Estimado Señor 62

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Le llevó tiempo posicionarse en el salón y buscar su grafito número dos para volver a prestar atención a la península balcánica, su mente no dejaba de imaginar teorías y de crear recuerdos falsos sobre su hermana y David. No entendía como podría sentirse segura en este nuevo juego al cual jamás se le preguntó si quería participar, como siempre. La situación era crítica, no por el hecho de encubrirla, si no porque ella misma no lo hacia, sentía que Arana estaba tras bambalinas ansiosa de que anunciaran por fin su acto principal a un nuevo publico años después, precisamente a David.

–Tienen una hora treinta para terminar –anunció la señora Hernández mirando su reloj de muñeca– pueden empezar.

No hubo punto de inicio para su mente, le parecía insólito que incluso en ella Aranna empezara a tener tanto protagonismo otra vez. Había convencido con la mas ardua red de mentiras sobre un falso tráfico a la profesora Hernandez para estar mas de veinte minutos con el terror de ver aparecer a Aranna por la puerta tomando las riendas de su vida. Pudo sentir la tensión en su cuerpo entero y las contracciones en su barriga al imaginar como Aranna ya conocía al profesor Lenner, aunque fuese para ella, estadísticamente imposible.

Conocía sus labios, recordó y esa frase bloqueó los recuerdos del repaso de conceptos antes de dormir con David, su mente le coartaba llegar a la definición de conurbación.

¿Podría ya conocerlo y haberlo besado? ¿David ya sabría de ella? Su pecho enteró se entumeció a la idea ¿Sería posible que David la hubiese engañado todo este tiempo?

Entonces trajo a su  mente otro de los recuerdos con hermana unos años atrás. Se acercó a su lado cuando Lena sostenía su primer teléfono celular con un mensaje abierto hacia Max Stonem de la clase de química del cual estaba enamorada desde inicio de ese semestre. Aranna  entraba al cuarto secándose el cabello, al verla morderse el labio inferior y a no dejar de balancear las piernas se burló de su cobardía al escribir y borrar un simple saludo de cumpleaños.

–Deberías simplemente escribirle algo atrevido, ya sabes, que tienes un regalo especial de cumpleaños y luego....–continuó en risitas picaras Aranna jugueteando con el cabello de Lena– lo besas en el laboratorio.

Lena se sonrojó y ocultó el teléfono entre sus piernas.

–No puedo hacer eso, Max y Becca están saliendo –declaró agachando la cabeza sin ganas.

Arana estalló en risas y tocó con lástima su hombro.

–Entonces no deberías escribirle un mensaje a Max, escríbele a Becca.

–¿A Becca? –dijo con ojos saltones Lena.

Su hermana se tomó la cabeza y se dejó caer en la cama sosteniendo su toalla.

–Escríbele un anónimo y dile que Max y tú se tocan en los vestidores después de gimnasia.

La caoba se le acercó a su hermana desentendida.

–¿Por qué haría algo así?

Entonces Ara se impulso con los codos y negó con la cabeza alzando las cejas.

–Así terminaran, será todo tuyo.

Los saltos temporales ocuparon otro cuarto de hora de su examen final de geografía, llevaba recién treinta de las setenta preguntas. Cuando al fin pudo sacarse el rostro de Aranna de la cabeza, pisó la tierra y miró el reloj. Intentando no gastar tiempo en maldecir a su cabeza, completó tan rápido como pudo el resto del examen y sin despedirse de nadie, fue corriendo al tocador.

Se enfrentó a su reflejo, ¿Cómo podría algún día olvidarse de su hermana si la veía cada vez que se miraba en un espejo? Maldecía cada vez más el ser gemelas, el tener sus palabras y consejos tan grabados en la cabeza llenando de inseguridad cada decisión que tomaba, el vivir siempre de comparaciones, del favoritismo a su hermana.

–Aranna tendrá que asistir a una secundaria pagada, Lena –recordó dijo la anciana cuando vio que su hermana llevaba uniforme de falda escocesa marrón el primer día de clases– la han transferido.

–¿Y yo? ¿Ara me dejará sola?

La vio apoyada en la puerta arreglando su coleta y aplicándose brillo labial mientras la miraba con burla a las espaldas de Alma.

–Lena, tu continuaras en tu secundaria –respondió su abuela acariciándole las mejillas– estoy segura que no quieres dejar a tus amigos.

Si pudiese rescatar a la Lena pequeña de seis años que desde ese día comía su almuerzo en los cubículos del baño por no poder hacer amigos el primer día, hubiese enfrentado a su abuela y encarado su favoritismo por Aranna incluso en temas académicos. Le cruzó de pronto la idea de que le agradaba que Ara ya no estuviese en casa y deseó no volver a verla nunca más.

Se refrescó las mejillas y se armó se valor para volver a mirar su teléfono, no tenía nuevos mensajes ¿Estaría siempre en la intriga esperando mensajes de su hermana?

Se rehusó a continuar a las pintas de Aranna como siempre lo había hecho, debía parar esto de una vez, y para ello, debía encontrarla.

El profesor Lenner se alarmó cuando al almuerzo el mejor amigo de la caoba no salió de su brazo y tampoco la encontró sentada con el grupo de inglés avanzado, se había marchado. Intentó marcarle pero su teléfono aun se encontraba apagado ¿Estaría acaso aun rindiendo su examen? Simulando olvidar algo en el salón de maestros para no levantar las sospechas de los demás maestros que le rodeaban en el almuerzo y caminó lento por el salón de geografía evitando el contacto directo. Se puso de rodillas cuando llego a destino y abrochó imaginariamente el cordón de su zapato al escuchar que alguien venía camino a salir por la puerta.

–Profesor Lenner –chilló una voz femenina frenándose de golpe.

–Profesora Hernandez –contestó David poniéndose de pie– Veo que se las hizo fácil, ya todos salieron.

–Sólo me di por vencida en la pregunta cincuenta, creo que por eso la mayoría aprobará–dijo luego de voltearse a cerrar con llave la puerta.

David se alertó al comprobar su hipótesis sobre la inesperada huida de la caoba. Entre balbuceos revisó rápido los bolsillo de su pantalón buscando otra excusa para detener a la mujer que batallaba con la manilla y preguntar disimuladamente por su Lilith antes de que se marchase.

–No puede ser...–murmuró David llevándose la mano a la cabeza.

–¿Qué sucede, señor Lenner?

–Me he olvidado de darle a la encargada de mi clase el temario del examen de literatura antes de que se marchase de este examen –mintió mostrando un pendrive en su palma

– ¿Quién es la encargada de su clase? Quizás aun esté por aquí.

–Lena Montgomery...Montell, Mo....–contestó el profesor simulando buscar en su memoria apretando los ojos.

–¿Lena Morgan?

–¡Sí!

–Lena ha sido una de las primeras en retirarse, cuanto lo siento profesor–lamentó la mujer.

Se rindió exigiéndole a la compañía de telefonía entregarle la verdadera identidad del emisor de los mensajes amenazadores fingiendo no tener sospechas de quien podía ser. Fue asi como con la poca paciencia que le sobraba decidió tomar un taxi a casa para enfrentar a la única persona en todo el mundo que sabría con claridad el paradero de su hermana, Alma. Se alentó de malos recuerdos a la entrada y su mente jugó con su ira imaginando a Aranna besando a David, esta vez no dejaría que ella ganara. Sintió sus palpitaciones aumentar de adrenalina, apretó los puños y dientes aguantando el coraje para enfrentar a su abuela y exigirle que, por una vez en la vida, la menor pudiese mandar todo a la mierda.

Estimado SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora