Las doce y cuarto y todavía los chicos no terminaban su examen. Algo exagerado. Lenner sabía lo molesta y a veces aburrida que podía resultar su clase si no se tenía el interés por ampliar el vocabulario y nutrir el cerebro, pero sólo era un examen de diagnóstico y algunos ya empezaban a invocar al Alá de los dieces en literatura para salir corriendo por la puerta.
El silencio por lo menos, era tranquilizador. Se paseó de manos en los bolsillos entre los paralelos estrechos del salón intentando encontrar a algún pillo con alguna carta bajo la manga con definiciones simples. Su paso y las narices sorbidas de algunos era lo más pacífico que sintieron alguna vez esas paredes. Se posó en la pared del fondo, cruzándose de brazos buscó a Lilith, ¿Y la tal Rebecca? Apostaba por la chica con rasgos asiáticos que tan mal la miró el primer día de llegada, aún asi, no expresaba la maldad que buscaba, tenía que ser algo más temible que Morgan, un rostro que a Lilith le quemara los ojos ¿Rubia, morena o colorina?
El timbre quebró el silencio.
–Muy bien el tiempo ha terminado, dejen sus exámenes encima de mi escritorio y pueden salir, nos vemos el jueves.
Lena tomó su bolso al hombro y sacudió de su pupitre los restos de goma miga. Miró hacia atrás, Greco aún jugaba al de tin marin en las últimas alternativas, tendría que esperarlo unos quince minutos afuera, pero antes de voltear sus cuadernos cayeron al suelo por arte de magia.
–Perdón Morgan –musitaron en su cuello. El olor a algodón de azúcar exagerado en el aire le prendió sus alarmas de estar cerca de la arpía colorina que asesinaría si no se alejaba pronto. Apretó el puño.
–¿Tanto has engordado en el verano que ya no caes en el estrecho, Rebecca?
El lip stick rosa le brilló de rabia sin lograr escupir un insulto peor del mismo calibre.
Taconeó a la salida indignada dejando a su paso la victoria de la guerra civil de día a día. Lenner hechó el ojo, de lejos sólo escuchó las disculpas de alguien y algo borroso del verano de la boca de Lenna ¿Era ella Rebecca?
Aunque la duda le carcomía y la imprudencia le reprochaba lo burdo que resultaría preguntarles que pasaba esperó a que Lena estuviera frente a él cuando se dirigía a la salida.
–Morgan–le detuvo.
-¿Sí?
–Humm- buscó entre exámenes sin sentido– La chica colorina, no ha puesto su nombre en el examen, ¿Puedes dármelo?
–Rebecca– espetó seca.
Bingo.
No esperó las gracias ni se despidió, prendió fuego al paso de sus converses negras por el pasillo.
Sonrió. La sonrojó.
–¡Eh! ¡Lena! ¿Te vas sin mi? –gritaron a lo lejos.
Lena volteó contra el viento escondiéndose en su chaqueta de cuero negra, Grego corría una maratón de asmáticos detrás de ella sin saber hace cuanto, dejó sus audífonos colgar en el cuello y agudizó el paso hasta que el pudiese alcanzarla.
–¿Iras hoy?
–No tengo ganas Greco, en verdad.
–¿Por qué no?
–¿Lo olvidaste?
No, no lo hacía, pero pensaba que al pasar algo de tiempo Lena ya asumiría que los lugares en los que iba con su hermana no eran cementerios. Tenía que afrontarlo.
–Sólo quería verlo.
Lena sintió los ojos cristalizados, no, no lloraría. Aunque siempre le calaría en el fondo que Aranna escapara y no volviese por ella se prometió no correr a los brazos de su abuela otra tarde más para sentirse desechada por otra parte familiar. En un suspiro volteó a ver a Greco, la mirada de cachorro apunto de morir era lo único que derretía su tempano de hielo y nunca obtendría un no por respuesta.
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Estimado Señor
Mystery / ThrillerMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.