—Maldita mocosa, jamás vuelvas a asustarme de esa manera— bufó el profesor.
—No fue mi intención, señor — declaró intentando sentarse en la cama, David no tardó en ayudarla y sentarse a sus pies.
—¿Qué ha pasado?—preguntó él en un tono más serio.
—Aranna fue a visitarme —declaró tan rápido como pudo para enfrentar de una buena vez la cruda realidad— entró y no es primera vez que lo hace.
David calló, por el rostro de Lena, había algo que él no sabía y no era bueno. La caoba con ayuda de los barrotes logró erguirse a quejumbrosos esfuerzos, tomó una bocanada de aire y lo enfrentó, un David ansiosos de mirada azul eléctrico con manos temblorosas esperando respuestas.
—Esa noche, en el sofá...— espetó despacio hundiendo las yemas en las sábanas.
David no interrumpió pero sí sintió su corazón latir a mil por hora al suspenso de la caoba. Erguido y sin más tiempo a frases circulares se cruzó de brazos.
—Esa noche dormí en tu cama —declaró temblorosa— esa noche, dormiste con ella.
Dudó en si, aunque retorcida pudiese tratarse de otra broma de mal gusto por parte de Lena. Pero en vista de su condición, su rostro y todo el caos que rodeaba a la caoba cuando se trataba de su retorcida gemela calló, se sintió incluso abusado y ofendido de ser engañado no solo por una desconocida, si no también por Lena. Abrió los labios e intentó encontrar una pregunta para todas las dudas que tenía en la mente, no pudo. Se puso de pie sin poder devolverle la mirada, volvía ante la tensión al acto regresivo de desordenar su cabello hasta asimilar todo.
— David, no te enfades por favor —dijo Lena a gangosa y entrecortada voz de culpa.
— Esto es muy serio, Lena —dijo David con la voz tensa— estar corriendo un grave riesgo, ¿te golpeó?
— Todo esto fue el shock al verla, mi cuerpo no lo resistió bien— declaró sin mirarlo.
Ambos callaron dando tiempo para que el profesor pudiese entender si era posible que de la noche a la mañana, se viese involucrado en el mismo juego que Alma metió a Lena en un momento, el ajedrez de Aranna Morgan. Quiso apelar a su confianza herida por las mentiras de la caoba al día siguiente de ese encuentro insólito con la mayor de las Morgan sin su consentimiento, pero entonces la observó. Y a su fuerza, aprendió algo nuevo. Podía volver a amar a alguien ese mismo día en el que sintió podía perderla. Sin pensarlo, una lucha a ciegas contra una sombra que perseguía a Lena no seria nada en comparación al miedo que enfrentó dentro de una ambulancia hace un par de horas atrás. Si esos eran los riegos de amarla, los echaría a su espalda y velaría por ella tal cual no dudó cuando la salvo de las garras de Dereck.
Avergonzada aunque doliese su orgullo, se limitó a esperar hasta que él se acercó despacio a besar su cabeza.—Tendremos que cambiar las cerraduras de las puertas, no dejaré que esa maldita loca vuelva a causarte daño—juró el profesor.
Al vestirse a la mañana siguiente esperando a la llegada de Alma no se imaginó que los dos golpecitos en su puerta luego de terminar de maquillarse eran del doctor Dallas. Le hizo pasar confundida a su cuarto contándole que estaba pronta a irse a casa luego de un reencuentro con Aranna que le había descompensado.
— Me ha contado tu abuela que habías dejado de tomar tus medicinas, Lena—confesó al sentarse a quejidos en su cama deshecha.
— Lo supuse —declaró con culpa con las manos en jarra.
— ¿Sabes que si las hubieses tomado, todo esto no hubiese pasado, verdad?
Sólo asintió con la cabeza antes de sentarse al lado del doctor Dallas de manos en ojiva esperando más respuestas.

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Estimado Señor
Mistério / SuspenseMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.