El cosquilleo travieso de las puntas de su pelo en la nariz del profesor le hicieron despertar. Llevaba un par de minutos observándole, tenia pequeñas arrugas bajo sus ojos, barba de un par de días rodeaba su mentón pronunciado, su cabello revuelto y una espalda envolvente. La luz entre las persianas se reflectaba en el profesor de pies a cabeza, líneas de luz decoraban su desnudez. Lena estiró su brazo hasta acariciar el borde de su barbilla, el picor en sus dedos acabó en un mordisco en el pulgar de un profesor entre sueños.
–¿Sueles madrugar?–murmuró el profesor sin la energía suficiente para abrir los ojos pero si para sonreírle.
–Tuve una buenas noche, señor–espetó Lilith.
David estiró su brazos entre gruñidos al despertar, alcanzó con su mano la cintura desnuda de Lena y un beso cereza le regaló un dulce despertar
–¿Quieres un café?–ofreció el profesor batallando contra el sueño
Lena ordenó su cabello.
–Lo necesitas mas que yo–rió.
El frio del piso apresuró su paso descalzo a la cocina, en el camino entre los vestigios de la guerra atajó la sudadera del profesor cubriendo su cuerpo hasta los muslos. Desayuno para dos esa mañana cortesía de Lilith, apenas alcanzaba la estantería donde el profesor guardaba los fieltros para café y justo luego de su cometido una vibración a su espalda la hizo detenerse. Podía sentir su respiración pesada cada vez mas cerca y dos manos ásperas ascendieron desde los muslos a sus caderas, de pronto, la colonia del profesor estuvo en su nariz.
–Debo prestarte mi ropa más a menudo–musitó David besándole los hombros.
Ella volteó para encontrar los labios del profesor. Una chispa brotó de sus ojos sobre la piel tonificada del profesor, una capa de extasis quedaba aun entre sus pectorales poseyendo la inflamabilidad exacta para que Lilith accediera a una revancha en el sofá.
–¿Por qué no puedes dictar tus clases así?–dijo llevando sus manos al pecho de David.
David rió acercándola a él por la cadera, a propósito.
–Estas clase de atención especial no viene en mi contrato.
El profesor la alzó por la cintura hasta sentarla sobre la isla de mármol de la cocina. Sus muslos se congelaron al frio de la superficie, solicitó entonces elevar su temperatura con otro beso de David bajo su cuello y el inicio de su pecho. Tenia tantas ganas de ser suya como jamás creyó, la fusión en sus brazos dio a su piel el escultor perfecto ante su mayor obra de arte. David había encontrado un nuevo lugar favorito en la curva que desenlazaban en sus caderas, apenas rozando el borde superior de sus bragas. Se acercó a su rostro esta vez en paz angelical por un beso dulce a su pequeña caoba.
–¿Me deja besarla toda la mañana, señorita Morgan?
El modular y la voz grave del profesor entrando por sus oídos removiendo su ser no iban a juego y en un balbuceo accedió a su petición. Podría estar por ahí horas esperando a que David no dejase pasar por alto ningún milimitro de su piel por besar, tomándose el tiempo que tuviese que tomar. A lo lejos de su burbuja hedónica reconoció una vibración a eco, de pronto la identifico con claridad, su telefono. La caoba abandonó por unos instantes el paraíso al voltear al reloj digital de David, solo diez minutos para las nueve de la mañana y sabía que Alma estaba al borde de un colapso al no encontrarla en su cama al levantarse esa mañana
–Mierda–dijo la caoba corriendo hacia el sofá y dejando a David con los ojos cerrados y su disposición a besarla a medio terminar.
Entre el desastre post guerra de sus prendas y la del profesor se escabulló el aparato apenas perceptible. Cinco llamadas perdidas, Lena entrecerró los ojos temerosa a ver los mensajes que Alma había dejado para ella en el buzón. David la miró con gracia, a veces olvidaba que le llevaba casi diez años de ventaja a Lena y que aun pasaba por la sobreprotección maternal de su abuela. Sin reclamos para no aumentar su angustia pero aumentando la propia por verla ir mas temprano de lo que creía, tomó una taza del café preparado por su Lilith y revolviendolo un par de veces evitó mirarla para no avergonzarla al simlar no escuchar los reclamos de la mujer a su nieta. En cuanto cortó la caoba comenzó a vestirse.

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Estimado Señor
Mystery / ThrillerMe sumergí en tus infiernos y no conseguí volver, Lena.