Estimado Señor {10}

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Los escasos de la memoria le reconstruyeron un solo rostro. Derek, con él fue su último recuerdo lucido de la noche anterior. ¿Qué hacía con Derek? Discutiendo claro, le reprochaba a ella el que Aranna se fuese sin dejar rastro con Leo, otra vez.

Suspiró por  primera vez entre el alivio y la angustia, quizá él la trajo hasta aquí, pero a pesar de su facha malhechora y sus palabras vulgares no se atrevería a tocarla, su corazón aun le pertenecía a Aranna lo que la mantenía libre de su tentación.

  Se levantó del sofá ligeramente más rejada con derecho a estirarse. Se recogió el cabello en una coleta e indagó por el piso. No habían fotos por ahí, no parecía un lugar tampoco para albergar a media familia con críos, es más, si mal no observó, no encontró ningún juguete botado en el suelo, sólo libros. Estanterías completas con tomos de décadas pasadas. Reliquias literarias desprendían un aroma erótico a hojas amarillentas viejas y café en grano.

¿Podría Derek vivir en un hogar rodeado de cultura y aun así leer mal? Imposible, este no era un ambiente para él. Comenzó a asustarse, observó por el ventanal hacía la calle, por lo menos, conocía esa avenida, estaba a un viaje en taxi de diez minutos de su casa. Por Dios Alma, ella tendría que estar hecha un manojo de nervios.

Maldiciendo la jaqueca que apenas se llevaba buscó su bolso por todos lados, cerca del sofá, en la mesa, debajo de esta. Mierda, no sabía donde lo había dejado. Se tacteó los bolsillos traseros del vaquero, Eureka.

 La alegría momentánea no fue eterna, el móvil estaba muerto y con la pantalla rota.

-Mierda, mierda mierda –susurro, apretó todos los botones del aparato pero este no volvió. Mantuvo la calma o por lo menos, trató.

Justo en el preciso instante en el que se decidía a escapar lo más pronto que pudiera el silencio en el que despertó se esfumó por completo. Una televisión, quizás una radio o un móvil retumbaban las paredes con el compás de una canción que conocía.

Arrugó el ceño, no, ese definitivamente no era la casa de Derek si lo que escuchaba era alguna rola de los Kings Of Leon.

-Pero que.....

-¡El sábado porquería, es sábado! –exclamaron a lo lejos acentuando cada sílaba de la palabra. Esa voz, era familiar, sentía conocerla.

Lena se acercó a un pasillo escondido que daba a dos puertas opuestas, siguió el volumen de la canción caminando en puntas hasta decidirse por la puerta de la derecha, de ahí provenía. Apoyando la cabeza ladeada y su pequeña oreja se arrimó a la puerta olvidando modales.

-...por favor ¿Podrías calmarte? Estoy en medio de –hizo pausas- sí, lo se –volvió el silencio- ¿Podrías dejarme explicarte todo?- calló- Por favor, no quise hacerlo fue una emergencia, algo de...de ultimo minuto-otra larga pausa- si lo sé, ¿Qué? ¿Dónde? No no no no debes largarte – un silencio acompañado de movimientos al otro lado de la puerta- Déjame levantarme.

 

Conocía demasiadas voces, demasiados tonos masculinos, pero uno que hiciera tan ronca la empezada de una frase y lanzara esa clase de pausas con aires irónicos una sola. No podía, no tenía lógica.

Comenzó a desesperarse, se detuvo a sentarse en el sofá mas escondido de la sala esperando a que la puerta se abriese y descubriera la verdad. O mejor, podría abrir la puerta y correr antes de que alguien más entrara. Se regañó por pensar y corrió hacia la entrada.

Estimado SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora