Estimado Señor 50

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CAPÍTULO III   "La mayor de las Morgan"


A lo lejos pudo ver la silueta de dos hombres delgados rodear de frente el sofá de Alma, uno de ellos sostenía un radio de bolsillo que no paraba de chacharear. Afortunadamente ella estaba viva tras ellos buscando de donde provenían las pisadas de su nieta. Lena se lanzó a sus brazos volviendo a recuperar el aliento como una niña asustada, el profesor se mantuvo a su lado sin entender que sucedía. Los policías miraron a Lena con extrañeza, Alma indicó a Lena sentarse a su lado mietras los policías volvían a tomar nota frente a ellas, había pasado por alto la presencia del profesor hasta que este se acercó a ellas sin entender porque la policía irrumpía la casa de una anciana y su nieta sin más.

Entonces Alma se puso de pie antes de que Lena pudiese formular una buena excusa ante la compañía del señor Lenner, él se mantuvo quieto hasta que la anciana estuvo a una distancia prudente, no lucía feliz, claro estaba, pero ante la situación simuló ser amable.

–Señor Lenner, será mejor que nos visite otro día–dijo la anciana tajante.

–¿Está todo bien?

Alma volteó a observar a Lena, la caoba lucía confundida ante la actitud de su abuela ante los policías. A punto de ponerse de pie junto a ella Alma la petrificó con la mirada haciéndola volver a su lugar.

–Sí, puede retirarse.

El profesor miró una vez más la escena, tenia un sabor amargo en la garganta al dejar a Lena sola en una situación que se alejaba mucho de la tranquilidad que simulo la anciana. Intentó decifrar los deseos de Lena al darse cuenta que la caoba no dejaba de mirarle, pero la presión de Alma al señalarle la puerta fue mayor, dio media vuelta y decidió retirarse.

En cuanto estuvo fuera Alma volvió a su silla mecedora a un paso cojo, Lena la observó desentendida ante el panorama.

–Ahora que están ambas–interrumpió el más viejo de los oficiales– quisiéramos saber que saben del paradero de Leonard Miller, al parecer era muy cercano a ustedes, muchos de sus amigos dijo que pasaba gran parte del día aquí.

Lena no entendía ¿Qué había pasado con Leo? Aunque los recuerdos de su abandono junto a su hermana lo hacían odiarlo, no pudo evitar imaginar lo peor ¿Por qué era importante su paradero ahora, luego de haber huido con Aranna hace años? Sin poder atar cabos buscó en los policías mas información ¿Aranna estaba mal?

–¿Qué a sucedido oficial? ¿Por qué buscan a Leo?–preguntó Lena angustiada

El oficial mas joven se puso de cunclillas hasta la altura de Lena sentada en el sofá

–Los padres de Leo sospechan que algo anda mal luego de que el instituto de arte cancelara su matricula, no ha asistido a clases hace un año.

Lena se afirmó de los brazos del sofá ¿Y que pasaba con Aranna? ¿Tampoco nadie sabía nada? Antes de abrirse a sus preguntas Alma tomó la mano de su nieta calmando su ansiedad.

–Tranquila cariño, tu sabes como es Leo –dijo la anciana con compasión.

–¿A que se refiere con eso, señora Morgan?

La anciana se acercó hasta el borde de la silla.

–El es muy buen amigo de Lena, pasaba aquí algunos días ya que sus padres jamás estaban en casa, la última vez que lo vimos quería huir de aquí a estudiar arte por el mundo, ya sabe oficial...–dijo la anciana sin preocupación mientras planchaba su falda con la mano– buscando mejores ojos para sus pinturas, es un muy buen pintor.

Lena murió en silencio, no entendía por qué su abuela no fue capaz de confesar que Leo huyó junto a Ara hace mas de un año ni mucho menos por qué la anciana no lucía preocupada por Aranna. Volteó a mirarla con ojos inquisidores, la anciana no hizo caso a su demanda y sonrió al policial.

–¿Se le ofrece algo para beber, oficial?

El oficial Gomez, según señalaba su placa, negó con la cabeza anotando cada palabra de la anciana, el otro hombre observaba a Lena.

–¿Conocen a alguien que pudiese llevarnos a él?

Antes de que Lena nombrase la primera letra del nombre de su hermana, Alma negó con la cabeza poniéndose de pie.

–No oficial, como le dije, hace mucho ya no sabemos de él.

La caoba calló ante las falsas declaraciones de su abuela. No entendía que pasaba, pero si Alma estaba mintiendo ante la policía nada bueno estaba tras el telón, estaba encubriendo a Aranna, sin importar que hubiese hecho con Leo.

–¿Y tú, Lena?

Lena alzó la vista hacia los oficiales que ya se disponían a marchar, su boca quedó seca ante las incongruencias que había contado su abuela. Observó la tensión en el arrugado rostro de Alma ante su silencio y aunque cada átomo de su cuerpo quería inculpar a su hermana, entró a escena.

–No.

Los policías agradecieron la participación de ambas en la búsqueda de Leo y solicitaron ante cualquier pista de su paradero contactarlos en brevedad sin importar la hora. Alma aceptó sin dudarlo y guardó en su bolsa la tarjeta con los números de la comisaria que le entregó el oficial Gómez. Desde la ventana, Lena vió a su abuela sonreírles hasta que ambos subieron a la patrulla y despedirlos hasta que las luces rojas y azules se esfumaron al girar en la esquina.

Lena esperó a que su abuela entrase a casa y le diera explicaciones contundentes del por qué debían mentir por Aranna arriesgándose a vincularse una vez mas en los planes extraños de su hermana, esta vez mucho mas serios.

Alma entró a paso lento y dejó las llaves en la mesa. Se puso frente a Lena, quien sin cambiar la expresión de confusión ante las mentiras de la anciana no se acercó hacia ella.  Alma nunca mentía, consideraba a su abuela una persona incapaz de engañar a alguien, mucho menos a una autoridad como lo hacía ahora, si tomó la decisión de mentir fue por motivos mayores: el amor a Ara.

–¿Qué es lo que hizo Ara ahora?

Alma se cruzó de manos y esperando la compasión de su nieta menor se sentó en el brazo del sofá donde estaba Lena, intentó acariciarle el cabello a Lena pero la caoba se rehusó a desviar el tema.

–Ara...–dijo titubeante la anciana a la impaciencia de Lena– Ara se metió en líos, Lena.

La noticia no le sorprendía a Lena, que su hermana las metiese en problemas económicos era algo ya rutinario ¿Pero legales? Esta vez había llegado demasiado lejos, mucho peor al meter a la pobre anciana y a ella como cómplices.

–Pregunté que hizo Ara ahora, Alma –dijo tajante la caoba.

Alma tomó aire y se puso de pie dándole la espalda.

–Ara ha pasado por mucho, Lena....

–¡Por Dios, Alma! ¡Sólo dime en que demonios está metida Aranna ahora!–le gritó sin paciencia Lena.

La anciana se remeció ante los gritos de su nieta, intentó calmarla volviendo a acercarse a ella y poner las manos en sus hombros

­–Cálmate, Lena.

–¿Qué me calme?–dijo alejando sin cuidado las manos de Alma de sus brazos– ¡Podrían llevarte a la cárcel por su culpa, Alma! ¡A ti y a mi!

Alma intentó calmar su euforia con una sonrisa, pero Lena no dejó pasar la falsa despreocupación de su abuela. Fue entonces cuando la mujer comprendió que su nieta no se conformaría con explicaciones vagas.

–Ara está en líos con Leo, huyeron del país –declaró la anciana abatida.

Lena no pudo mirar a su abuela. No caía en su cabeza que la fidelidad a ocultar los errores de Ara llegase tan lejos como para ponerlas en peligro a ambas. La anciana no logró su empatía, Lena ni siquiera pudo soportar su presencia. Apoyó su cabeza entre sus manos e intentó calmarse respirando más lento para no encarar a la anciana de la forma hiriente que Lilith le exigía sacar.

–Lena...–dijo la anciana con tristeza.

–Déjame sola, Alma.

Estimado SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora