Estimado Señor 66

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Tras una larga pausa esperando respuestas del viento dejó de lado la cacerola y su intento de salsa blanca. A escondidas tras el burbujeo de la cocina aceptó que los pasos en la entrada no eran del profesor y que quizás demasiado pronto llegó una visita inesperada a casa. Tomo valor, sosteniendo entre sus tiritonas manos su celular, lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón y se dio el valor de doblar hacia el pasillo. Su cuerpo entero temblaba y tras los latidos zumbándoles por las ojeras de pavor jadeó temerosa a prender la luz, entonces pudo abrir la boca.

–¿Ara?

Dos segundos eternos de silencio escondida tras el pasillo en dirección a la entrada no fuero suficientes para suplicar protección. Emergió de la oscuridad tan borrosa para ella como si una capa de densa niebla la cubriera de pies a cabeza. Llevaba las líneas de agua notoriamente enmarcadas en lápiz negro haciendo casi fluorescente a sus ojos verdosos. Por fin estaba frente a ella, llevaba el pelo lacio hasta el pecho, unos estrechos leggins de cuerina enmarcando todo el largo de sus piernas, botines oscuros desabrochados<, una sudadera holgada al mismo tono y una sonrisa, una sonrisa horriblemente demoniaca.

Hizo retroceder tres pasos a su hermana quien inútilmente intentó alzar la mano hasta el interruptor, se aprovecho de su temor y antes de que sus titubeos se aclarasen se acerco de brazos cruzados y actitud triunfante.

–¿Me buscabas, Lena?–dijo con sarcasmo.

Ante el impacto de volver a verla después de años se echó a llorar sin darse cuenta, tuvo la vista empañada en negación y su cuerpo entero quiso protegerse no aguantando estar muy cerca de ella.

–Vamos, no muerdo–insistió con las manos en alto mientras a propósito avanzaba otro paso en su dirección.

–¿Qué haces aquí? –titubeó Lena– ¿Qué demonios quieres de mi?

Se hizo dueña del lugar y se echó en el sofá mas cercano apoyando los codos en las rodillas. Lena se mantuvo a distancia, por inercia intentó localizar en panorámica un objeto que le sirviese como defensa y como si Aranna pudiese leer su mente se echó a reir mas fuerte.

–¿Por quién me tomas, tonta?, la loca de la familia eres tú–bufó Aranna.

Se estiró hasta alcanzar la cajetillas de cigarros que el profesor dejaba al lado del sofá y de sus bolsillos sacó un encendedor de plata.

–¿Mentolados?, da besos deliciosos pero su gusto en cigarrillos es un asco–dijo dejando caer sin cuidado los cigarrillos dejando la alfombra llena de tabaco.

–Estás loca –titubeó Lena apoyada en la pared. No tuvo el valor para ser otra vez mas que un espectador de su escenas

–No Lil, tu eres la loca –dijo poniéndose de pie sin borrar la maliciosa sonrisa de su rostro– ¿Ya le contaste al profesor?

–¡Ara, basta! ¡Vete! –gritó acercándose a ella de golpe– ¡Déjame en paz!

La mayor de las Morgan se apresuró a jalarla de las muñecas tan fuerte como pudo. De pronto, ambos pardos estuvieron en guerra tal cual como Lena recordaba cuando eran niñas. Aranna la soltó con fuerza sin dejarse compadecer por el temor que causaba en Lena, se miraron jadeantes de rabia hasta que Ara decidió volver a atacar.

–¿Dónde está el profesor cuando lo necesitamos, Lena? –bufó Aranna levantando una ceja.

–Deja a David fuera de esto –amenazó Lena apuntándola con el indice– aléjate de él.

–Él fue el que te confundió conmigo–dijo insidiosa sin quitarle los ojos de encima, como si pudiese destruirla al no parpadear– al parecer no eres tan especial para él como piensas.

Casi sin fuerzas para tomar el valor suficiente para encararla levantó su rostro hacia ella, recordaba un sin fin de humillaciones salir de los labios de su hermana gemela desde que tenia uso de la razón. Ignoró la vibración del bolsillo trasero y se dirigió hasta la puerta.

–Vete –ordenó sin temblar tomando la manilla de la entrada– vete o llamo a la policía.

–¿Y que les dirás? ¿Qué Alma y tu mintieron pero ahora se arrepintieron?–caminó hacia ella lentamente y negando con la cabeza volvió a estar cerca de su gemela – es demasiado tarde para arrepentirse, Lil.

–No tengo idea en que mierda andas metida esta vez pero te aseguro que no me interesa salvarte– dijo cuando una fuerte punzada le hizo tambalear un poco necesitando afirmarse de la manilla para aun sostenerse en pie.

Aranna se le acercó hasta respirar cerca de su oreja, como un animal asustado se mantuvo firme mirando al vacio suplicándole por telepatía a David llegar pronto. Cogió del piso uno de los cigarrillos aun enteros y jugueteando con sus labios se acercó hasta el cuello de su gemela paralizada y cuando ella pudo sentir su respiración ascendió a su oreja.

–No intentes deshacerte de mi, hermanita–susurró.

Una insoportable carraspera poseyó su garganta llegando a secar sus labios en segundos. Sintió en el centro de su frente un dolor agudo y punzante que paralizo sus tímpanos en un pitido imparable. Empezó a sofocarse a los ojos de su hermana, intentó aclarar su garganta sin resultado y abriendo los ojos en plato intentó palpar sus bolsillos para llamar a David. No pudo respirar y la mirada inquisidora de Aranna pudo notarlo, aunque intentó afirmarse del perchero de la entrada abriendo la boca tan grande como pudo par tomar bocanadas de aire se dejó caer resbalando por la pared de la entrada y antes de hacerlo intentó atajar a Aranna por sus botines pero sus pisadas fueron más rápidas y también mas despiadadas.

Pasaría otra hora desde que el profesor intentó llamarla para decirle que la reunión se había alargado mas allá de lo esperado y que inusualmente no tuviese respuesta de Lena al término de esta se decidió a intentar llamarla dos veces más. La tercera fue antes de estacionarse fuera del piso, la cuarta no existió. Desde la entrada escuchó que el teléfono de Lena vibraba pero ningún otro sonido le acompañaba, la puerta estaba abierta.

Dos ríos rojizos y brillantes caían por las fosas nasales de la pálida piel de Lena inconsciente y tirada en el piso del pasillo de entrada. Se abalanzó arrodillándose hacia su cuerpo sacudiéndolo en diálogos que luego no recordó en su desesperación, marcó a emergencias insultando a la mujer cuando le pidió que se calmase, quince minutos más tarde, subió a una ambulancia cerca de su piel sin color.

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