Estimado Señor 75

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Dos días para la verdad estableció la dictadora de las verdades dolorosas cuando salió de los aposentos de Piero sin sentirse tan victoriosa como lo deseaba. Por algún extraño motivo, se sintió invalidada y derrotada.
Dudó si era aún un horario prudente para escribirle al mail personal del director inquieta por los rumores de pasillo que los profesores habían hecho llegar a sus oídos, ese hombre no podría mentirle.
Y apenas en el primer piso del edifico de un nuevo enemigo, decidió que las diez y treinta aún era hora de trabajo.
Texteó una vez llegando a su auto escondida entre la oscuridad e ideó la mejor redacción carente de interés personal en una situación que ponía en "riesgo inminente" la reputación de todo el cuerpo docente de la institución.
Se deshizo de los restos de máscara de pestañas deshecho bajo sus párpados cuando la culpa le pesó tanto y más para aguantar lagrimas contenidas.
Recibió una respuesta en breve:
"...ante lo comentado anteriormente, me veo anulado de dictar sanciones mayores al profesor David Lenner y a la alumna involucrada en los altercados recientes por ausencias de medios probatorios que respalden lo comentado...."
Arrojó su teléfono al asiento de copiloto maldiciendo a su parecer la ineficiencia e inocencia pueril de todos. Vislumbró por el espejo retrovisor autos estacionarse detrás de ella.

— Pruebas, de que la cría está loca y David se ha contagiado de ella —masculló encendiendo el motor del vehículo a la orden de los bocinazos tras ella.
Pero entonces recordó la última vez que intentó que David abriera los ojos ante la que a su parecer era la peor de sus conquistas. Tenía en algún lugar de su teléfono una fotografía del expediente de Lena Morgan repleto de información personal.
Haciendo caso omiso de los insultos de los conductores furiosos por estacionar en un lugar prohibido, deslizó su dedo por todo el carrete de fotografías hasta dar con los datos de Lena.
— Veremos que tan bien te sienta una visita en casa, Elenna —masculló arrancando el motor

Condujo una hora entera desde el edificio céntrico de Piero hasta la casa de Lena en las afueras de la ciudad. Amaba compararse y ganar en su mente en las características buenas que ella tenía y que de seguro Lena carecía, encontraba una nueva, Lena no tenía el mismo estatus y a su parecer clase que ella . Aparcó en un vecindario muy lejos de parecerse al lugar donde ella había pasado su vida entera en los recintos más altos de Saint Marie en Los Ángeles.
Estacionó con las luces apagadas cerca de la acera de los vecinos en paralelo a la casa de las Morgan en silencio sigiloso. A desgracia de Lena, la doctora Thomas no era la única visita inesperada a la que se enfrentaría al llegar a casa.
Dos cosas despertaron a la doctora Thomas de un pequeño cabeceo de sueño después de una hora de esperar algún movimiento delator de parte de su oponente; la primera fue aún más  sospechosa que la segunda. Por tercera vez, una patrulla de policías se estacionaba frente a la casa de las Morgan. Luego de diez minutos tres policías fueron invitados a pasar. Tessa echó en marcha su auto intentando esclarecer el panorama. Impedida por la nueva visita más conocida para ella, el auto del profesor, decidió quedarse en su lugar.
Lena bajó corriendo hacia su puerta mientras el profesor le siguió el trote. Sin importar esta vez qué pasará, no la dejaría sola. Menos ante el desagrado que le contó Lena sintió al aguantarse a dos policías sin escrúpulos, y las incontenibles ganas de golpearlos que a David le invadieron al imaginar que podría volver a pasar en uno de los cuantos interrogatorios que frecuentaba la policía en casa de las Morgan.
Alma enjuiciada por ahora tres hombres en el sofá. Al sonido de las pisadas de la caoba y el profesor, todos voltearon a recibirles.

— ¿Puedo saber quién es el señor que acompaña a su nieta, señora Morgan? —interrumpió en el relato un oficial desconocido para Lena.

Alma apenas ganándole a su nerviosismo levando la mirada hacia el profesor.

— El señor Lenner es profesor de Lena, comisario— declaró.

El mismo hombre se acercó con actitud desconfiada y una libreta hacia David alejándolo indisimuladamente de la situación.

— Lena —enfrentó otro de los policías, al parecer de Lena el más nefasto de ellos, el oficial Gomez— ¿Sabías que tú abuela tuvo otras de sus reuniones familiares exactamente el mismo día en que la autopsia reveló mataron a Leo?

Lena calló. De verdad no podía recordar si ese mismo día Alma estuvo fuera de casa. Realmente lo intentó, por más discusiones que últimamente tenía con su abea, nada más desearía que ella estuviese fuera del foco de sospecha sobre la muerte de Leo.

— No recuerdo bien oficial, no paso mucho tiempo en casa— declaró Lena titubeando. El profesor hizo sombra desde lo lejos acercándose hasta a ella.

— Oficial — interrumpió sin paciecia David al reconocer las características que Lena le había contado tenia el hombre que la hizo sentir asqueada— ninguna de las dos está en obligación de hablar sin la presencia de un abogado.

El hombre sin saber cuan al borde de los golpes podía esta su cara de los puños del profesor si seguía provocándolo acortó la distancia con una sonrisa burlesca hacia él.

— ¿Y es usted abogado, señor Lenner? —ironizó mirándolo a los ojos.

— Por su puesto que no, pero no acoso a chicas que podrían ser mis hijas, oficial Gomez... —respondió acercándose a él sin balbucear mientras simuló acercarse a su identificación para visualizar su nombre—... ¿Padre de Érica Gomez de penúltimo año, no?—concluyó Lenner—...un placer, soy el maestro de su hija —respondió el profesor con extremada caballerosidad extendiéndole la mano.

El hombre decidió terminar la partida y sin percatar la atención de los dos oficiales restantes cuestionando a Alma sin parar se detuvo a bajar la mirada en la mano de Lena intentando detener a David tocándole la espalda.

— Es una interesante relación la que usted establece con sus alumnas, señor Lenner...— declaró observado a Lena y a David intercaladamente—...estoy seguro que podría aportar mucho más a la investigación de lo que imaginábamos.

David calló asintiendo sin preocupación al oficial. A cortar las tensiones, el hombre se dio media vuelta dejando una citación a Alma por escrito para mañana a primera hora. Ninguno de los otros oficiales pudo detectar la nueva enemistad del profesor y el oficial.
Quien si se percató del nuevo rol protector de David fue Tessa. Desde su ventana observó en la oscuridad como los oficiales de alejaban mientras Lena se consolaba en los brazos del profesor. Aunque le dolía más de lo que hubiese querido admitir, quedó atenta a un espectáculo que se rehusaba a perderse.

—Señor Lenner —interrumpió Alma desde el umbral— debe usted irse de aquí, necesito hablar a solas con mi nieta.

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