No contuvo ya la rabia y no fue porque le importase que un profesor nombrara a su desaparecida hermana, ni siquiera se animaba a pensar si la pregunta de Lenner tuvo un trasfondo burlesco –más que eso, malvado- o fue su simple error de maestro nuevo al que no le contaron las grandes noticias de la alumna estrella que desapareció del pueblo con un vago en busca de aventuras dejando a su fracasada gemela, claro, quizás aun no lo sabía.
Tampoco recordó si Greco la buscó al salir o si alguien fue capaz de percatarse de que estaba apunto de estallar cuando salió del salón después de hablar con Lenner, el camino a casa se le fue a rojo y sólo volvió así misma cuando buscó debajo de la cama su zapatilla derecha para correr.
Hace siete meses había empezado a correr sin fin de hacerlo por beneficio físico, sólo era liberar algo que no sabía que era, pero la consumía cada vez que recordaba a Aranna. Era su hermana, su otra mitad durante años, fastidiosa a ratos, una traicionera hace años pero su hermana al fin y al cabo.
Cuando niñas intentaron mil veces la telepatía que decían los gemelos poseen de manera innata al nacer pero algo no funcionaba entre ellas, jamás pudieron llevarse del todo bien.
Mientras sumaba otro kilometro a la carrera, Lena agradecía ser lo suficientemente fuerte para no llorar delante de aquel profesor, que claro estaba no se agradaban mutuamente ¿pero sí habían follado? Claro que sí, no tendrían por qué ser almas gemelas para que pasara lo que pasó, aun así ¿Lenner tendría la decencia o siquiera la culpa para acercarse a hablarle alguna vez?
Sonrió al recordar como se retiró de ese piso, como una diosa ninfómana que se alimentaba de cómo Lenner le seguía con la mirada aun desconcertado de lo ocurrido, lo pasmado que quedó cuando ella sugirió que todo ese montaje era una simple decisión de ella y ya está, sabía que eso no era del todo real.
Cuando llegaba a la fuente de agua para descansar y recobrar el aliento se sentó a aclarar un poco sus pensamientos. Claro que no lo había hecho sólo porque pensara que le era apetecible un maestro como él, quería sentir que ella también podía seducir a un hombre sin ningún interés más allá que su entre pierna.
Aranna siempre se lo repetía:
"La diferencia entre tu y yo es esa, tienes que aceptar que hay personas que sólo te pueden servir una vez en la vida, luego sólo tienes que desecharlas, ¿entiendes Lena?"
La voz de Aranna en su cabeza recitando las frases del manual "Como ser tan perfecta como yo" tomaban tanta vida que asustaba, era como un eterno fantasma en sus recuerdos y su día a día pero a veces los seguía, como esa noche con Lenner. Estúpido sería que alguno de los dos hablara -pensó- por más que ambos se vieran en clases, era de mutuo acuerdo sin palabras que el que hablase, simplemente saldría más perjudicado que el otro.
Bajando el ritmo a casa tres cuadras antes observó a su abuela a la distancia, a pesar de tener tantos años y de sus notorias marcas de la edad, desde una perspectiva más lejana lucía como una mujer de unos cuarenta años, su físico aun no estaba tan deteriorado. Hablaba con un hombre de saco mientras el obeso gato se dejaba mimar en sus brazos. Lena no reconoció al sujeto, y haciendo una visera con su mano intentó tener una visión mas clara del panorama, su abuela se despidió de él con un beso en la mejilla y el sujeto partió en un nissan negro.
-¿Quién era Ama? –soltó aun recobrando el aliento.
-Uno de esos sujetos cariño, de esos que quieren iniciar en la política y te hablan para caer bien.
Su abuela sonrió pero ella frunció el ceño, a estas alturas del año las candidaturas ya habían finalizado y hasta donde ella sabía, un político haciendo puerta a puerta sin entregar folletos basura o en un auto de lujo no eran cosas muy comunes o por lo menos creíbles.
-¿En un nissan así?
Alma lanzó una carcajada.
-Vamos, ¿A caso esperas que todos mal gasten su dinero en cosas caras? Entra a casa cariño, hice un caldo de pollo delicioso.
"Perfecto para finalizar el día" pensó.
Al corregir siempre habían más reprobados que aprobados, que él fuese uno de los peores alumnos de su generación no era directamente proporcional con su exigencia como profesor a cargo, defendía incluso sus malas calificaciones en la universidad como la falta de apertura de profesores antiguos a miradas nuevas sobre la literatura.
Luego de el tercer vaso de coñac se había perdonado la broma a Morgan, levemente, después de todo necesitaba establecer algunas normas con Lena para exponer las cartas sobre la mesa, sólo para quedar más claros. Se volvió a adueñar de su mente los ojos de Lilith cuando la había quebrado, por Dios, no se consideraba tan hijo de puta para hacer llorar a una chica que había estado en su cama y que sólo la odiaba por una mala broma a Piero.
Se acarició la barbilla y estiró el cuello, entre resoplidos quería lograr que no le importase sumar una fémina a su lista de enemigos, menos si era un alumna mas entre los cientos que ya lo odiarían a fin de año por reprobarlos.
Se levantó del escritorio y con las manos a la cadera se observó al espejo, habían pasado algunos años por encima, no se veía en lo absoluto viejo, claro está, pero sí más maduro. Ya la campera de cuero sólo se ocupaba en uno de los cuantos eventos de Piero, ahora prefería los abrigos negros formales. Seguía amando las motocicletas pero se estaba acostumbrando a su auto barato de segunda mano, abandonaba las drogas por cigarrillos de canela y las cervezas por licores malos. Rió al espejo, cambiaba su apariencia pero seguía sintiéndose el mismo, incluso aunque eso le trajera mil autocriticas por sus errores en el pasado, dejó de reír.
-Y decían que siempre serías un cabrón, tenían razón.
Al volver a la mesa de trabajo con el piso rechinando a su paso golpeó su maletín de cuero café dejando caer sus libros de clase, el más pesado que contenía los datos de sus nuevos alumnos, ese que acusaba de error y que no tenía idea como un alumno pudiese haberlo robado para una broma de pésimo gusto –que él también había realizado- llamó su atención una vez más.
Por un momento cruzó la loca idea de ir a la casa de Lena a hablar con ella del asunto y dejarlo ya en el pasado, pero la idea de que le abriese ese gordo de pantaloncillos rojos que había imaginado el primer día que ella durmió en su cama hizo que su idea se esfumase.
Se sentó en el suelo y se sacó los anteojos ¿Es abuso de poder tan sólo ver donde vivía uno de sus alumnos? Después de todo, por algo los maestros tenían libre acceso a esa información.
Guió su dedo hasta la M y la abrió cuando la foto de Lilith le deslumbró la vista otra vez. Sonrió al verla, parecía muy angelical estando inmóvil, sin hablar, sin escupir fuego cuando quería. Bajó la vista hasta los datos personales hasta parar en su dirección.
-No muy lejos de la botillería de Tobias –musitó. Y si bien, no iría a su casa, nadie le podría acusar de nada si tan sólo el destino con un poco de ayuda la llevaba a toparse con Lena sin ningún motivo, más que su propia curiosidad.

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Estimado Señor
Mystery / ThrillerMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.