Estimado Señor 51

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La espalda de Alma se encorvó hasta alcanzar el suelo, cogió del piso su bolsa con ovillos de lana sin refutar la petición de su nieta. Lena no le dio las buenas noches. Sintiendo el rechinar de las tablas con cada pisada lenta de su abuela hasta su habitación, se encogió en el sofá con una manta. Miró a su alrededor, ya no conservaban fotos suyas con Ara, esto después de que el abandono de su hermana casi le costara la vida. Sin embargo, al costado de la chimenea guardaban un pequeño cuadro al óleo que su abuelo pintó de ambas cuando tenían 8 años. Lena lucía un vestido amarillo patito, Ara un vestido rosa con flores en lila, ambas dando le espalda a una laguna llena de nenúfares como los de Monet. Recordó cuanto ella había pedido el vestido que utilizó Ara ese día, bastó una berrinche de cinco minutos para que lo tuviese puesto. El resultado era visible en el cuadro, Ara había ganado.

Cogió la pintura entre sus manos ¿Era justo que todo el mundo fuera siempre a favor de Aranna?

–Le prestaremos a Ara el vestido cariño, luego puedes tenerlo para siempre.

Su abuela siempre la convencía de que balancear la pesa al favor de Aranna era la mejor opción para que la niña consentida no estuviese triste ¿Y ella? ¿Es que Alma ni siquiera pensaba en que pronto Lena postularía a universidades que la rechazarían sin más al verla como cómplice de las fechorías de su hermana? Quizás no lo hacía.

Volvió al sofá con la pintura de ambas entre los brazos, el fuego de la chimenea alumbró su cara potenciado su ira, deseó quemarla y sus dedos casi hicieron que se deslizara hacia las llamas como un vil accidente, luego recordó que esa pintura era la favorita de su abuelo, no lo haría.

¿Y si buscaba a Ara? Alma ya no le contaría que pasaba con ella, y aunque estuviese dispuesta a hacerlo, Lena dudó si era información que quería tener si Alma no pensaba en ella, tendría que protegerse a si misma.

–En que mierda te has metido ahora, hermanita–susurró Lena acariciando el óleo duro en los cabellos ondulados de su hermana.

Sea en lo que sea que estuviese Aranna en ese mismo instante, seria mil veces más interesantes que ser la despechada de las gemelas, aun así algo estuvo a su favor ese día. Si tan sólo Ara estuviera ahí y viera al profesor Lenner, se caería de espaldas. El imaginar que por una vez tuvo algo que su hermana mayor jamás logro le daba cosquillas al estomago. Pero, ¿Lenner se fijaría en ella si Ara estuviese ahí? Entonces dejó de sonreír, claro que no. Aranna le resultaría mas interesante, quizás conocía todas las obras que David ya había leído y quién ocuparía la taza parisina para el café del profesor no sería ella. Si tan sólo Ara viese a David, lo querría para ella.

No pudo controlar las escenas que surgieron en su mente de David besando a Ara frente a ella, y en la desesperación arrojó el cuadro al suelo, lo partió en dos sin pensarlo. Pero luego recordó que lo conservaban no por Ara, si no por su abuelo y rogando al recuerdo del abuelo Morgan que no estuviese roto y que Alma no se levantara por el estruendo, se arrodilló a buscar la pintura bajo el sillón luego de que esta se desprendiera de su marco de plata.

Atravesando su brazo bajo la alfombra alcanzó con la punta de sus dedos en pinza a arrastrar de vuelta la pintura. Alma no despertó.

Dejándola en su lugar le parecía insólito que hasta en sus arrebatos Lena saliese intacta, sólo se quebrajó el oleo ocre de las terminaciones de su vestido, Aranna definitivamente se llevó la suerte de ambas al nacer ¿Sería ridículo llamar al profesor a estas horas? Claro, no por asuntos académicos, sino que entre todo el alboroto quiso confirmar que David la quería, aun cuando ella no pensara fuese posible luego de cómo todo había empezado entre un arrebato, una sobredosis y la arrogancia del señor Lenner. Buscó en su móvil en la agenda de contactos hasta llegar a la D, prefirió escribir un mensaje primero, después de todo, el profesor estaría preocupado.

"Todo está muy raro por aquí, los policías ya se fueron ¿llegaste bien?"

El periodo de espera fue corto, antes de releer el mensaje entero el profesor había respondido.

"¿Están bien? Esos tipos no me dieron buen rollo"

Lena estuvo de acuerdo.

"¿Podemos hablar en persona? No se me da escribir mensajes largos jaja"

El profesor Lenner bebió un sorbo de café dejándolo en la mesita de noche, la lectura de Las mil y una noches tendría que esperar. Se sentó en la cama y se quitó los lentes de lectura.

"¿Quieres que vaya?"

Lena dudó, jugueteando con las teclas se decidió por proteger al profesor de los líos de su hermana.

"¿Puedo ir?"

El profesor respondió.

"Siempre que quieras, Lilith"

Lena sonrió, se inclinó a mirar por el pasillo sin hacer ruido. Entre la voz de una mujer dando instrucciones de cómo preparar un perfecto pan de navidad desde la televisión, se escuchaban los ronquidos de Alma. Un nuevo mensaje del profesor timbró en su celular.

"Tengo un café de avellanas que no has probado"

Lena se puso de pie hacia su cuarto.

"Espero por el, pediré un taxi"

"Con cuidado, te espero" escribió el profesor.

Los cinco dólares mejor pagados eran los de un taxi desde su casa a los aposentos de David. De sudadera gris jaspeada y con capucha se escondía al lado de las escaleras de entrada de su edificio, llevaba un paraguas negro sobre él cuando se acercó al taxi a buscar a la caoba.

–¿Tienes frío?–preguntó David.

Lena asintió, él despidió al taxista y la contuvo bajo su brazo hasta la entrada bajo las primeras gotas de llovizna de esa noche. Tenían la fortuna de que los vecinos del profesor superaban los sesenta años y escasas veces salían de sus pisos a estas horas de la noche, el destino a favor de los encuentros secretos con el señor Lenner.

Los brazos de David la llevaron hasta el ascensor ¿Sería demasiado pedir que los ascensores del profesor estuviesen a kilómetros de la entrada? A pesar de recobrar el calor gracias al pecho de David, simuló escalofríos para seguir segura. A David no le molestó, tener a la pequeña Morgan bajo su cuidado lo dejaba tranquilo.

–Te preparé café y encendí la calefacción, prefiero estés aquí esta noche.

Ella también lo prefería.

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