad de dominancia fue mayor al odio que empezaba a sentir por la rubia. Mientras seguía leyendo se animó a caminar cerca de la mujer fingiendo estar interesada en sus críticas constructivas.

–Imagino trabaja con las letras, señora Thomas.

Tessa arqueó las cejas hacia ella dejando sostenido el informe en el aire. Lena levantó las cejas sin importancia y se acercó a la mujer con las manos en los bolsillos traseros, no dejaría que la intimidaran sus tacones aguja de suela roja.

–Las criticas a la redacción son muy propias de... escritores ¿Profesores quizás?

La mujer sonrió con aires de superioridad a la supuesta inocencia de una asistente.

–Soy doctora en literatura inglesa, señorita Morgan –contestó con petulancia.

Lena asintió

–¿Trabaja por aquí?

Tessa cerró el informe y lo guardó en el sobre nuevamente. De pronto pareció interesarse en hablar con Lena.

– ¿Estudias acá?

Lena asintió con la cabeza y se cruzó de brazos apoyándose en la esquina del mesón

–Mi instituto es el de ahí–señaló con la mirada por la ventana a los edificios detrás de los manzanos.

Tessa observó por la ventana y asintió. Compartieron de pronto segundos de  cínicas sonrisas sociales. Tessa encaminó sus tacones frente a frente a las converse viejas de Lena. Empezaba a inquietarse, antes de ofrecerse a ir por el informe de calificaciones del hijo de su primo Chris, este había comentado sobre su inusual encuentro con el ex miembro de la familia, David Lenner en compañía de Lena Morgan y una mujer con una niña que su primo jamás pudo ver dentro de esa galería aquella. Sabia que Lena tenía contacto con su ex prometido al que había dejado hace un par de años y saber un poco de él aunque fuese por morbosidad le quemaba la garganta.

–Debes conocer al profesor Lenner–declaró.

Lena asintió fingiendo no entender el fin de la conversación.

–¿Lo conoce, señora Thomas?

Desde el primer momento que se refirió a ella como "Señora" notó su molestia, no dejaría de hacerlo.

–Un viejo amigo–dijo seca.

Pero entonces la madre de Greco había anunciado su llegada despertando a los niños de la siesta con canciones infantiles suaves.

–Los niños están despertando–dijo Lena a la rubia de manera insidiosa– ¿Tiene usted hijos señora Thomas?

La rubia le sonrió algo enfadada. Tomo entre sus brazos el sobre y luego su bolsa. Dándole la espalda hizo retumbar sus tacones en el suelo hacia la salida. Miró a Lena una última vez.

–Un gusto, Lena –dijo antes de abrir la puerta volteándose a verla– nos vemos pronto.

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