–Tenia pensado dejarla pasar –confesó.
Piero aguantó las palabras y se limito a demostrar su desapruebo cruzando los brazos.
–Pero...se veía tan perdida esa noche.
–¿Perdida?
–Ya sabes, distraída, como buscando algo que jamás encontraría.
–Viejo conozco el significado de "perdida", lo que me preocupa es que no hayas tenido sexo con ella.
David Lenner dejó caer en seco su cerveza negra, se lamió los labios para limpiar la espuma de su incipiente barba y le miró.
–No es chistoso.
–Por supuesto que no.
–¿Entonces?
Piero imitó su gesto con la cerveza rubia a medio terminar. Carraspeó y se acero a su mejor amigo, quien, con ojos engañosos de enojo pero con evidente miedo no le bajó la mirada.
–Si follas con alguien puede ser sólo eso y ya, que durmiese en tu cama y tu en el sofá luego de pasear juntos, joder David, eso es puta cursilería.
David separó los labios antes de que su cerebro formulase una buena excusa para Piero tras contarle que, la noche anterior y hace apenas un par de horas, Lena Morgan, de unos recientes y fogosos diecinueve años, pasó su cumpleaños entre sus paredes borgoña, sus libros viejos y su imprudente compañía. Claro, omitió detalles sobre qué lugares visitaron antes de llegar a su piso. Tampoco claro, le contó de que realmente hablaron, pues el relato se transformó en una red de excusas y de porqués tuvo que llevar –otra vez– a su Lilith a un lugar seguro.
Cuando despertó al día siguiente, el sofá se le hizo más incomodo de lo que le prometieron en la tienda de antigüedades en que lo consiguió en un impulso de Diógenes de su billetera. Se frotó los ojos y enderezó su espalda hasta hacerla crujir. El frío había penetrado desde temprano y el sol no ayudaba mucho a contrarrestar el efecto. Exhalando por la boca, se apresuró a encender su calefactor antes de que Lena despertase, no quería dar una mala impresión a primer despertar. Se arregló el cabello gracias al reflejo de su diploma de egresado.
–Buenos días, señor.
La voz sedujo a su espalda. Dió media vuelta y se topó con Lilith vestida, semi despeinada y a cinco pasos de su cuerpo. ¿Podría ser ofensivo desear darle un beso casto a esa hora de la mañana?
Quizas las siete, quizás las ocho. Apenas había amanecido para estar los dos descalzos, despeinados y a kilométricos cinco pasos de besarse. Lenner asintió con la cabeza.
–¿Qué tal dormiste?
Repitió su gesto. Con casi desgano, hizo rechinar la cuerina del sofá al dejar caer sus muslos.
–Está un poco frío ¿No?
–¿Un café?Dijo sí con sus labios. Con ganas Lilith no se aprovechara de la debilidad que anoche, había declarado emanar de su presencia, decidió que evitarle la mirada podría ser buena estrategia. En el sillón, los pardos al amanecer tampoco se animaron a buscarlo, pero si a pensarle.
Lena había vuelto a su faceta de explorador y recorrió como primer paso, el cuarto de Lenner con la mirada, como un escáner panorámico de su habitación de cumpleaños. Una cama a medio hacer, sabanas grises arrugadas. Una pequeña mesita de noche blanca que guardaba sus llaves, relojes y preservativos, según pudo ver al abrir el primer cajón. Al parecer, solo ahí guardaba sus fotos. Lenna se posó tal critica de arte ante el muro lleno de fotografías que amenazaba la cama del profesor. Le faltaban ojos para distinguir cuantas personas habían en total. Muchas mujeres, unos poco varones, bastantes paisajes y un perro. A su favor, ninguna novia.
Se dejó caer hacia atrás en la cama. Las sabanas aun estaban demasiado frías como para esconderse en ellas, se preguntó que tan vulgar sería solicitar una visita de esas que necesitaban de especulaciones premonitorias y sexuales.
Se mordio el labio y se forzó a desechar esa imagen de su mente, habían pasado una noche muy cálida para ensuciarla con sexo sin amor.
Miró su techo, una leve mancha de moho en una esquina era lo único que arruinaba la habitación inmaculada del profesor. Al parecer el blanco y el negro eran los colores favoritos del profesor Lenner. Su aroma le acarició las mejillas cuando se posó en sus almohadas, mitad orgásmico, mitad hogar. Las notas de olor la hicieron sentir tíbia aunque sólo hubiese un cuerpo en esa cama de dos cuerpos. El profesor Lenner dejaba su huella entre sus terrenos. Cuando se dejó caer en sus brazos jamás notó tan bien su olor. Quizás a bosque, quizás pinos pero más fuerte y masculino, pero lo que si recordaba era el rechinar de su colchón cuando se dejo caer encima de ella. ¿Demasiados recuerdos sexuales?, podría ser, pero, la cumpleañera tenía privilegios, pensó.
–¿Qué le diste qué?
David ahora giró los ojos hasta ponerlos en blanco. Se echó en la silla y le levantó la ceja.
–Podrías ser jodidamente menos atento.
–Vale, pero...¿Ese libro?
David se encogió de hombros sin ganas de mostrar remordimiento.
–Ella lee a Fitzgerald, yo ni siquiera lo he hojeado en años –mintió.
–Mientras no te cuelgues de una cría que es tu jodida alumna –hizo una pauta para beber–...es tu jodido problema Dav.
–No pasará nada–sentenció– creo.

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Estimado Señor
Misteri / ThrillerMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.