Bebió los últimos miserables sorbos de su café antes de buscar las llaves en su pantalón. Cuando David regresaba a casa, el abrir la puerta era un ritual para sus vecinos. Sacaba su faceta contorsionista y haciendo malabares entre los libros y carpetas que se echaba a los brazos cada primer día de trabajo lograba entrar a su piso empujando la puerta con el trasero y sosteniendo a mordidas carpetas, libros o las mismas llaves.
Su buzón de mensajes se activo de camino a la ducha y la voz robótica de la mujer de la contestadora le acompañó hasta cerrar la puerta del baño.
–...podríamos ir, si quieres, es el próximo sábado en el espacio Romano del centro, buen día hijo de....
No hay más mensajes.
El llamado de Piero lo alertó antes de sacarse los zapatos y lanzarse a una ducha fría ¿Espacio Romano? Piero no era de esos lugares. Después de que ambos cumplieran veinte juraron nunca más pisar un lugar en donde la venta de bebidas alcohólicas estuviera prohibida. La vergüenza que pasaron más de una vez al intentar comprar alcohol a los diecisiete con identificaciones adulteradas a mano fueron suficientes en su pubertad. Sonrió.
La llave de la ducha lo extrañó cuando por la puerta abierta lo vio levantar con presura el teléfono y remarcar el único número que sabía de memoria.
Entre los pitidos de espera y la fatiga ligera que le causó la carrera al teléfono miró la nueva lista de estudiantes que debía revisar y memorizar con fotos.
Bajo de Bruce a Dallas, de Dallas a Franco, de Franco a...
–¿Sí?
-¿Por qué carajos quieres ir ahí?
–Tocará la banda de Frinch el fin de semana, no podemos fallarle.
Lenner frunció el ceño desconcertado, la imagen de Frinch se formaba a pequeños megapíxeles en su mente, Frinch Heder. Después de la universidad sólo dos veces vio a Frinch por su propia voluntad, y no tanta. La cena de reencuentro era necesaria para demostrarles a todos que David Lenner había llegado mucho más lejos de lo que creían y bueno, quería comparar el antes y el después de los cuerpos que contempló con gozó mil veces en el campus en época veraniega; la ultima vez, sólo fue un trago en el restobar de su familia que sabía a cucarachas molidas con azúcar. No, no le interesaba verlo.
–Yo paso.
Piero soltó aire en la línea.
–Sólo media hora, me invadió de mensajes en Facebook, no seas maldito Dave.
–¿Desde cuando son ustedes amigos?
–¿Recuerdas a Mónica? ¿La chica de Dallas?
–Sí –contestó seco afirmando el teléfono entre su hombro y oreja. Aquí venía algo largo.
–Verás ella conoció a la hermana de...
Su atención la perdió, más del 80% de lo que Piero decía eran excusas inventadas en el momento para conseguir convencerlo de hacer algo que él no quería. Entre nombres raros y una enredada red humana de contactos volvió a su lista desde Dallas haciendo de fondo la voz borrosa de su amigo.
Dallas a...Franco, Franco a Heller, Heller a Jackson..Morgan, Morgan.
Juntó las cejas desconcertado ¿Habían dos Morgan en el mismo salón?
Consciente de que debía aún demostrar interés en una charla casi femenina de Piero explicando la confusa amistad que le debía al gordo de Frinch sacó de su maletín de cuero oscuro el libro de clase.

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Estimado Señor
Mystery / ThrillerMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.