Estimado Señor 49

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Lena tomó la mano de un hombre hecho pedazos. Los ojos del profesor estaban cristalizados, lo supo al levantar el mentón de Lenner con su índice. Luego de que escapó de su piso odiando sus mentiras se imaginó un panorama absolutamente diferente. Imaginó él era un hombre de familia que por razones de trabajo llegó a Chicago, se habría fijado en ella como pasatiempo mientras duraba su estadía y tras él un niño y su esposa lo esperaban. Entonces recordó la visita de Tessa, los tacones versus sus converse.

Sin querer interrumpir la calma post sincericidio del profesor aceptó su beso de improvisto. Lenner ahora pudo mirarla a los ojos con más calma.

–¿Está aquí verdad?

Lenner asintió con la cabeza, Lena exhaló dejándose caer en el asiento.

–¿A que ha venido?–preguntó Lenna.

–Evaluaciones, no estará mucho tiempo.

Lena asintió desconforme, no le agradaba pensar tener que soportar a la ex mujer que tanto había dañado al profesor, mucho menos verla de lunes a viernes solo a metros de distancia de ambos. No podía evitar imaginar que Lenner aun, muy en lo profundo de su corazón quedaban cenizas de su amor y que bastaría que el tiempo entre ellos menguara la culpa para que ella ya no ocupara el lado derecho del sofá del profesor.

David notó su inseguridad, le causó gracia ver a su Lilith con indicio de celos o quizás mejor aun, miedo a perderle. Era de locos a estas alturas negar cuanto empezaron a necesitarse uno al otro no solamente en una cama por la madrugada, si no todos los días, a cada instante. El profesor fue sincero, nadie había traído de vuelta al antiguo y alegre David Lenner mas que Lena Morgan, y pasara lo que pasara, esta vez no se privaría ser feliz.

Lena lo atrapó en el acto, un rostro risueño esbozando una sonrisa infantil hacia su reacción, ella se sonrojó. David alzó su brazo bajo la melena de Lena, amaba jugar en la suavidad de sus ondas dando masajes hipnóticos a su alumna favorita.Ella no podía disfrutarlo tanto como deseaba, el rosto de Tessa no salía de su cabeza. Imagino a Tessa y a Aranna viéndola tras el espejo retrovisor, burlándose a par.

Sintió el pecho apretado de angustia y sin contenerse se puso de frente a él.

–¿Me quieres?–soltó de golpe Lena.

El profesor abrió los ojos sorprendido ¿De verdad era Lilith la que preguntaba? De reflejo separó los labios siendo incapaz de decir nada, hace mucho tiempo no le confesaba a alguien que le quería ¿Sería correcto decírselo a Lena?

Lena se incomodó a su silencio, alejó su cabeza de las manos del profesor y recogió su cabello en una coleta.

–Lo siento, no debí....

–Lena –interrumpió el profesor– no era mi intención, es sólo que...

–Está bien David, déjalo así.

El profesor empezó a frustrarse ¿Qué tan difícil le era confesarle que si la consideraba en su vida mucho mas de lo que se le era permitido? Fue como si su cerebro se desconectara de su lengua. Su expresión casi pueril dio a Lena la peor de las impresiones, aun así ¿Necesitaba ella que el profesor la quisiera?

Se invadió de vergüenza al dejar su duda ante David. Creyó sentir las risas de Aranna y Tessa tras ella viendo todo el melodrama sin final feliz, las imaginó recriminándoles lo estúpida que fue al creer que el profesor respondería como esperaba

David alejó los recuerdos de Aranna tomando su mano con mas fuerza, pudo notar lo incómodo que fue para ella enfrentarse a su cobardía sentimental.

–Lena...

Pero Lilith se alejó como un animal herido, no pudo mirarlo por mas tiempo, sólo observó a penas como sus mejillas sonrojadas se ocultaban tras un mechón de cabello y en menos de dos segundos salió de su auto sin mas tiempo para la inercia que creó.

No dejaría que otra vez huyese por su culpa, no después de la comprensión que tuvo su Lilith ante la cruz que llevaba desde años. Activó su cerebro para actuar y bajó del auto trotando hasta alcanzarla.

Lena se aferró al mango de su bolsa negándole la posibilidad de ver que Aranna siempre tuvo razón en cuanto a ella y los hombres, caminó mas rápido simulando no darse cuenta de que la sombra del profesor se acercaba hacia ella, pero David la cogió del brazo atrapándola hacia él

–Vamos a tener que trabajar esto de tus huidas siempre que arruino algo–susurró el profesor jadeando– me importas mucho, Lena Morgan, más de lo que quisiera.

La sinceridad del profesor le puso los pelos de punta, su tacto se hizo eléctrico mientras David acortaba la distancia de su pecho contra el de ella. Quería besarlo, necesitaba confirmar que esta vez no se iría lejos como todo el mundo y podría permitirse sentirse suya sin la voz de Aranna con sus cátedras de jugar con un chico antes de que él jugase con ella.

–No puedo besarte aquí–susurró Lena mirando hacia los lados– mi abuela podría morir de un infarto si me ve.

 El profesor rió con culpa, sabía era cierto. Decidió  tomar la cabeza de Lena entre sus manos y depositar un beso casto en su frente, con eso bastaría hasta poder besarla en privado.

Una luz parpadeante en rojo y azul irradió desde la espalda de la caoba acercándose cada vez más. David y Lena voltearon a buscar el origen, la casa de las Morgan. Sin decir nada caminaron más rápido, la idea de que algo hubiese pasado con Alma hizo el corazón de Lena salir de su pecho. La señal de peligro apresuró a Lena a correr hacia la entrada, apenas ahí dejó caer su bolso al césped y abrir la puerta de golpe, David siguió su paso tan asustado como ella.

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