Estimado Señor

Estimado Señor {Anexo}

El soliloquio de la consciencia comenzaba a despertarse, con golpes en la sien lo remobía de un turbio negro que aclaraba entre sus pestañas, se había dormido en el sofá. Apenas superando la realidad se limpio la boca con el dorso de la mano. ¿Hace cuantas horas se encontraba ahí? Sin mirar al reloj y en acoplo a que sus persianas americanas no emitiían luz alguna dedujo que eran las siete y algo más de las ocho. El coñac había dejando en el suelo una resplandeciente alfombra cobriza pegajosa. No de nuevo.

De malagana y de cuclillas secó el resto del licor con el periódico del día anterior aclarando sus sueños al mismo ritmo con el que empeoraba aun más la condición  del piso. 

La soledad estaba amenazando con asentarse en su vida, pero vamos ¿No era eso lo que quería luego de marcharse de casa de sus padres?¿Un lugar donde vivir tranquilo y beber coñac sin lastimar a nadie? 

-Hasta el más fuerte de los hombres David -se dijo- hasta el más fuerte.

Se puso de pie frente a su nuevo hogar, por primera vez en el tiempo que llevaba ahí sentía que el lugar se hacía demasiado grande para un sólo hombre y no, no quería decir que el lugar diera espacio a unas cien personas pero por lo menos a una que tuviese la importancia para completarlo. Quizás el estar lejos del hogar le ponía sentimental, quizás era el romanticismo literario o la vista hacia la ciudad lo que lo hizo sentir pequeño en ese instante. Fuese lo que fuese, por primera vez, se sentía solo.

-La diferencia la encontrarás cuando...cuando sólo tu sepas donde hallarla, se supone que este tipo de cosas no son el tipo de consejos que te ayudan en algo natural, querida Lena el amor es único en cada persona.

-¿Te han lastimado?

-Oh sí, un millón de veces.

-¿Y aun crees que es posible?

-¿Qué cosa?

-Eso, entregarlo todo aunque estés vacio.

-Nunca se está vacío del todo.

-Entonces.

-¿Entonces que?

Calló, pareció comprender.

-Gracias, gracias mamá.