Estimado Señor 47

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Una ducha fría calmó su ira, el agua a fuego vivo quemaba su espalda. Una cortina de humo ahogó un grito del profesor, luego cerró los ojos, no dejaría que pasara de nuevo. Se forzó a ignorar su ira y a vestirse, era momento de tomar una decisión luego de ver a la mujer que más despreciaba en el mundo. Miró hacia la pared del armario, el calendario amenazaba una semana de fideos enlatados antes de la paga ¿Y si renunciaba luego de cobrar su sueldo? Después de todo, no había durado ni un año dictando clases de literatura para dummies en Chicago para ser tentado por el dinero. Podría irse, pensó, pero huir y empezar de nuevo lo remontaría al inicio, lejos de sus amigos y por cierto, de Lilith ¿Podría siquiera contarla dentro de las cosas que se forzaba a creer lo ataban a perecer?

El buen whisky quemó la garganta del profesor. Su marcador rojo no podía esperar a encontrar la fecha indicada para declararla como el día de la libertad en el que presentaría su renuncia. Pero, ¿Tendría siquiera hacerlo? Habia dejado que Tessa le arruinase la vida una vez, otro chance seria una injusticia consigo mismo.

En medio de la frustración arrojó el marcador al piso, no estaba en sus manos y echarse en su cama a medio hacer. Aun no se acostumbraba a su nueva computadora llena de programas exclusivos y la creación de mil cuentas que jamás supo existían cuando tenia su computadora de kilo y medio, que por cierto, en un arranque de ira, había roto en mil pedazos

El recuerdo de la escena se invadió por Lena, decidió que era momento de hablar con ella. Ese mismo día su indiferencia le dejó una inquietud rara en el pecho. ¿Llamarla?, quizás era muy riesgoso.Opto por la formalidad, la señorita Morgan tendría que añadir una hora extra de clases para permitirle al profesor explicar que hacia el de la mano con una mujer de seis meses de embarazo.

Sus dedos no pudieron continuar escribiendo, era verdad, no se sentía tan preparado como creyó. En mas de una ocasión, había sido el dramaturgo de las confesiones en su imaginación y se atrevió a analizar cada una de las reacciones de Lena. Se imaginó verla romper en llanto, verla gritar, disculparse, e incluso verla paralizada. Pero en su corta carrera ficticia no contó con verse tumbado en la cama  apoyándose en su brazo flectado bajo su cabeza con un correo en blanco  que ya se había almacenado en borradores a la espera de su valentía.

Lo escribiría desapropiándose de la situación, quiso narrar.

Pero en la frustración que le causaba el no escribir fluido por la costumbre de sus dedos al teclado antiguo y la confusión del tipeo de comas y puntos del cual era un obseso, cerró la pantalla. Esta vez tendría mayor control de impulsos controlado por la futura deuda que le costó su arrebato. ¿Desde cuando David Lenner solucionaba sus cosas por computadora como un crío?

No importaba si ella no quería verlo, le daría media hora de ventaja a su resentimiento esperándola ocho casas antes de la suya. Luego de eso, él se marcharía.

Y así fue, la perspectiva angular de la calle a lo largo le daba camuflaje a su visita. Podía a lo lejos observar el buzón de la casa de Lena y su abuela, la ultima terminando la calle decorada con hortensias y margaritas a los costados. Miró la hora, sabia que los lunes Lena volvía de tutoría de álgebra a la hora del almuerzo y que con algo mas que un poco de suerte podría alcanzarla sin auriculares antes de abrir la puerta.

El profesor esperó quince minutos fumando su último cigarrillo mentolado en el tedio de su entrada sorpresa. No habían rastros de la caoba ¿Se habría equivocado?

Buscó su teléfono en su saco, recordaba haber recibido un mensaje de Lena la semana pasada confirmando una visita express a su piso luego de almorzar con su abuela el lunes. Confirmado, tendría que aparecer.

Antes de dejar su teléfono en el bolsillo timbró en su mano.

"No es lo que imaginas"

Decidido a bloquear el número de Tessa y alejó la pantalla de su vista, despertar el odio era lo que menos necesitaba para un tratado de paz con Lena.

A lo lejos de la calle, la vio. Vestía jeans rasgados oscuros, su camisa a cuadros roja y botines negros. ¿Se enfrentaría a Lilith? La melena de la caoba apenas se dejaba asomar a lo lejos y a paso lento se dirigía a casa. Lenner sonrió, lucia totalmente distinta a la Lena en clases de esa mañana.

Acercó el auto lento hacia ella. Intentando llamarla con la mente sin resultados, se decidió por un bocinazo breve, ella ya lo había descubierto. Se paró en seco en la vereda, destapó sus oídos dejando caer sus auriculares. Los segundos siguientes fueron plena bondad de Lilith.

El profesor respiró mas lento cuando observó que la caoba le daría el beneficio a la duda cuando se alejó de casa caminando a su dirección, no tenía expresión en su rostro ¿Estaba enojada o simplemente dejó de importarle? Caminó sin prisa de brazos cruzados hasta la puerta del auto. Frente a frente separados por una ventana a medio cerrar, el profesor la invitó a pasar.

No se negó, pero tampoco parecía agradada de aceptar.

–Lena.

–Profesor–contestó mirando al vacio.

David se soltó el cinturón para voltear su dorso hacia Lilith que  le cedía las palabras, pero le quitaría la mirada. Aceptando la condena echó un último vistazo al barrio, nadie por alrededor.

–Tenemos que hablar.

No respondió.

Él suspiró.

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