Durante cuatro días Lena y Lenner tuvieron la oportunidad de la ventana al olvido gracias al feriado institucional otorgado por un alumno ordinario haciendo cosas ordinarias en un contexto no tan ordinario, esto y el inicio de las actividades que daban inicio al otoño les dio un lapsus de noventa y seis horas terrícolas para dejar que sus mentes menos fantasiosas y más realistas dieran lugar a lo que habría significado la inauguración de la cama de Lenner luego de la partida de su ex prometida con un hombre sin tantos pensamientos nostálgicos como él.
El día pasó rápido en la espera de que Piero pudiese al fin deshacerse de congresos de ex universitarios destacados en Atlanta para por fin estar con David, aspirando todo la humarada de su cigarrillo de canela esperando encontrar las palabras apropiadas para explicar lo que no quería.
-Te la cogiste.
Lenner abrió los ojos con sorpresa.
-Vamos si lo dices así pareciera que yo lo planeé todo, sólo apareció acá y pues –exhaló matando la colilla en el cenicero- sólo...
-Te la cogiste -reiteró Piero.
Entre los balbuceos de su mejor amigo de años Piero abrió la última cerveza de Lenner con la media sonrisa incrédula a una historia de simples casualidades. Lo miró intentando al igual que el profesor en apuros, buscar una respuesta trivial como la tendría ante cualquier otra historias de faldas de David, pero no. Esta vez no notó la petulancia de agregar otra mujer a su larga lista de aventuras pasajeras, tanto así que si no lo hubiese conocido durante los momentos más duros de su vida pensaría que el mismísimo David Lenner estaba asustado.
-Pero la otra vez que estuvo acá ella...
David bufó y se puso de pie llevándose las manos a la cabeza.
- Esa vez fue todo una mala broma de Morgan, ahora la cosa es más seria.
- ¿Qué edad tiene?
-18...al menos eso creo.
-Joder Lenner.
-Exacto.
Todos pensaron que la menor por dos minutos de las Morgan había perdido el olfato del miedo después de perder a sus padres y de ser abandonada por su hermana gemela tras robarle a su novio, o al menos habría adaptado el dolor como algo normativo en cada etapa de su vida.
Fue tan así que hasta ella pensó que sería así siempre, algo habría de salir mal y para ese entonces habría que estar tan preparada como fuera posible, odiando o amando, algo pasaría.
Observó a su abuela tejer los últimos puntos para un abrigo gatuno con colores chillones. Hace un día que Alma le habría de vuelto el diálogo después del pseudo paro cardiaco que le habría ocasionado el que Lena no llegase a casa y no contestase el teléfono, más allá de los efectos hipocondriacos, sabía exactamente que su única compañía en casa, sin contar su obeso gato, sabía como enfrentar situaciones difíciles sin los cuidados de una mujer mayor.
No podía evitar mirarla con un cariño que escondía una lástima que se negaba. Lena siempre se disculpaba con una mirada mas que con palabras y aunque ambas permanecían en silencio sentadas una frente a la otra en una casa en la que sólo un reloj a cuerda rompía la calma, entendían que ya estaban bien de nuevo.
-Eres mas grande de lo que eras hace unos años ¿no? –sonrió la abuela tratando de no distraerse en su costura- no recuerdo ya cuando fue la última vez que te ayudé a vestirte.
Lena sonrió y se limitó a observarla, ella tampoco lo recordaba. Aun así al verla de más cerca las arrugas de su cara se hicieron más visibles, su cabellera era más canosa que la última vez que se limitó a observarla. Se preguntó cuanto faltaría para que los papeles se invirtiesen y fuera ella quien tendría que ayudarla a vestirse.

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Estimado Señor
Mystery / ThrillerMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.