Estimado Señor 71

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Ese día todo parecía advertirle que no tenía que levantarse. Arrancó el día de malas, Alma apenas la saludo al desayuno y ni se molestó en servir otra taza de café para ella. No caía en sentirse mal, después de todo se rehusó a sentir culpa por enfrentar a su abuela de una vez por todas. La anciana pensaría que estaba influenciada por el profesor, quien para ella solo era un hombre al más estilo vampiro emocional en picada contra una niña a la que por poco podría doblarle la edad. Su bastón en punta pato rasgó la madera, ella saldría otra vez con su abrigo hecho de un plumífero raro o tal vez sintético, no le dirigió la palabra a Lena.
Trato de pasar por alto otro hecho que quiso etiquetar como sin importancia mientras terminaba su cereal, hoy sería uno de las últimas fiestas que hacia su promoción y Alma prefirió obviarlo. Las tantas veces que una Lilith interior levantó el semblante de Lena esta vez eran sólo intentos vaporosos a lo sensible que esa mañana se sentía. Miro el teléfono y dudó si llamar al profesor, esa mañana lo dejarían a cargo de sus últimas entregas y llevaba despierto desde las seis y media para no olvidar nada, lo sabía porque a esa hora un zumbido le interrumpió el sueño.

"No se si es muy temprano para decirlo pero, te quiero"

Volvió a sonreír. El satin vino desparramado como una copa sin dueño le deslumbró desde el sofá, se preguntó qué tal sería lucirlo delante del profesor y combinar a besos el traje azul índigo que David luciría esa noche en disfraz a un maestro que sólo quería vigilar el alcohol en el ponche. Río, la malicia de tentar los celos del profesor al bailar con otro chico le pusieron los pelos de punta ¿Sería capaz de salirse de sus casillas si lo hacía?
Recogió el vestido para evitar las arrugas a la noche antes de salir. Fue entonces cuando el chicharreo de la televisión de Alma desde su cuarto se delató. Las voces no eran claras en el umbral del cuarto, una vez dentro de él el estómago se le hizo un nudo y las manos gelatina al asimilar que las palabras del encabezado incluían la palabra cuerpo y Leo sin un punto tras la otra. Una notera informaba que el cuerpo de un adolescente desaparecido hace meses fue hallado entre los escombros de un vertedero municipal por trabajadores del lugar.  Alcanzó a sostener el impacto al sentarse en la cama, una jalada de aire helado la pasmó ante el noticiero siendo incapaz de retener más información sobre la muerte de Leo. Sintió que se descompensaria y caería al suelo en cualquier momento, el aire pareció denso pora atravesar sus fosas nasales cuando las cámaras aéreas enfocaban un ares cercada de policías y ambulancias al rededor de una bolsa hermética plateada. A tiempo de su cuerpo devastado, la televisión arrojaba fotografías en memoria del que fue el amor de su vida hace unos años atrás. Su cabello ondulado en punta castaña gruesa y unos rasgados ojos grisáceos se habían apagado a manos de un cruel verdugo que no tuvo tiempo en elegir un lugar más digno para depositar su cuerpo. La reportera en asco comentó que se presumía un asesinato violento ya que se presenciaron rupturas en algunos huesos. La fecha del delito les era más difícil, pero fuentes confiables le afirmaban que el cuerpo llevaba varios meses dentro de una bolsa de basura.  ¿Existiría en el mundo alguien capaz de hacer algo? No estaba preparada para ver sus fotos otra vez, se sentó a lo indio frente al televisor, su luz destelló el rostro de Lena húmedo lleno de dilemas que no sabía a estas alturas cómo resolver. Lo odio tanto el día que se marchó con Lena, pero lo amó mucho más incluso meses después de eso.
Se llevó las manos a la boca para cubrir su lamento al escuchar que los padres del chico estaban devastados y suplicaban información a sus cercanos, después de todo la culpa los hundía por esperar al día de la muerte de su único hijo para preguntarse dónde demonios estaba. A Lena le enfado, sintió ganas de restregarles en la cara lo mucho que Leo algún día los necesitó y que llegó a su cuarto de madrugada buscando consuelo entre sus brazos y una cocoa caliente.

—Por Dios... —musitó con las manos cubriéndole aún el rostro y a llanto atragantado—

La investigación recien comenzaba, amenazaba el padre de Leo por la pantalla mientras cubría con su brazo a la mujer de pelo corto y rizado que no encontraba sosiego más que gritar. Equipos especializados se encontraban en el lugar dando hasta con las más mínimas pistas para encontrar el paradero del autor del delito. Su corazón y su mente no superaron la ambivalencia, Lena apagó la televisión rehusándose a seguir mirando fotografías de Leo en presentación frente a sus ojos mientras la taquicardia se confundía con sus sollozos.
¿Como es que había pasado tanto tiempo para que esto saliese a la luz?
Se puso de pie a duras penas, a resoplos y a pecho pesado se sentó en la punta de la cama incapaz de detener sus sollozos. Muchas veces pensó en cómo la vida podría encargarse de devolverle a Leo todo el dolor que provocó con su ida, jamás imagino que sería de esa manera. Entonces se detuvo en seco a mirar el piso, y otra vez el nombre maldito estaba frente a ella, Aranna.
¿Estaban encubriéndola porque ella tenia que ver en esto? ¿A caso Alma ya sabría de la muerte de Leo? ¿Aranna mató a Leo?
Recordó la última carta que recibió de Aranna donde le comentaba sobre sus nuevos novios, se supone que antes de la fecha, Leo seguiría vivo. ¿Por que abría de matarlo entonces? ¿Sería capaz?
Alma refugiaba a Aranna entre las sombras como si negase que alguna vez existió una caoba al cuadrado en esa misma casa. Se levantó impulsada por el desconcierto e irá al sentirse engañada, Alma tendría que dar respuestas a esto.
Trato de calmarse frente al espejo antes de marcharse, los policías vendrían de seguro otra vez a casa luego de que la peor pesadilla imaginable al caso se hiciera realidad, tomó su bolsa y se limpió las manchas de delineador poco resistente a emociones fuertes de las ojeras. Estaba más pálida de lo normal,  y sus mejillas bajaron dos grados en frío mas, se vino a su mente entonces otro gran golpe que recibiría ese día, la reacción de Dereck.
Casi le pareció oir del otro lado de la puerta su puño de fiero echándola a bajo para asfixiarla con sus propias manos.
Alejo esa idea de su cabeza a la fuerza, si lograba llegar a clase, estaría sana y salva con David a 100 metros de radio. Avanzó por la calle tan paranoica como nunca, su cabeza tampoco funcionó a su máximo potencial y solo una vez en el taxi recordó que sería más fácil pedirle a Greco ir por ella en su auto y así no llegaría sola, no lo había pensado. Trato ese día ir con sus prendas menos conocidas para Dereck, una gafas de mosca oscuras y el pelo recogido. No tenía nada que ocultar, pero sí mantenerse lejos de él.
Abrazó su bolsa a penas bajo del carro y camino tan rápido como pudo a las escaleras de subida a la entrada.

—¡Eh, pedazo de puta! —gritaron a esas espaldas.

Entonces supo que no llegaría a salvo. Explicarle a un hombre herido y violento que compartía tanto o más el dolor de ver en el noticiario el cuerpo de Leo por una bolsa plateada sin color en su alma no sería tarea fácil. Dereck no entendería, a una cuadra podría sentir el bahó a licor barato y la humarada de sus cigarrillos baratos. Miró hacia los lados, las tres de la tarde era muy tarde para llegar a cualquiera sitio, incluso a clases. Empezó a respirar rápido mientras aceleró tanto como pudo el paso sin establecer contacto visual con nadie. Se soltó el cabello y se mantuvo fija a alcanzar la entrada tan rápido sus piernas pudiesen.

—¿Vas a arrancar ahora?— continuó Dereck a sus espaldas, pero ahora más cerca—  ¿Que ya no tienes a otro vejete para defenderte?

Volteó sin remedio cuando fue arrastrada por el antebrazo a darle la cara. Del golpe dejó caer las gafas al suelo y por un instante el punk le penetro su pesar. Pardos sin ganas de dar explicaciones le suplicaron dejarla ir, Dereck no desistió, tambaleando en su postura apretó los dientes y la obligó a mirarle a los ojos.

—Tu lo sabias —espetó haciendo más presión en los dedos — ¡Lo sabias!

—¡Suéltame! —suplicó en voz baja haciendo resistencia— ¡¿Se te olvida que Leo era mi novio?!

—¡Tu sabías, Lena! ¡Tu lo odiabas y querías verlo muerto cuando te dejó!

—¡Estás loco, Dereck! —gritó con su brazo amoratado— ¡Jamás imagine que algo así le había ocurrido, suéltame!

Las pupilas dilatadas y más fuerza que razón hicieron que el punk arrojase con bestialidad propia de su estado a la caoba hacia el suelo. El asafalto rasgó sus medias y perforó sus rodillas sin capacidad para huir rápido, la tela de su vaquero estaba ensangrentada
.  Lena no lo aguanto, apenas pudo se puso de pie para enfrentar con algo más que valor los maltratos de un drogadicto.

—¡Deja ya de molestarme, resentido de mierda! —le escupió a la cara.

—¡Eres una puta mustia, Lena!

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