Estimado Señor {13}

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Lenner volvía al lugar con su chaqueta doblada bajo el brazo. Con polo de manga corta gris y un jeans gastado, pies descalzos. ¿Por qué verlo así le parecía seductor?

Si algo no podía controlar eran sus malditos impulsos de querer hacer algo realmente malo para sentirse mejor. Algo, nuevo, algo que...Aranna jamás hubiese hecho.

Miró a David, al mismo señor Lenner con intenciones de quedarse más rato en el piso. El radar de Lenner se activó a menores de dieciocho como jamás lo hizo antes, comprendía su lenguaje corporal, comprendía que vendría, que a nadie conversaría diciendo que no querría volver a besarla en mejores condiciones.

Se hizo al extremo de angustioso el trayecto de cinco pasos y un sofá que los separaba.

Se armó de valor, se le acercó bajando el cierre de su nueva chaqueta hasta bajo la altura del busto. Traía quizás la blusa más transparente de todo su armario adolescente con un brassier debajo que no dejaba mucho a la imaginación. Por Dios, esto no podía estar pasando, lo normal en la historia era que él se le acercase con otras intenciones a ella y Lena pensase que él se habría enamorado de ella, pero no. Nada de amor, ella sólo quería conocer sus sábanas y lo que habría debajo de estas.

La pescó de puro impulso y la trajo hacia a él con desesperación. Agarró su mejillas con la palma de las manos y con los dedos jugó con su cabello excitándola con la deliciosa dominancia que ejercía.

Lena, por su parte no quería ser sólo ciervo y más cazador. Estimó que la presencia del polo de el señor Lenner era absolutamente burda e innecesaria y, optando por lo sano la deshizo en el mismo lugar en donde yacieron vencidos su pantalón y remera, ahí en la oscuridad del piso.

Le beso el cuello y fue bajando. Le agarró del cabello y cerro los ojos. Los labios de Lenner besaban tan bien como jamás imaginó,  magnético y potente. La necesidad de ambos sexos ni aguantaba. Su olor a colonia varonil cara y el gusto a coñac de sus labios eran su maná del cielo.

Ni Lenner ni Morgan ni sus consciencias se hizo presente ni alegó a un paro. Todo deseo y agonía se desnudaron tan rápido que ni tiempo quedó para el luto de un brassier y boxers que sin querer combinaban en negro.

Sólo entró en ella tan despacio como su propia mente se lo permitió, tenerla ahí, juvenil y dispuesta lo enloqueció a besos.

-Un poco más, señor.

Gatilló, no se contuvo. La besó sin descanso ni espacio a un suspiro, hasta su aliento y gemido. No dejó espacio para que sus dientes mordieran el labio inferior. No tenía idea de cuanto la deseaba hasta que la tuvo sin  explicaciones ni lógica. Estaban ahí, entre mitad sexo mitad amor en su cama revolcándose como verdaderos amantes de años.

Sintió algo cálido venir y en sus ojos encontró el lugar perfecto para llegar al orgasmo perfecto en el cuerpo bondadoso y angelical de su alumna de ultimo curso.

Le gimió al oído y ella a él.

¿Cuándo empezó y cuando terminó?

Apenas recuperaba el aliento, apenas entendía por qué diablos Lilith lo había besado con tanta fogosidad ni por qué se abrió a él como flor en primavera. No conocía ni entendía y tampoco Lena asimilaba si fue por rabia o por el simple capricho de decir que follar con un profesor, era algo que jamás Aranna habría hecho.

Le miró.

-Me gusta hablar con fundamentos señor Lenner, ahora si las gracias son bien recibidas.

Se puso de pie y apenas respirando normal el incrédulo de Lenner la vio menearse hasta recoger sus bragas en su salón, acomodarse el brasier y ponerse los vaqueros. No supo que responder. No supo siquiera si regañar o celebrar. Si echarla y amenazarla o pedirle que se quedara por siempre.

-¿Quieres puntos extras, verdad?

Sólo cuando lo dijo se acusó como el autor de la frase mas imbécil que pudo decir en ese momento y aunque trató de retractarse Lena le sonrió con burla.

-¿Crees que necesito tus puntos acaso?

-Pues no, pero conozco a las de tu tipo Morgan.

Lena arqueó la ceja.

-No, no me conoces.

Se abotonó la blusa a los pies de su cama. Ni siquiera a esa distancia Lenner asumía que acababa de hacerlo con Lilith en su cama, era real, ahí estaba, desapareciendo su desnudes entre la ropa.

Lena volteó a mirarle, pero esta vez David volvió al juego. Se le acercó aun desnudo y la besó cerca de los labios como un caballero después del baile y se vistió el también.

-Sabes que...-dijo mientras se acomodaba el cinturón- Nadie puede saber de esto.

Lena rio algo fuerte.

-No soy estúpida Lenner.

La miró.

-Soy lo bastante inteligente como para saber que no me creerían en absoluto esta historia y me acusaría por delito de calumnia el acusar al nuevo docente por un valor tan poco ético como este.

David rió, en su ironía estaba la verdad.

-¿Vendrás muy a menudo entonces?

Lena sonrió y no supo por que lo hizo.

-Lo veo mañana, mi estimado señor.

Besó sólo su mejilla derecha. Recogió su bolso y la chaqueta olvidada, sin más se alejó a la puerta, le miró arqueando la ceja y voló.

-Que mierda haz hecho David- se dijo.


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