Estimado Señor 43

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Media hora después de charla rellena excusas y cuenta problemas echó otro vistazo a su teléfono. No habían llamadas perdidas, si dos mensajes nuevos. En su ingenuidad imaginó ignorar los mensajes del profesor luego de leerlos, pero su curiosidad por saber que estaba pasando pudo más que su orgullo.

"¿Puedes venir mañana? He destruido dos maquetas del sistema solar en tu ausencia"

Aunque su corazón dejó de latir rápido, Greco no tenía la culpa de su ausencia.

"Tengo licencia, quizás no pueda ir, jajaja deja de romper todo"

Volvió a iluminarse la pantalla

"¿Estás rechazando a tu mejor amigo? Golpe bajo"

Lena rió

"Me siento mal, enserio jajaja"

Otra vez timbró.

"Cuando estás mal simplemente me mandas a la mierda, te espero a las 11"

No se creyó capaz de levantarse de su cama temprano un jueves después de convencer a Alma que los efectos adversos de la Olanzapina atacaban directamente su estómago con cólicos insoportables bajo el vientre. No lo creyó hasta que se vio a las 10:30 a.m esperando un taxi camino al rescate de Greco.

El salón de infantes estaba alborotado, era hora de juego previo a la siesta de medio día, sin embargo, la madre de su mejor amigo lograba hipnotizarlos con otra de sus canciones sobre animales de la selva. Se atrevió apenas a interrumpir el transe hipnotico previo a la siesta al saludar de lejos y a caminar de puntillas. Greco en la sala de maestros de fondo regañaba contra el pegamento y el papel maché por tintar sus manos de azul verdoso.

–Estoy a medio paso de convertirme en Hulk–dijo suspirando mientras le enseñaba sus manos. Sostenia una bolita pequeña de plumavit que pretendía ser un planeta, imaginó. Se la quitó de las manos riendo y pescó un pincel limpio.

–Seguirás destruyéndolos si no esperas que se sequen para barnizarlos, Einstein.

Greco alzó las manos y la invitó a sentarse.

–No te he visto en clases.

Ella omitió comentarios, hundió el pincel en pintura roja y buscó un palillo en el que pinchar la bolita.

–He estado enferma.

–Lenner a preguntado por ti hoy.

Lena paró en seco, se mordió el labio inferio y exhaló brusco.

–Lenner tiene un hijo, Greco.

Todo paro en ese momento. Greco dejó incluso de regañar por dentro. Terminó de arruinar otro sol de plumavit al dejarlo caer al suelo. Lena simuló no afectarse empezando a pintar, él entendía que a veces el silencio para ella era mejor valorado que los reproches.

De fondo con el final de los cuentos de selva ninguno dijo nada, comprendía que Lena no querría hablar por su orgullo minimizando la situación y para no darle espacio a él de intervenir con sus advertencias pasadas sobre la reputación del señor Lenner que tanto comentaban los maestros antiguos.

Valoró su silencio, él solo la abrazó.

–No es que tuviese un gran sueldo, su auto ni siquiera es del año–soltó Greco sin importancia. Lena lo miró sorprendida aunque conocía su humor negro,  sus mohines fanfarrones eran cómicos y no pudo hacer otra cosa que apoyar su cabeza en su hombro y continuar pintando.

De pronto todo se puso en silencio abrazador dentro del cuarto decorado de figuritas de colores y calcomanías. De la puerta la figura curvilínea de la madre de Greco se acercó con un vestido de margaritas.

–Me alegra que estés mejor, Lena –susurró la mujer. Lena sólo agradeció con la cabeza –El señor Thomas vendrá mas tarde a buscar el informe de su hijo, está en este sobre–dijo a Greco dejando un sobre marrón sobre el mesón–sólo se lo das ¿Sí?

Grecó asintió

–¿Iras a ver a Martin?–dijo Greco a su madre.

Ella sólo arrugó el ceño y le sacudió el cabello marchándose con su bolsa bajo el brazo.

–¿Qué tienen las mujeres con los maestros? Sólo huelen a café, son trabajólicos y amargados–soltó luego de que su madre se marchara.

Lena sonrió.

–David no es así...si huele a café y si es trabajólico pero...

Greco no se atrevió a interrumpir, pero sólo con la mirada le hizo sentir a Lena que el profesor, en las condiciones actuales, no merecía su respeto. Interrumpiendo la tensión, Greco se paró a buscar pegamento en medio de la repisa de su madre. En el momento en que miró a su mejor amigo, el pensamiento enlentecido de Lena se reactivó. Había escuchado que el señor Thomas vendría hoy por su hijo. Observó a Greco agacharse regañando y poniéndose de pie a cada rato hurgando cajitas de plástico por una barra de pegamento.

En ese momento se puso de pie y sigilosamete acarició el borde del sobre.

–Cariño, deberías ir por pegamento, yo esperaré al señor Thomas–dijo simulando preocupación. Greco volteó a verla.

–¿Segura? Demoraré sólo un par de minutos y el señor Thomas debe estar por llegar–dijo acercándose por su chaqueta y mirando su reloj de muñeca– perdón por dejarte sola.

Lena lo abrazó para tranquilizarlo y depositó un pequeño beso en su mejilla.

–Estoy bien, sólo ve.

Dejando a Lilith hacer de las suyas, partió. ¿Por donde empezaría? No le interesaba conocer mas detalles sobre el pequeño Thomas, después de todo, el niño no tendría nada que ver con Lenner. Sin embargo, su padre estaba interesado en conocer sobre David y también ella, intercambiar información sobre el Lenner pasado por el Lenner actual le tentaba aunque se pudiese sentir traidora con el profesor. Como siempre, su curiosidad podía más. Quizás sólo le seguiría un poco el juego, le contestaría lo concreto pero no se detendría a preguntar lo justo, necesitaba respuestas.

Se acomodó la blusa de cuadros que llevaba y acomodó su cabello, lucía cansada y ojerosa, trató de hidratarse un poco los labios con cacao y de acomodar sus pestañas para lucir mas despierta, pero entonces tocaron la puerta.

–Adelante–dijo dirigiéndose al escritorio planchando sus pantalones con las manos.

–¿Lena Morgan?

Pero entonces la voz se tornó mas aguda y suave que la del señor Thomas. Lena abrió los ojos en plato y su estómago se contrajo a tiritones. Sin poder hablar sólo miró a la mujer de pies a cabeza.

–Soy Teressa Thomas, es un placer conocerte.

Estimado SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora